Córdoba. La Iglesia pidió cambios “profundos” para luchar contra la inseguridad y la violencia del narcotráfico
El arzobispo Ángel Rossi, desde la explanada de la Catedral de la capital provincial, llamó a los distintos credos y fuerzas políticas a unir esfuerzos “por el bien común de nuestra gente, el cuidado de todos y, especialmente, de los más débiles”; el acto tuvo lugar dos semanas después de un ataque armado contra una misión de un cura que ayuda a adictos y denuncia a los dealers
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CÓRDOBA. La Iglesia cordobesa se puso a la cabeza de una manifestación pública contra la inseguridad y el narcotráfico, a la que se sumaron los diferentes credos reunidos en el Comité por la Paz (Comipaz). Desde la explanada de la Catedral, en el corazón de esta ciudad, el arzobispo Ángel Rossi, pidió cambios “profundos”. En un duro mensaje, afirmó: “No es la consigna de ninguna facción, porque es la de todos. El tema central no es la tajada propia, egoísta, sino el bien común de nuestra gente, el cuidado de todos y, especialmente, de los más débiles”. Unas 400 personas lo escucharon y asintieron.
En la primera fila estuvieron funcionarios provinciales y el intendente y candidato a gobernador por el oficialismo, Martín Llaryora, además del viceintendente, Daniel Passerini. Los referentes de todos los partidos políticos fueron invitados a sumarse.
“Este grito, este anhelo, tampoco es exclusividad de ninguna religión. Es un lugar sagrado que nos une a todos los credos, es un templo común, donde hay lugar también para quienes no profesan ninguna fe, donde descalzamos el alma, juntamos las manos, donde lloramos y rezamos. Nos duele y nos llena de impotencia ver a nuestros niños y jóvenes ser víctimas de la miserabilidad de unos pocos”, añadió.
Esta es la segunda vez que la Iglesia de Córdoba hace una convocatoria de este tipo con eje en una problemática de la provincia; la anterior fue en 1996, en pleno conflicto educativo con el gobierno provincial.
El ataque armado contra la misión del padre Mariano Oberlin, un cura que desde hace años intenta rescatar a jóvenes adictos de las garras de las redes del narcomenudeo, a las que denuncia sin pausa, a pesar de las presiones, fue clave para la decisión de la Arquidiócesis de Córdoba de convocar a todos los credos y a todos los partidos políticos a concentrarse frente a la Plaza San Martín.
Por supuesto, Oberlin estuvo en la convocatoria, quien destacó que es “importantísimo sentir el apoyo del Arzobispo” y enfatizó que la idea “no es acusar a nadie, sino visibilizar los problemas, que estas cuestiones salgan a luz”. La convocatoria se inició con los testimonios de dos jóvenes que luchan contra las drogas.
El 14 de marzo pasado, sicarios dispararon “al voleo” hacia las instalaciones de una granja y centro de rehabilitación que la fundación que Oberlin tiene en la zona de Campo de la Ribera. Lo curioso es que a poco más de 50 metros del lugar hay un puesto policial y quienes realizaron el ataque, desde un auto que llevaba puesta la patente de otro vehículo afincado en Buenos Aires, pasaron por delante de los uniformados, que nada hicieron para detenerlo.
Luego de ese ataque, el arzobispo Rossi, fue enfático en condenar la balacera y los permanentes hostigamientos y amenazas que Oberlin viene recibiendo desde hace años por proteger a los jóvenes y a sus madres de las garras del narcotráfico. “Solemos decir que esto no es Rosario, todavía. Estamos en un momento donde casi depende de nosotros que esto no sea Rosario, pero si nos descuidamos va a serlo en tres meses, o ya lo es”, advirtió.
Desde el gobierno salieron al cruce de ese planteo y subrayaron: “Córdoba no es Rosario”.
Este lunes el jesuita sostuvo: “Algunos tienen, por supuesto, dada su función, más responsabilidad que otros en esta labor, pero de esta no zafa nadie. Somos conscientes que hay realidades que los ciudadanos del llano no podemos manejar, que superan nuestras modestas posibilidades: cuestiones de macroeconomías, de alta política, de juego de los poderosos, que ciertamente a la mayoría nos superan, pero que está al alcance de instituciones que sí pueden y deben administrar para el bien común”. Al resto, les pidió “hacer algo bajo la bandera de la solidaridad”.
“En todo caso, esta es una misión compartida: ‘Estamos todos en la misma barca’, nos lo recordó Francisco. Y es verdad. El problema es, como dice el padre Rafael Velasco, que mientras unos viajan en primera, otros van amontonados en la bodega”, añadió.
También describió que los “abuelos” en los barrios están “encerrados, sin poder salir a la vereda para compartir unos mates, producto del peligro que se instaló en la provincia”. El jesuita insistió en que los jóvenes –a los que definió como “víctimas de las drogas”– deben tener más “oportunidades”; manifestó que las escuelas deben volver a ser lugar de formación. “Nos desespera la deserción de los chicos en el colegio, las aulas despobladas, reemplazadas por una esquina del barrio o un rincón de la placita”, describió.
“Rezamos, juntamos las manos, pero después de juntarlas las abrimos para el servicio, para darlas, para meterlas sin miedo de que se ensucien, pero que se ensucien en el barro de nuestra debilidad y no en el fango de la corrupción”, dijo y reclamó que si los diferentes sectores, incluyendo la Iglesia, “no meten las manos”, los narcos “seguirán ganando”.
La convocatoria terminó con el canto del Himno Nacional y el grito “Argentina, Argentina”. Hubo banderas argentinas y no otro tipo de identificaciones sectoriales. “¡Basta de droga! ¡Basta de violencia!” fue el lema de la convocatoria.
Horas antes de la manifestación, los miembros del Comipaz se reunieron con el ministro de Seguridad, Julián López. Estuvieron el obispo Rossi, el rabino Marcelo Polakoff, el pastor Norberto Ruffa, el iman Jihad Sleiman, y la diácona María Pedicino y, según dijeron, conversaron sobre la preocupación social por la inseguridad y la problemática de las adicciones.
“Es muy importante escuchar la experiencia que tienen las organizaciones en diversos temas, particularmente la voz de todos los credos reflejada en esta mesa, habla de la visión integral que nos interesa tener en el Gobierno de Córdoba”, dijo López después de la reunión. También estuvo en el acto frente a la Catedral. Esta semana tendrá otras con diferentes instituciones.
No es la primera vez que Oberlin es amenazado o atacado. Casi poco después de su llegada, en 2010, a la parroquia Crucifixión del Señor, donde pronto advirtió que la droga era un problema serio en los barrios más pobres del oeste de la ciudad de Córdoba, como Müller y Maldonado. Tiempo después era una referencia para los vecinos honestos y un desafío para los deshonestos; él protegió a las “madres del paco” de los narcos que las amenazaban. Y comenzó a sacar a los pibes de las calles y montó las casitas que, con los años, se convirtieron en el centro de rehabilitación de jóvenes adictos de Campo de la Ribera.
Además de este ataque que impulsó la decisión de la Arquidiócesis de Córdoba, en las últimas semanas se sucedieron los reclamos por la inseguridad en distintos barrios de Córdoba. Las últimas dos zonas que reaccionaron fueron las cercanas a la Terminal de Ómnibus, donde una banda empezó a atacar robando mochilas y teléfonos móviles y Nueva Córdoba por “ataques pirañas” protagonizados por jóvenes. El Gobierno decidió que un cuerpo motorizado patrulle la zona.
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