El desgarrador reclamo de la hija del empresario asesinado en Caseros: “Era el mejor papá”
Su padre, un comerciante de 61 años, murió de un balazo durante un asalto
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Los vecinos congregados a partir de las 19 en la puerta de la fábrica de algodón para pedir “justicia por Roli” y “seguridad” estallaron en un aplauso cerrado cuando Ana, esposa de Rolando Omar Villafañe, y sus hijas, Julieta y Lorena, llegaron a la manifestación y se fundieron en un abrazo que buscó ir más allá del consuelo. Por alguna razón, pese al dolor inconmensurable, sintieron que debían estar allí.
“¡Mi papá no se merecía lo que le pasó! ¡Vivía para trabajar! Era mentira que el arma no tenía papeles, ¡era todo legal! Solo se defendió a sí mismo, a su fábrica, a su familia. No me lo van a devolver nunca más, ¡pero, por favor, que se haga justicia!”, dijo, arrasada por el llanto, Julieta, su hija menor.
“Él se bancaba todo esto solo, venía a las 0.30 a trabajar y se iba a las cuatro de la tarde. Él era defensor de nosotras y del barrio, porque era un hombre bueno, humilde, laburador, todo el mundo lo conocía”, agregó la joven ante centenares de vecinos, los vecinos de toda la vida, porque Roli, como le decían, creció en esas calles.
“Estaba preocupado por la inseguridad, nosotras le decíamos que tuviera cuidado cuando entrara. Ahora tenemos que salir adelante porque él amaba esto. Yo tenía cuatro años cuando empezó la fábrica y él la siguió”, aseguró Ana, de cuyo padre Roli heredó el negocio, hace 40 años. Y fueron las únicas palabras que pudo decir ante LA NACION, el canal de noticias LN+ y otros medios que se hicieron presentes en la marcha.
Además, Julieta explicó que aún “no tienen noticias” de los asesinos y pidió que quienes tengan información lo comuniquen. “Necesitamos los datos de las cámaras. No puede ser que no aparezcan. Me llaman para darme el pésame, y ¿a mí quién me recupera a mi papá? Era la persona más humilde y sencilla. Luchaba para mí, para mi hermana, mis sobrinas, mi cuñado y mi mamá. Se bancaba todo esto solo. No puede ser. Queremos justicia, por favor”.
Recuerdos y reclamos
“¡Seguridad! ¡Seguridad! ¡Seguridad!”. “¿Cuántos más tienen que morir?”. “¡Ahora están con el tema de la droga en Puerta 8! ¿Y los laburantes?”. Esas eran algunas de las consignas que se escuchaban entre los cientos de personas que se congregaron allí en Ángel Pini entre Joaquín Spandonari y Martín de Álzaga para acompañar a las mujeres de la familia Villafañe, para pedir justicia por Roli y para reclamar respuestas del Estado ante la inseguridad que no para de crecer en la zona y en tantos otros puntos del castigado conurbano.
Había angustia, pero también bronca, la bronca que provoca la partida violenta de alguien a quien veían a diario levantar la persiana a la madrugada, ocuparse de la fábrica y, cuando podía, de ayudar a quien lo necesitara en su barrio.
Sin embargo, el reclamo de inseguridad es de larga data. “La zona se puso difícil antes del asesinato del carpintero al que mataron a balazos en la parada del colectivo, hace unos cuatro o cinco años, sin que le robaran nada. Dejaron agujeros en las paredes, que no eran de una 9 milímetros”, contó Octavio, un vecino de 82 años.
Otro vecino, Alfredo, recordó: “Yo me salvé en 2015, me abrieron la cabeza acá a dos cuadras. Si fuera ahora me pegan un tiro y no la cuento. Vivimos desamparados”.
“En el barrio últimamente se roban los picaportes de bronce para venderlos. Lo vemos por las cámaras y nos avisamos por un grupo de WhatsApp cuando vemos algo raro. No nos queda otra”, dijo Alcira.
Pero, aunque la inseguridad es omnipresente para los vecinos de en esa zona de Caseros, ayer, frente a la cortina metálica del galpón de Pini 5445 el foco estaba puesto en recordar a Rolando Villafañe. En esa cortina gris, ahora cerrada, pegaron carteles que pedían “justicia por Roli”.
“La fábrica era su trabajo de toda la vida, que heredó de su suegro, pero también más que eso, era su lugar, donde se sentía bien”, cuenta María Teresa, vecina y amiga de la familia. Lo conoce de hace tanto tiempo que su hija es madrina de Julieta, la hija menor de Villafañe.
“Roli era muy servicial y solidario. Le gustaba la pesca, tenía su bote en San Clemente, adonde amaba ir, porque había bajada al mar para salir a pescar. Ahí lograba desconectarse de su trabajo, al que le dedicaba la vida”, agregó.
Octavio, que llegó de Italia en 1955 junto a su madre y sus hermanos, y que desde entonces vive en el barrio, en la esquina de la fábrica, también destaca esa pasión que Roli tenía por la pesca: “Era un fenómeno, muy divertido. No se embroncaba nunca, no como yo que soy tano. Y eso que cuando uno va a pescar o cazar con amigos se pelea y dice ‘che, le tiraste mal, qué haces’. Él nunca, siempre estaba de buen humor”.
Otra vecina confió: “Roli era un laburante, trabajaba desde los 17 años. Excelente persona, pero no por eso de aquellos que se dejan pasar por encima. Fue abuelo hace cinco días y cuando pase por el local me contó que no quería trabajar más. Me dijo ‘yo no pude disfrutar a mis hijas, ahora quiero poder disfrutar a mis nietos’”.
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