El misterio de la yogurtera encendida y la enigmática visita que esperaba el ingeniero asesinado en el country La Delfina
La empleada doméstica que trabajaba en la casa de Roberto Eduardo Wolfenson Band dijo que la víctima tenía programada una cena para el 22 de febrero pasado, el último día que fue vista con vida
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Rosalía Soledad Paniagua fue la última persona que vio con vida a Roberto Eduardo Wolfenson Band, el ingeniero estrangulado en su casa del country La Delfina, en Pilar, antes de que lo mataran. Era la empleada doméstica de la víctima y sostuvo que el 22 de febrero pasado, un día antes de que fuera hallado el cadáver, Wolfenson Band le pidió que limpiara el horno porque iba a cocinar. “Me dijo que tenía que preparar la cena porque tenía una visita”, sostuvo la mujer al volver a declarar como testigo. Para los investigadores, la compañía que esperaba era alguien que vivía en el barrio privado.
Así lo pudo reconstruir LA NACION de fuentes judiciales. Paniagua declaró anteayer ante el fiscal de Pilar, Germán Camafreita, funcionario a cargo de la investigación. Se trató de su cuarta testimonial.
Paniagua hizo un repaso de todo lo que sucedió entre las 8 y las 13.53 del 22 de febrero pasado, es decir, de las horas en las que trabajó en la casa de la víctima. Lo primero que contó es que sus días laborales en la propiedad situada en el lote 498 del country La Delfina eran martes y jueves.
“La empleada doméstica sostuvo que cuando ella llegó, el ingeniero preparaba yogurt en una máquina que estaba en la cocina. Y que al mediodía le dio para probar, pero le dijo que todavía no estaba hecho. No es un dato menor, porque el 23 de febrero pasado, cuando fue hallado el cuerpo de la víctima, la máquina todavía estaba encendida”, explicó un detective judicial.
La información para los investigadores es importante porque podría hacer cambiar la data de muerte. Hasta el momento, por los datos que surgieron en la autopsia, se cree que Wolfenson Band fue asesinado en las primeras horas de la tarde del 23 de febrero pasado. Es decir, después del mediodía.
“La elaboración del yogurt podía demandar unas ocho horas. ¿Por qué no fue apagada la máquina? Puede ser que al ingeniero lo hayan asesinado cuando todavía no había terminado de hacerse el yogurt y por eso la máquina quedó encendida”, especuló un investigador.
En una anterior declaración, Paniagua había contado un detalle que no pasó por alto para los investigadores: el día que encontraron muerto al ingeniero vestía la misma ropa con la que estaba vestido el jueves 22 de febrero cuando ella trabajó en la casa: una chomba anaranjada, pantalón tipo jogging azulado y calzaba unas Crocs.
Ese dato se sumó a lo que contó un amigo de la víctima que se presentó espontáneamente a declarar y afirmó que el ingeniero “era una persona muy prolija y coqueta y que para él es muy poco probable que dos días seguidos se vistiera igual”.
La hipótesis de que el asesino o asesina podría haber sido la visita que esperaba el ingeniero ya había surgido durante los primeros días de investigación ante la primera declaración de Paniagua, pero después perdió fuerza porque el hijo de la víctima, Esteban, sostuvo que su padre se podría haber referido a él, que tenía pensando ir el fin de semana.
“Pero en su nueva declaración, Paniagua no dejó lugar a dudas de que Wolfenson Band dijo que su visita iba a ir a cenar el jueves 22. Por la guardia de ingreso nadie se presentó para ir a la casa de la víctima. Entonces, casi con seguridad, la visita debía ser alguien del country″, sostuvieron las fuentes consultadas.
Antes de que terminara la declaración de Paniagua, la mujer, el fiscal Camafreita y sus colaboradores repitieron el recorrido que hizo la empleada doméstica desde que se fue de la casa de la víctima hasta la parada del colectivo 228.
“Paniagua se fue a las 13.53 y espero el colectivo hasta las 14.04. La información coincide con los datos aportados por la empresa de transporte sobre el horario que el 22 de febrero pasado circuló un interno de la firma por las cercanías del country”, sostuvo un investigador.
Según la autopsia, el ingeniero fue ahorcado con un elemento fino, una soga o una tanza. Otra de las revelaciones de la necropsia es que Wolfenson Band intentó defenderse; tenía lesiones en brazos y mano, además de un corte en la parte posterior del cuello.
Las lesiones descriptas por la médica forense Silvina Aguirre del Cuerpo Médico Forense (CMF) de Policía Científica de San Isidro, son “varios surcos de ahorcadura delgados, como si hubiera habido un ‘tira y afloje’, y lesiones de defensa, que también son compatibles con que la víctima luchó e intentó aflojarse el lazo con el que lo estrangulaban”.
En ese sentido, el protocolo de autopsia describe lesiones cortantes en la palma y en cuatro de los dedos de la mano izquierda que tienen entre 0,5 y 1 milímetro de profundidad.
Una fuente judicial citada por la agencia Télam reveló que la autopsia también detalla que “hay un corte grande en la nuca, de unos 7 centímetros de largo”, que ahora se investiga si fue producido por el mismo elemento fino y filoso con el que lo estrangularon o con otro tipo de elemento.
El cuerpo presentaba golpes en la cara, más precisamente en una ceja, la frente y hasta un corte en un pómulo, un fuerte golpe en la nariz y un corte interior producto de otro golpe en la boca, con una lesión en la parte interna de una de las mejillas.
El cuerpo de la víctima apareció tirado en el dormitorio de servicio, “boca arriba, contra un rincón y con la cabeza abajo de un radiador”.
A partir de pasado mañana comenzarán a declarar ante el fiscal Camafreita los familiares de la víctima: Esteban y Laura Wolfenson; su pareja, Graciela Orlandi, y los dos hijos de la mujer.
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