“Lazos familiares”. Natalia Sandberg, la genetista que aplicó una novedosa técnica para encontrar por su ADN al asesino de Lola Chomnalez
La directora del Registro Nacional de Huellas Genéticas del Ministerio del Interior de Uruguay apostó por rastrear en las bases de detenidos y a través de segmentos de cromosomas de la línea materna encontró al hermano del femicida, paso previo a la captura de Leonardo Sena, condenado ayer
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“Mi motivación en todo esto fue la familia Chomnalez. Su caso me conmovió muchísimo”. Así lo expresó, en una conferencia de prensa, la genetista Natalia Sandberg, directora del Registro Nacional de Huellas Genéticas del Ministerio del Interior de Uruguay e ideóloga de la innovadora técnica con la que hace casi dos años logró identificar, a través de una compleja pesquisa de ADN, a Leonardo David Sena como el presunto homicida de Lola Chomnalez, la adolescente argentina asesinada el 28 de diciembre de 2014 en las arenas de Barra de Valizas.
Ese informe fue esencial para que el juez penal de Rocha, Juan Giménez Vera, condenara a Sena a 27 años y seis meses de prisión, al considerarlo responsable del homicidio agravado de la chica de 15 años que acababa de llegar a ese balneario del este uruguayo para pasar Año Nuevo con su madrina.
Por este mismo caso ya había sido condenado Ángel Eduardo Moreira Martínez, alias “El Cachila”, por encubrimiento. La Corte Suprema de Justicia de Uruguay confirmó el año pasado su condena a ocho años de cárcel.
“Esto surgió hace dos años. Fue un trabajo incansable de todo el equipo de la Policía Científica, del juez, Juan Manuel Giménez, y de los investigadores. En un primer momento, cuando surgió la idea, que hasta aquel entonces no tenía precedentes, lo consulté con distintos colegas de distintas partes del mundo y todos me dieron su apoyo. Eso me dio la confianza científica para hacer este hallazgo”, detalló Sandberg entonces.
Sandberg se planteó realizar una variación en las configuraciones de búsqueda del software del FBI utilizado por la Policía Científica uruguaya para cotejar los ADN criminales, cuya utilidad no era la de realizar búsquedas de familiaridad. La especialista y su equipo de criminalistas debieron encontrar las técnicas para “desafiar” al programa y, finalmente, dar con el acusado.
“Básicamente, la línea de investigación primaria surgió basándose en el principio de que hay familias de delincuentes en nuestra base de datos. Al día de la fecha tenemos más de 80.000 perfiles genéticos. Uno puede ver, desde el punto de vista genético, que hay familias enteras de los criminales. Entonces traté de usar eso que me aportaba lo que yo estaba viendo para poder convertirlo en un hallazgo genético”, explicó la directora del Registro Nacional de Huellas Genéticas.
Según detalló, desde un principio pasaron por todo tipo de frustraciones, porque no se daban los resultados esperados, sumado a que se trataba de un caso con un grupo familiar complejo en la mira, que lejos estaba de ser una familia tipo, por lo que los perfiles genéticos estaban incompletos. En ese sentido, la científica remarcó: “Lo más destacable es que nunca bajamos los brazos”.
Las muestras, que finalmente terminaron dando con la identidad de Leonardo David Sena, un hombre de 39 años con antecedentes por violencia de género en 2003 y violación en 2009, fueron las halladas en un rastro de sangre que dejó el presunto asesino en una toalla y en el DNI de Lola, encontrados en una mochila que llevaba la adolescente cuando le arrebataron la vida.
En un principio, las pruebas se cotejaron con la base de datos criminal del Registro Nacional de Huellas Genéticas, y no dieron ningún dato positivo en la comparación. Esto se debió a que la base de datos fue creada recién en 2011, cuando fue promulgada la ley, dos años después del último antecedente delictual registrado de Sena. Con posterioridad, aquellas muestras testigo se fueron comparando con los perfiles que iban ingresando al sistema.
Durante varios años, la causa se mantuvo en un letargo. Hasta que finalmente ingresó al registro un perfil genético que aparentemente tendría algún tipo de parentesco con este perfil “fantasma”. En un principio se recurrió a la búsqueda genética por la patrilínea, sin obtener buenos resultados.
Eso llevó a la genetista a plantear la búsqueda a través de la línea materna. De esta manera, los investigadores lograron dar con un perfil femenino, probablemente, de la madre de este individuo. Encontraron en la base de datos, ahora sí, a un hombre que estaba vinculado con un triple homicidio de prefectos en el Cerro Pan de Azúcar.
Una parte de la cadena cromosómica coincidía con el mapa genético desconocido hallado en la toalla y el DNI de Lola. Ese preso tenía la misma madre que el fantasma del caso Chomnalez. Estaban cada vez más cerca.
Contactaron a la madre de aquel preso conocido. La mujer aportó voluntariamente una muestra de sangre. El cotejo de ADN con el que dejó su sangre en las cosas de Lola dio positivo.
La mujer, que en el expediente figura como S.M.S.S., declaró ante la policía que había tenido 11 hijos, entre ellos, Leonardo David Sena. Dijo que lo dio en adopción y que desde chico él vivió con una familia en La Paloma o en Rocha. De esos 11 hijos, ocho eran varones, y tres tenían antecedentes, pero sus huellas de ADN estaban en el registro de Sandberg y ya habían dado negativo en el caso Chomnalez.
Finalmente, otro hecho fortuito allanó el camino: Sena denunció haber sido víctima de un delito en el Chuy, en la frontera con Brasil. La policía fue a buscarlo, él desmintió cualquier vinculación con el caso y se negó a dar una muestra para un examen genético. Pero se revisó su casa, se tomaron ropa interior y un cepillo de dientes y se obtuvo material para el cotejo de ADN. Y dio positivo.
“El hecho de haber dado con la persona fue realmente emocionante, principalmente en lo personal. Mi sueño era poder ver a la cara a los padres y decirle que yo y mi equipo lo dejamos todo en la investigación” expresó Sandberg.
Por otra parte, la genetista admitió que a lo largo de la investigación se mantuvieron con un “hermetismo total” y que fue un trabajo muy delicado y muy complejo. “La idea era no avivar a nadie. Ni siquiera los familiares tuvieron acceso a ciertos temas”, remarcó.
“Esto surgió hace dos años. Fue un trabajo incansable de todo el equipo de la Policía Científica, del juez y de los investigadores. El trabajo durante este tiempo implicó darme la cabeza contra la pared un millón de veces. Hubo de todo. Fue un proceso muy complejo que hoy podemos decir que lo hemos resuelto” concluyó.
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