El crimen en Palermo. Un testimonio, un cuchillo y la espera de una delación, qué se sabe del asesinato de Mariano Barbieri
Fue inhumado el cuerpo del ingeniero y sus familiares reclaman justicia
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El cuerpo de Mariano Barbieri fue inhumado ayer en el cementerio municipal de San Fernando, en una ceremonia familiar. Allí pudo verse la desgarradora imagen de la pareja de la víctima, Maricel González Flores, que sostenía en brazos a Luca, el bebé de dos meses que había tenido con el ingeniero asesinado. La mujer mantuvo el silencio en el último adiós. Algunas horas antes había encabezado al grupo que reclamó justicia frente a la sala donde se velaban los restos. Por ahora, hay pocas pistas firmes.
Los detectives que están detrás del asesino de Barbieri chocan en las últimas 48 horas con los limitados datos que disponen desde la noche del miércoles pasado. A las 22.45 de ese día, el ingeniero de 42 años cruzó la avenida del Libertado tomándose el pecho, ingresó en la heladería situada en la esquina de Lafinur y se desplomó mortalmente herido por una estocada que perforó el corazón. Tuvo unos instantes de lucidez en los que contó a empleados y clientes que había sido víctima del robo de su celular. En ese mismo momento se supo de qué se trataba el caso en una de las zonas más importantes de Palermo. Pero tardaron en buscar pistas. Incluso, la prueba más segura por ahora es el cuchillo de cocina que un periodista encontró en la Plaza Sicilia... nueve horas, al menos, después del crimen.
Ese cuchillo tiene manchas de sangre. Aquello que podía observarse a simple vista lo confirmó el viernes una prueba de laboratorio. Y ahora se aguarda el resultado de una comparación de esa muestra con el ADN de Barbieri. Si se logró tomar una huella de esa cuchillo o de la manta y de la mochila que fueron hallados pasado el mediodía del jueves en Plaza Sicilia, aún no se sabe. Un testigo, la persona que había llamado en el momento del hecho al 911, describió al agresor. Detalló que tenía unos 30 años y llevaba un buzo rojo. Los investigadores siguen en busca de definir la ruta de escape usada por una persona de esas características. Los sistemas de videovigilancia aportaron, hasta ahora, pocas precisiones sobre el criminal.
Los detectives mantienen la vista en las cámaras de seguridad. Y esperan el dato que aporte claridad a la pesquisa, como en tantos otros casos: una delación.
El arma que habría sido utilizada en el mortal ataque es un clásico cuchillo tipo serrucho usado simplemente para comer. Eso implica una posibilidad clara, que el agresor portase ese elemento no solo como arma, sino principalmente como utensilio de cocina. Y en ese caso la mirada se colocaría en las ranchadas. Eso piensan los vecinos que fueron consultados en recorridas realizadas por LA NACION en la zona del crimen. La ranchada es el agrupamiento en un punto específico de varias personas en situación de calle. Hay varias ranchadas en esa zona y en todo Palermo.
Los detectives policiales indicaron que, incluso, cuando los perros rastrearon la huella olfativa del ingeniero asesinado llegaron no solo a la posición donde estaba una frazada, sino que también avanzaron hasta una ranchada de seis personas. Fueron identificadas, contaron los investigadores. Tanto como puede identificarse a una persona en situación de calle, que por lo general no porta DNI y menos aún puede fijar un lugar de residencia. Suponen que allí no estaba el asesino, pero de esas ranchadas podría salir un dato sobre un sospechoso que sea menos genérico al de un hombre de unos 30 años y buzo rojo, informe que aportó el testigo del ataque.
Los peritos establecen que la huella olfativa de Barbieri se transfirió a su agresor y que este pasó el rastro a las cosas que tocó y los lugares que estuvo, todo al alcance de los perros adiestrados. Pero hasta ahí llega esa posibilidad. Las cámaras de seguridad no parecen aportar por el momento mayor resolución a esta pesquisa que empezó mal. La noche del miércoles no se aseguró el perímetro que había recorrido la víctima, ya herida. La aparición del cuchillo -por ahora potencialmente el arma homicida- es casi una casualidad. Por eso los investigadores confían en la irrupción de un dato decisivo a partir de alguien que se quiebre o alguien que delate a un conocido o amigo de amigo. Muchos casos de resuelven de esa manera que reorienta recursos hacia un blanco específico.
Por ahora, la causa cuenta con un testimonio importante, elementos a peritar (el cuchillo, la manta, la mochila) y alguna posibilidad de trazar una ruta de fuga con cámaras de seguridad. Pocas pistas firmes.
En un primer momento, los investigadores prestaron más atención a otras circunstancias. El hecho que Barbieri no fuese del barrio -estaba alojado desde unos días antes en la casa de un amigo en ese sector de Palermo- y su presencia en la oscuridad de Plaza Sicilia -”una boca de lobo”, según definieron los vecinos- los llevaba a pensar en algo más que un robo. A veces es más justificable que sea algo complicado antes que una cosa simple. Pero no, el ingeniero -que jugaba handball en Sociedad Alemana de Gimnasia-Los Polvorines)- estaba allí nada más que porque había luna llena. Su pareja y madre del hijo de dos meses que no conocerá a su padre, Maricel González Flores, y el hermano de la víctima, Fernando Barbieri, coincidieron que Mariano hacía lo que se llama meditación de la luna. Una experiencia de relajación, de recarga de energía espiritual, con algún punto de contacto con el Yoga o técnicas similares. Los investigadores pueden haberse quedado sin su misterio central. Ese que les demandó bastante tiempo.
Después de 72 horas no se pudo fijar un sospecho real. Y por el momento no se pudo seguir la pista del teléfono robado a Barbieri. “Tenía un celular de mierda, todo roto”, contó la pareja de Barbieri para exponer el insignificante botín que provocó la muerte del ingeniero. Posiblemente, el agresor observó cuando la víctima hablaba con ese teléfono. Minutos antes de ser apuñalado Baribieri se había comunicado con su pareja, habían hablado sobre el llanto de Luca, de los problemas del bebé para dormir. Fue la última comunicación que registra ese aparato.
Los investigadores están atentos al momento en que se prenda nuevamente. Quien lo active podría no saber a quién pertenecía ese aparato. El robo de celulares se alimenta de la falta de preguntas de los compradores en mercados informales.
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