El fin de los 33 Orientales: una huella en un cuchillo, clave para atrapar a una banda de escaladores que robaba departamentos
Detectives de la Policía de la Ciudad detuvieron a cuatro delincuentes acusados de varios golpes en Parque Chacabuco y Caballito; amenazaban a sus víctimas con cortarles los dedos para que les dijeran dónde guardaban dinero y joyas
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Germán M. vive en el séptimo piso de un edificio situado en Parque Chacabuco. Una noche, a las 20.45, cuando estaba por cenar, fue sorprendido por un delincuente. “¡Tirate al piso, tirate al piso!”, le gritó, antes de maniatarlo con precintos plásticos. Segundos después, dos cómplices entraron por el balcón. Le revolvieron todo el departamento. No encontraron nada, pero uno lo obligó a levantarse y lo llevó hasta el dormitorio. Bajo amenazas, Germán M. le entregó 2000 dólares y 100 euros que tenía dentro de una lata escondida en el placar. Pero ese botín no los conformaba: querían que les dé más. Lo golpearon y lo intimidaron con un arma de fuego. Uno de los asaltantes tomó un cuchillo de la cocina, se lo apoyó a Germán M. en la mano derecha y amenazó con cortarle los dedos. Lo lastimaron. Finalmente, tras esa escena de terror, los ladrones se fueron con varios objetos de valor que guardaron en una mochila. Antes, a la víctima le taparon la boca con un chaleco de lana y una cinta de embalar.
En su momento, los ladrones no le dieron importancia, pero habían cometido un error que, al cabo, los depositó tras las rejas: dejaron abandonado el cuchillo utilizado para amenazar a la víctima, de donde se pudo levantar una huella que permitió identificar a uno de los integrantes de la banda y a partir de él, a sus cómplices.
Si bien a la banda, conocida como los 33 Orientales, le adjudicaron tres hechos ocurridos entre diciembre de 2021 y mayo de 2022, no se descarta que hayan protagonizado más de 20 robos, según fuentes judiciales.
Así lo informaron a LA NACION fuentes judiciales y policiales que participaron de la investigación. El primer sospechoso detenido, identificado por las fuentes consultadas como B. T. M., de 19 años, ya fue procesado con prisión preventiva por la jueza en lo criminal y correccional porteña Alejandra Provítola, a cargo del expediente.
Provítola procesó a B. T. M. por los delitos “de asociación ilícita en calidad de miembro, robo agravado por haberse cometido con arma de fuego y escalamiento, en poblado y en banda, tenencia de arma de guerra, privación ilegítima de la libertad, amenazas agravadas por la utilización de armas, lesiones leves y encubrimiento agravado por tratarse de un delito especialmente grave” y le trabó un embargo sobre sus bienes hasta cubrir la suma de 900.000 pesos.
La investigación estuvo a cargo de la División Robos y Hurtos de la Policía de la Ciudad, con la colaboración de la Unidad Fiscal Especializada en Investigación Criminal Compleja (Ufecri), a cargo de José María Campagnoli. En el expediente, el Ministerio Público también está representado por el fiscal Juan Pedro Zoni.
“En el departamento de Germán M. se secuestró el cuchillo utilizado para amenazar a la víctima. Se logró levantar un rastro. Se obtuvo una huella para cotejo”, dijo a LA NACION un detective policial.
A partir de esa huella se le pudo poner nombre y apellido a uno de los sospechosos: vivía en un inmueble de Neuquén al 700, en Caballito.
Con las pruebas reunidas, la jueza Provítola ordenó la detención y el allanamiento de la casa del sospechoso. “En el procedimiento, en un doble fondo del placar de la habitación de B. T. M., fueron secuestrados precintos plásticos, armas de fuego y otros elementos de valor para la causa”, dijo una fuente policial.
Pero, sin dudas, lo más valioso para los investigadores fue el secuestro del teléfono celular que tenía B. T. M., que terminó siendo clave para identificar a tres de sus cómplices.
“El peritaje del teléfono celular permitió recuperar mucha información, como mensajes de WhatsApp con otros integrantes de la banda”, explicó una calificada fuente de la pesquisa.
Para los investigadores fueron de vital importancia los chats enviados en un grupo de WhatsApp bautizado “33 Orientales”, donde se hablaba de los posibles golpes y de objetos de valor para vender.
“No era una banda improvisada. Para cada robo hacían la inteligencia previa. Llegaron a estudiar a sus víctimas por 24 horas. Elegían como blanco a personas que, generalmente, vivían solas. En los departamentos entraban por los balcones, por escalamiento”, dijo una fuente del caso.
En uno de los robos, los ladrones estuvieron en la casa de su víctima durante tres horas. Fue el 28 de mayo pasado. “Ingresaron en el domicilio de la damnificada por la ventana del patio interno y, una vez dentro, le taparon la boca con cinta, mientras que le ataron los pies y manos con precintos plásticos”, consta en el expediente judicial.
En ese caso, a la víctima no solo amenazaron con cortarle los dedos, sino que también intentaron quemarle las plantas de los pies para que les entregara más dinero. Se alzaron con un botín de 500 dólares y 50.000 pesos.
“Existió en autos un acuerdo entre dos o más personas para organizarse durante un tiempo cierto, durante el cual el imputado [B. T. M.] actuó en el marco de una clara división de tareas, encargándose en primer lugar del ingreso a los edificios, ya sea copiando las llaves del hall o haciéndose pasar por un propietario, para luego ingresar por el balcón de los arraigos y hacer entrar a sus cómplices, consiguiendo así los elementos necesarios para concretar el plan, con diferentes roles al momento de su ejecución”, sostuvo la magistrada en la citada resolución.
Para la jueza Provítola este sospechoso tuvo “un rol diferencial jerárquico”.
La investigación no terminó, se está en busca de determinar cuántos robos protagonizó la banda.
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