El crimen del padre Coqui. Condenaron a 21 y 22 años de cárcel a los asesinos del párroco de un pueblo del sur cordobés
El homicidio del sacerdote Jorge Vaudagna ocurrió en octubre de 2020, en un intento de robo cuando regresaba en camioneta a la iglesia de Vicuña Mackenna; un barbijo tirado permitió detectar a uno de los delincuentes y posibilitó la excarcelación del primer “perejil” detenido en la causa
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CÓRDOBA. Poco antes de cumplirse tres años del asesinato del cura párroco de Vicuña Mackenna, ciudad situada 300 kilómetros al sur de esta capital, la Justicia provincial condenó a 21 y 22 años de cárcel a los dos autores del homicidio. Los asaltantes atacaron al sacerdote Jorge “Coqui” Vaudagna en la casa parroquial, al lado de la iglesia. El veredicto fue dictado por jurados populares.
El crimen, que conmocionó a Córdoba, ocurrió el 27 de octubre del 2020 a las 20.40, cuando Vaudagna, de 59 años, regresó a la casa parroquial, al volante de una camioneta, después de haber dado una misa a través de Zoom, en plena pandemia por el coronavirus. Esa noche, un vecino vio a dos hombres que huían después de haber disparado y causado la muerte del cura. Fueron dos tiros a quemarropa: uno en el hombro y otro, en la nuca.
En la causa estuvieron imputadas dos personas, un menor de edad y Guillermo Nicolás Arias, un joven que había salido a comprar cigarrillos y al que la policía echó mano, urgida por el reclamo popular de respuestas por el asesinato del padre Coqui. Arias, que pasó varios meses preso hasta que el análisis genético lo exculpó, por lo que quedó sobreseído en septiembre de 2021.
Pero el posterior hallazgo de un barbijo en la escena del crimen abrió el camino que condujo a los homicidas: Enrique Tedesco, de 48 años, y Víctor Agüero, de 50, fueron detenidos en San Luis en abril de 2022, acusados de homicidio en ocasión de robo, agravado por el uso de arma de fuego.
El ADN hallado en el barbijo hallado en la casa parroquial, en cuya entrada fue acribillado Vaudagna, resultó clave para dar con Tedesco, cuyo perfil genético coincidía con el de los restos hallados en la tela del tapabocas. También se identificó el lugar donde se había fabricado el barbijo, lo que condujo a los invesstigadores a situar a los sospechosos en San Luis. Luego, también se logró establecer la participación de Agüero en el crimen.
La autopsia del cuerpo del cura confirmó que recibió dos disparos, uno en la parte superior del tórax y el otro en la base del cuello. El primero quedó alojado en el hombro, mientras que el otro, con orificio de salida, lesionó varios vasos de la zona. Vaudagna también sufrió un fuerte golpe en su rostro.
Según algunos testimonios incorporados en la causa, el cura imploró a los ladrones que no lo mataran. Los delincuentes habrían intentado amordazarlo, ya que en una de sus manos tenía atado un pedazo de tela, parte de la estola que se utiliza en las misas, y que acababa de ir a buscar a la casa de una vecina, que se la había lavado.
Junto al cuerpo de Vaudagna –que quedó en la parte posterior de la camioneta Toyota que usaba para trasladarse– se encontró una pistola calibre .22, dos casquillos y el barbijo que permitió situar a Tedesco en la escena del crimen.
En la última audiencia del juicio, celebrada este jueves en los Tribunales de Río Cuarto, el fiscal de cámara Julio Rivero pidió 22 años de prisión para los dos acusados al considerarlos “coautores materiales y penalmente responsables de delito y homicidio en ocasión de robo agravado por el uso de armas de fuego”.
En la lectura de la sentencia estuvo el obispo de Río Cuarto, Mario Uriona. “Era un ‘curazo’, yo sentí muchísimo su pérdida. Era un hombre emprendedor, entregado al pueblo y un gran trabajador, con muchas ideas. De hecho, abrió un colegio que ahora es modelo en Mackenna. Por eso la pérdida realmente fue algo muy doloroso para toda la diócesis y lo único que uno quiere es justicia por el bien de la familia, sobre todo su mamá, pero también por la familia entera, la comunidad y la sociedad”, dijo a LV16.
“Coqui” Vaudagna era oriundo de la localidad de Sampacho y, desde hacía una década, se desempeñaba como párroco en la Iglesia San José, de Vicuña Mackenna.
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