A pesar de los últimos naufragios mortales, los pobladores de la frontera norte acuden a los paseros para que los crucen entre Bolivia y Salta con todo tipo de cargas
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SALTA.- Tras el hundimiento de una precaria barcaza registrado el pasado miércoles en el río Bermejo, accidente en el que murieron dos personas y por el cual aún se busca a dos bebés, otra tragedia sacudió a la localidad de Aguas Blancas, en el límite con Bolivia. Fuentes oficiales informaron que ayer fueron arrastradas por la corriente cuatro personas que intentaban ingresar en la Argentina en forma ilegal en un improvisado gomón. Una de ellas se ahogó.
El drama de mediados de la semana pasada conmocionó a todo el país; en esta frontera, sin embargo, el dolor no alcanza para poner freno a una actividad que, aquí, en el norte, es parte de la subsistencia de la población regional: el cruce, a como dé lugar, sea para comerciar, para atenderse en el sistema de salud salteño o para contrabandear productos, drogas o personas.
El nuevo accidente tuvo lugar en la misma zona en la que ocurrió la tragedia del pasado miércoles. Se trata de un punto del río ubicado entre las estancias Carina, Pepe y El Negro. La víctima, que no fue identificada oficialmente, es un hombre oriundo de Córdoba que estaba acompañado por tres familiares. Los baqueanos habrían aconsejado que no se intentase el cruce, pero el grupo buscó igual llegar a la orilla argentina. Se investiga qué mercadería trasladaban.
En tanto, los detectives de la policía de Salta intentaban determinar la identidad de otro cuerpo encontrado anoche en la orilla argentina del río Bermejo, sin determinarse aún las circunstancias que rodearon esa muerte. Podría ser una víctima de la tragedia del miércoles. O de otro hecho que, por haber ocurrido en un contexto de ilegalidad, no haya sido reportado a las autoridades.
Pese a la reiteración de trágicos sucesos, el ruido de los motores de las barcazas esperando para salir interrumpía ayer el silencio en lugar y un centenar de personas esperaba en la orilla argentina para regresar a sus hogares.
“A veces llueve mucho y el río crece, pero la gente igual se mete con los gomones cargados para cobrar más dinero. Este es un pueblo en el que tenés que pelear como podés”, explicó Ezequiel, un joven bagayero que cruza mercadería desde la Argentina hacia el otro lado del Río Bermejo con un pequeño bote inflable. Pocos minutos después, para medir la corriente del cauce, se lanzó sin más a las agitadas aguas marrones donde en los últimos días se hundieron dos improvisadas embarcaciones.
En la búsqueda de sobrevivientes, con el río comiendo las costas en cada nueva crecida, trabajan coordinadamente agentes de la Gendarmería Nacional y de la Policía de Salta, con un helicóptero, mientras que baqueanos vadean el río.
En este paraje de la frontera, la muerte no impresiona. “Pocos minutos después de que se hundió el bote, los otros gomones volvieron al río y cruzaron gente hasta las últimas horas de ese miércoles”, dijo a LA NACION el comisario Mealla, a cargo de la seccional con jurisdicción en esta área.
Anteayer, el pequeño pueblo de Aguas Blancas permanecía prácticamente paralizado. Esa quietud alcanzaba no solo el puente internacional, cerrado por las restricciones de la pandemia, sino también el principal puerto ilegal, utilizado a diario por ciudadanos de ambos países.
Allí, bajo la sombra de árboles bajos, decenas de personas esperaban en fila que algún bote llegara a la orilla o que algún contrabandista confirmara en qué horario se podría cruzar a Bolivia.
Según informaron agentes federales a LA NACION, en la zonas cercanas al punto del hundimiento del gomón hay aproximadamente veinte pasos clandestinos. Por otro lado, fuentes policiales locales indicaron que muchos de estos pasos están ubicados en fincas privadas y se sospecha que los propietarios facilitarían la labor de los contrabandistas.
A su vez, el comisario Mealla destacó: “Esto es una zona roja para el tráfico de estupefacientes y para el contrabando. Muchos de los procedimientos realizados por causas de drogas indican que las personas que cometen estos delitos son residentes de la zona, con doble nacionalidad”.
Y agregó el jefe policial local: “En este momento, por los controles, pasan clandestinamente por otros sitios; no se están cumpliendo las disposiciones del Poder Ejecutivo de cerrar el paso fronterizo. Hay personas que se trasladan ilegalmente”.
En esa línea se expresó también una calificada fuente gubernamental, dijo a LA NACION: “La frontera es un colador, y las fuerzas federales trabajan de forma aislada, enfocadas en lo que les interesa, que es encontrar droga en un control de ruta. En Aguas Blancas hay diez gendarmes por cada turno, y lo mismo en Salvador Mazza”.
La fragilidad del operativo de protección civil desplegado en este límite internacional a mediados del año pasado para evitar la propagación del Covid-19 en la región quedó expuesta así en los últimos días, cuando los contrabandistas pretendían retomar el pasaje ilegal de carga y de personas a través del Bermejo. En el puerto de los gomones y los barquitos -llamados ‘chalanas’, en la jerga de la zona- las personas parecían asustadas, expectantes.
De pronto, cuando comenzaba a caer la tarde del viernes, un contrabandista anunció que comenzarían a cruzar. Así que las personas salieron del pequeño monte que está junto al puerto sucio e ingresaron, siempre en fila, al río. Parecía una lenta procesión hacia un islote de arena donde estacionaban los pocos gomones que se atrevían a navegar.
Allí, un joven boliviano de 31 años llamado Gari, explicó: “Hay que fijarse cómo cruzar, porque la seguridad te la brindan los dueños de los barquitos; el gomón se hundió el miércoles pasado por descuido de los remeros”. Junto a él, una mujer que intentaba no mojarse demasiado, dijo: “No tenemos miedo porque ya está bajando el río, papito. Siempre muere gente cuando hay crecida”.
La intervención de la fiscalía federal a cargo de José Luis Bruno en la investigación de la tragedia corresponde en parte al territorio específico -un río que es frontera internacional-, pero también tiene que ver con el contexto crítico de la frontera, según comentaron funcionarios provinciales.
La barcaza que se hundió transportaba personas ilegalmente, en un puerto clandestino regenteado por organizaciones de contrabandistas. Y también operan en esos lugares narcotraficantes de distintas nacionalidades o procedencia, entre ellos, los miembros de un clan que vienen a buscar cocaína para transportarla hasta la ciudad de San Miguel de Tucumán, según comentaron vecinos consultados en Aguas Blancas.
Esta pequeña localidad golpeada por la tragedia es más silenciosa que Salvador Mazza, ubicada a pocos kilómetros hacia el este, donde los sicarios del narcotráfico imponen respeto con plomo, por ejemplo con el asesinato cometido el año pasado frente a la dependencia de la Policía Federal Argentina (PFA).
Sin embargo, aquí el contrabando y el narcotráfico dominan todo silenciosamente. Prueba de esto es que -tal como indican quienes conocen la zona- las crecidas del río son también tiempo de ajustes de cuentas y de arrojar cadáveres al cauce tanto en Bermejo, Bolivia, como en Aguas Blancas.
Por el momento, aún está bajo investigación la muerte de un hombre cuyo cadáver fue encontrado el jueves pasado en la costa del vecino país. La certeza es, por el momento, que no se trata de un pasajero de la barcaza hundida un día antes.
Más allá de las medidas restrictivas para la circulación, se trata de una red de pasos clandestinos enraizada a un sistema económico marginal donde los contrabandistas -con más recursos y personas que las fuerzas de seguridad- manejan las rutas y los horarios. Fue por este motivo que ni la pandemia de Covid-19 frenó por completo el engranaje del tráfico hormiga, y ese es el marco de la tragedia de los gomones.
Durante 2020, se registraron varias emboscadas a agentes federales. En uno de esos ataques murió una contrabandista en La Quiaca, Jujuy. Y en otro, una oficial de Gendarmería fue herida en el rostro luego de ser golpeada en grupo, salvajemente. Y el 20 de enero pasado, en Orán, un contrabandista que transportaba una carga de hojas de coca embistió con su camioneta un retén de Gendarmería Nacional, colisión que provocó graves heridas en un agente.
Contrabandistas, narcotraficantes y personas que se ganan la vida de la forma en que pudieron encontrar en esta caliente frontera esperan que un gomón los cruce de uno y otro lado para desafiar la corriente del río Bermejo, una zona que en estos días se volvió una trampa mortal para los bagayeros.
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