El misterio de Pablo Barrios. A su familia le dijeron que se había suicidado, pero lo habían matado y tirado al río
El joven de 27 años fue hallado sin vida por pescadores y un vendedor ambulante en la ribera de Quilmes; la policía sustentó la teoría de la muerte voluntaria, pero la autopsia reveló golpes en todo el cuerpo, la asfixia mecánica y el movimiento del cadáver de un lugar a otro
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“Cuando me presenté a declarar en la DDI (Delegación Departamental de Investigaciones) de Quilmes los policías me dijeron en la cara que para ellos Pablo se había suicidado porque habían encontrado en la casa una carta donde decía que la vida no tenía sentido. Como soy abogada, les pedí que me mostraran el informe de la autopsia y así me enteré de que Pablo había muerto por asfixia mecánica, que tenía golpes contundentes en la cabeza y en las costillas, posiblemente hechos con un fierro, que, además, tenía las manos atadas con una soga y que el cuerpo había estado aproximadamente 70 horas en otro lugar hasta que lo arrojaron al río. Me acuerdo de que les dije: ‘¿En serio me están diciendo que Pablo hizo todo eso solo?’ Yo entiendo que no tengan ganas de trabajar, pero hasta para mí, que conozco la corrupción que existe, me pareció demasiado”, dice –denuncia– Ana Paladea, expareja de Pablo Barrios, el joven de 27 años que apareció muerto en la ribera quilmeña y por quien aún hoy, a casi once meses del macabro hallazgo, la familia y sus seres queridos siguen reclamando alguna respuesta.
El martes 11 de abril de 2023, Pablo salió de su casa en Claypole cerca de las once y media de la noche. Se sabe porque las cámaras de seguridad captaron el recorrido hasta lo que fue su destino final. En la filmación se lo ve confundido; va para un lado, vuelve, y cambia de dirección. Cuando se decide, sube al colectivo 160 y se baja en la avenida Monteverde, todavía en Claypole, desde donde toma el colectivo 266 hasta la estación de Quilmes. Habla con algunas personas que se cruza en la calle, posiblemente para preguntarles por una dirección. Allí mismo se tomará el tercer y último colectivo: el 85 hasta la ribera de Quilmes. Esa es la última imagen que se tiene de él. Tiene la capucha de la campera puesta y lleva una mochila. Merodea el club Pejerrey hasta finalmente perderse en dirección a la playa.
“Nosotros deducimos que en la playa se encontró con alguien porque la poca investigación que hizo la Policía Científica llega hasta ahí. Por la data de muerte que arrojó la autopsia, a Pablo lo mataron en las primeras horas del miércoles 12. Pero se lo llevaron de ese lugar porque el peritaje dice que el cuerpo estuvo al menos ocho horas sumergido en las aguas del río y a él lo encontraron recién el sábado 15 de abril. Nuestra hipótesis es que a Pablo lo tiraron al río el viernes y la sudestada lo devolvió el sábado a la mañana, cuando lo encontraron unos pescadores y un hombre que caminaba por la costa buscando metales”, reflexiona Ana.
“El río es un lugar donde cualquiera puede descartar un cuerpo”
Hacía un tiempo que Pablo y Ana no eran más pareja, pero entre ellos había quedado una relación de amistad después de un noviazgo de cuatro años. “Lo había visto diez días antes de la noticia de su muerte en la verdulería del barrio; jamás pensé que alguien como Pablo podía tener un final así. Era un ser humano excelente, siempre dedicado al prójimo”, destaca la mujer.
Pablo tenía siete hermanos y a sus padres vivos. Todos los fines de semana cumplía servicio en un grupo scout. El martes que salió por última vez de su casa (que compartía con su mejor amigo) se había ausentado de su trabajo en el supermercado Carrefour de Quilmes, donde hacia tareas de limpieza y mantenimiento.
“Para nosotros es muy difícil saber qué le pasó a Pablo porque no tenemos a la Justicia de nuestro lado. La fiscal (en referencia a Karina Gallo, quien subroga la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N°2 de Quilmes) no tiene noción de la causa; cuando hicimos la primera marcha no sabía ni que se trataba de un crimen. Jamás me atendió, solo hizo promesas. Como abogada me permito cuestionar su idoneidad. Ella misma debería cuestionarse si seguir ejerciendo como fiscal”, se queja Paladea, y argumenta: “Una de las presentaciones que hice fue la apertura de la línea telefónica y de las antenas, porque su celular nunca se encontró. En una de las cámaras se ve a dos pescadores que bajan a la playa cargando un bulto en un carro y después se los ve saliendo sin ese bulto. En su momento los allanaron y les habían encontrado sogas que podían ser peritadas, pero nunca están los resultados, no tenemos nada de todo lo que fuimos solicitando”.
La mujer está convencida de que la víctima salió para encontrarse con alguien que conocía de antemano porque “se cuidaba mucho, era muy introvertido, frecuentaba siempre a la misma gente” y porque “en el último tiempo seguramente sufrió mucho, estaba siendo presionado, probablemente amenazado”.
Tampoco tiene dudas de que lo mataron “entre dos o tres personas” porque Pablo “era alto y grandote” y “uno solo no pudo haberlo agarrado desde atrás y asfixiarlo”, como se desprende de la autopsia.
“Lo que queremos –concluye– es que la Justicia avance en la investigación, queremos saber qué pasó con Pablo y que se encuentre a los responsables de robarle la vida. Aunque parezca que nadie quiere investigar, aunque sepamos que Quilmes es un lugar de mucha corrupción y delincuencia, y que el río es un lugar donde cualquiera puede descartar un cuerpo sin consecuencias, nosotros no vamos a parar de exigir justicia, no vamos a parar hasta saber por qué mataron a Pablo”.
Una carta conveniente para la teoría del suicidio
Hasta ahora, tanto la familia de Pablo Barrios como Ana Paladea, motor del seguimiento de la causa, habían acordado no revelar la carta que dejó la víctima y que, en un principio, hizo pensar a los investigadores que se había tratado de un suicidio.
“En esa carta, dirigida al amigo que vivía con él y al que conocía desde la infancia, dice que se despide porque la vida no tiene más sentido. Incluso, deja su contraseña de Gmail escrita para que leamos sus correos personales. Hemos pedido el peritaje de la carta, pero como ocurre con todas las demás medidas que hemos solicitado, no tuvimos ninguna respuesta. Creo que la policía usó la carta como cortina para tapar todo lo que sucedió”, se lamenta Ana.
“Junto con los papás de Pablo –continúa– decidimos que no queríamos hacerla pública para no exponerlo, pero con el paso del tiempo y al ver que la investigación no avanza en ningún sentido acordamos que lo íbamos a contar para ver si ayudaba en algo. Es que no sabemos qué más hacer para que la Justicia haga su trabajo”.
“Desconozco las circunstancias en que tomó la decisión de ir esa noche a la ribera de Quilmes para encontrarse con las personas que seguramente lo mataron; lo único que sé es que lamentablemente me tocó leer la autopsia y ver lo que sufrió, imaginar cómo fueron sus últimas horas”, dice Paladea, que agrega: “En los primeros meses hicimos marchas frente a la fiscalía, vigilias, suelta de globos, cortes de calles, pero, en el último tiempo decidimos parar porque a la fiscal Karina Gallo le molesta y nos manda a la Infantería y la Gendarmería. Ahora nos dedicamos a hacer el duelo. Ahí es cuando te rompés, parás y te das cuenta de lo que estás viviendo. Yo estoy en contacto con los hermanos de Pablo y entre todos decidimos no involucrar a los papás, que ya son muy mayores. Entre nosotros nos pusimos la causa al hombro, pero todo es muy complejo. La Justicia hoy mete preso a alguien porque robó a un comerciante y mañana lo ves suelto. Este no es el primer cuerpo que se encuentra en el río y, lamentablemente, tampoco va a ser el último”.
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