Crimen de Villa Gesell: un caso que salta por encima de la grieta


La conmovedora imagen de Graciela Sosa, parada sobre el escenario y pidiendo justicia, su rostro arrasado por las lágrimas y ella toda devastada por el dolor insondable de la muerte de un hijo, hace efecto rápidamente en decenas de miles de hombres, mujeres y jóvenes que la miran, desde la calle en la plaza del Congreso. Esa angustia tan elocuente, tan expansiva, golpea en el pecho de millones de ciudadanos que asisten a ese instante allí mismo y al otro lado de las pantallas de TV, en sus casas o en sus trabajos.
Ese momento condensa todo: el cruel homicidio de Fernando Báez Sosa y el drama de sus padres, desposeídos hace un mes de lo más preciado que tenían, encolumna a la inmensa mayoría en un reclamo que no admite grieta, que salta por encima de ella. Que interpela al Estado y a la Sociedad.
En un mes, el crimen de Villa Gesell, el asesinato de un joven a manos de otros como él, un ataque sin otra motivación que causar daño para reivindicar una absurda supremacía -pelear para "ganar"-, calaron hondo. El caso se volvió una usina de consumo informativo, pero también fue -es- motivo de conversación. En la mesa familiar, entre amigos, generó un debate que no exige victorias discursivas sino diagnósticos y soluciones. Reclama abrir los ojos y abrir las mentes.

La marcha es el emergente de un crimen horrendo que galvaniza la indignación ante una injusticia -la muerte absurda de un joven solidario, generoso, esencialmente bueno- y marca un camino que excede a una sola víctima. En sintonía con el leit motiv de la manifestación que colmó la histórica plaza, el fin de la violencia (la que arrebata vidas, pero también la que roba la tranquilidad y la paz de los ciudadanos con un efecto de goteo que ya rebalsa el vaso) fue el pedido, cristalizado en la imagen de Fernando, espejo de todas las víctimas y, ahora también, estandarte de todos.
Fue en Villa Gesell, hace un mes. Pero ese reclamo, esa exigencia de respuestas para vivir mejor, explotó ahora en el Congreso y resonó en todo el país.
Este caso interpela de forma muy especial. Hace 16 años lo hizo, con la misma fuerza, el secuestro seguido de muerte de Axel Blumberg: otra vida joven segada que movilizaba un "no va más" y una monumental concentración frente al Parlamento para, por fuera de toda bandera político-partidaria, reclamar cambios que pusieran freno a la barbarie del delito y la violencia.

Aquella manifestación histórica sacudió la modorra de los legisladores, de los políticos, de los jueces. Hubo reformas, marchas y contramarchas, y ese reclamo masivo de justicia y seguridad cayó en una profunda meseta. Hasta que el crimen en Villa Gesell, sus constancias y sus circunstancias, encendieron nuevamente la mecha. Otra vez, con el dolor de una muerte absurda como catalizador.
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