Nunca hablaron públicamente, pero sus testimonios fueron clave para reconstruir la secuencia de la feroz golpiza en Villa Gesell ocurrida hace dos años; pese a que lo intentaron, no pudieron salvar a la víctima de las patadas asesinas; el dolor intacto de los padres del estudiante de Derecho y la vida en la cárcel de los acusados
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Nunca podrán olvidarlo. Fueron testigos del homicidio de su amigo. Estaban junto a él cuando la patota lo atacó por la espalda. Vieron cómo lo golpearon hasta dejarlo inconsciente en el suelo. Intentaron, pero no pudieron evitar las patadas que recibió Fernando Báez Sosa en la cabeza y en la cara. La víctima murió, “de forma casi instantánea”, por un traumatismo de cráneo.
A partir del 2 de enero del año próximo estarán nuevamente cara a cara con la patota asesina. Serán testigos clave en el debate donde serán juzgados Luciano Pertossi, de 20 años; Ciro Pertossi, de 21; Lucas Pertossi, de 22; Ayrton Viollaz, de 22; Máximo Thomsen, de 22; Enzo Comelli, de 21; Matías Benicelli, de 21, y Blas Cinalli, de 20, los ocho acusados de homicidio doblemente agravado por su comisión por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas en concurso ideal con el delito de lesiones leves.
“El primer masculino que le pegó a Fernando era alto, de 1,85 metros, de contextura robusta, cabello castaño oscuro, quien vestía una remera blanca, borcegos marrones y un pantalón aparentemente bordó o marrón. Creo que este masculino con el golpe lo sentó a Fernando. Ahí yo lo veo a Fernando de rodillas. Este muchacho lo golpeó a Fernando en el piso, le dio al menos tres patadas en la mandíbula. Ahí Fernando ya no respondía. Yo me quedo enfrente shockeado y veo a Fernando en el piso desvanecido, como en una posición fetal”, afirmó bajo juramento de decir la verdad Juan Bautista Besuzzo, amigo de la víctima.
El joven recordó que el grupo de amigos llegó en ómnibus a Villa Gesell el 16 de enero de 2020 y se hospedaron en el hostel Hola Ola. El fin de semana terminó en tragedia. Volvieron sin Fernando, que tenía 19 años y estudiaba Derecho.
Cerca de las 19 del 17 de enero decidieron que iban a ir a bailar a Le Brique, el boliche donde, sin saberlo, Fernando se iba a cruzar con sus asesinos. En la clásica disco de Gesell estaba la novia de la víctima, Julieta Rossi, con sus amigas.
Bailaron. Estuvieron en la zona del VIP y se sacaron fotos. Todo terminó abruptamente a las 4.40 cuando, según las declaraciones de los testigos, los patovicas sacaron a Fernando del boliche después de que intentara defender a su amigo Julián García que había sido agredido por un grupo de jóvenes, quienes también fueron echados de la discoteca.
“A los cinco minutos de estar ahí [afuera del boliche], charlando con los chicos sobre el motivo por el cual los habían sacado y sobre lo que había pasado adentro, es cuando aparece un grupo de jóvenes. Eran seis o siete. Nos empezaron a golpear a todos. Recibí un golpe en la boca, pero no fue nada, otros recibieron más que yo. Quedé aturdido porque fue en un oído [el golpe]. Fui enfrente a buscar a los de seguridad de Le Brique. Uno de los agresores decía textualmente ‘ahora qué pasa que estamos afuera’, como incitando la pelea”, sostuvo Julián, también bajo juramento de decir la verdad.
El testigo agregó: “Cuando me doy vuelta lo veo a Fernando en cuero [sic], tirado en el piso, y que le estaban pegando patadas, en ningún momento vi arma ni elemento alguno, eran piñas y patadas”.
Federico Raulera también estuvo en Le Brique. Era otro de los amigos de Fernando. Ninguno habló públicamente desde aquella pesadilla. En su declaración, recordó que le pedían a los agresores que se detuvieran. Sostuvo que el cobarde ataque duró entre dos y tres minutos. Afirmó que los atacantes se fueron cuando Fernando estaba inconsciente en el piso.
Tomás D’Alessandro Gallo también pudo contar lo que vio y cómo intentó evitar el terrible final: “Le pegaron golpes de puño, lo empujaron y tiraron al piso. Trato de defenderlo pegándole a algunos de los sujetos. En un momento a mí me empujan, me tiran al piso, pegándome patadas por el cuerpo, principalmente en la cabeza, y piñas en el cuerpo, creo que eran al menos tres personas las que me agredían a mí. Creo que eran, al menos, ocho sujetos masculinos los que nos agredían. Al levantarme, veo a algunos de mis amigos golpeados y a Fernando ensangrentado, con la cara muy golpeada, inconsciente. Otro de los agresores empezó a gritar ‘a ver si volvés a pegar, negro de mierda’, supongo que se refería a Fernando”. Fue él quien llamó al número de emergencias 911 para denunciar lo sucedido.
“Un plan criminal”
Para la Justicia no existen dudas de que existió un plan criminal. Así lo explicó la fiscal Verónica Zamboni en el requerimiento de elevación a juicio: “Los primeros cinco sujetos activos [sic] –Máximo Pablo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Franco Benicelli y Blas Cinalli–, previo acordar interceptar a la víctima y golpearla con el fin de darle muerte, en la vereda ubicada frente al lugar bailable Le Brique, abordan por detrás a Báez Sosa, aprovechándose de que el mismo estaba de espaldas e indefenso, y de esta manera, actuando sobre seguro, en virtud de la superioridad numérica y física, lo rodean, se abalanzan sobre él y comienzan a propinarle golpes de puño en su rostro y cuerpo, tanto a él como a sus amigos, producto de lo cual Fernando cae al suelo arrodillado y luego inconsciente –cumpliendo de ese modo con el plan premeditado, dividiéndose las tareas previamente pactadas–. Que inmediatamente, aprovechándose nuevamente del estado de indefensión de la víctima, con el fin de darle muerte y cumplir con el plan acordado, le propinaron allí en el suelo varias patadas en rostro y cabeza, causándole lesiones corporales internas y externas, las cuales provocaron su deceso en forma casi inmediata, al causarle un paro cardíaco producido por shock neurogénico debido a un traumatismo grave de cráneo”.
No solo los amigos fueron testigos del homicidio ocurrido entre las 4.41 y las 5 del 18 de enero de 2020. Otras personas que fueron a Le Brique también vieron el ataque en la puerta del boliche, como Tatiana C., quien aportó: “Fernando se acomodaba la camisa, que se la habían arrancado, cuando cruzaron dos chicos que le pegaron una patada de atrás, detrás de los cuales venían dos o tres más. Fernando cayó al piso y le empezaron a pegar entre esos dos, y luego vinieron un par más a pegarle. Empezaron a pegarle en la vereda y como que lo fueron arrastrando para el cordón”. La joven dijo que intentó interceder y que llegó a ver a la víctima muy mal. “Le pegaban como a una bolsa de papas”, graficó con elocuencia.
La testigo, bajo juramento de decir la verdad, recordó una frase que le quedó grabada. En pleno ataque, apareció otra persona, que cree que no pertenecía al grupo de agresores, y gritó: ‘dale matalo, golpealo’. Uno de los que le estaba pegando a Fernando se incorporó, lo miró y, mientras lo levantaba del cuello, le dijo ‘quedate tranquilo que me lo voy a llevar de trofeo’.
En el expediente, al que tuvo acceso LA NACION, los relatos de los amigos de la víctima son coincidentes. “Lo veo a Fernando en el piso, desvanecido, yo estaba a 15 metros, y ahí vi cuando le pegaban patadas en la panza y en la cabeza, todo fue piña y patada, no tenían arma alguna ni ningún elemento”, afirmó Federico Tavarozzi. Por su parte, Lucas Begide aseguró no haber identificado a quién pegó, pero sí recordó haber observado a su amigo en el piso con el rostro cubierto de sangre. “Apenas se movía”, describió.
La secuencia relatada por los testigos no deja lugar a dudas: cuando el joven estaba indefenso en el suelo, la violencia no cesó. “Primero le pegan trompadas y luego, cuando cae al piso, casi inconsciente, le empiezan a patear la cabeza”, reconstruyó otro de ellos, Luciano Bonamaison.
Los acusados, hoy
Los ocho jóvenes considerados coautores del homicidio de Fernando y de las lesiones que sufrieron los amigos están detenidos en la Alcaidía Departamental III de La Plata, en Melchor Romero. Antes habían estado alojados en la cárcel de Dolores, ciudad donde el año que viene se realizará el juicio, a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 1.
Pasan 21 horas del día encerrados en sus celdas. Solo tienen contacto entre ellos y no se vinculan con otros presos. “Tienen un poco de luz natural cuando salen al patio, tres horas por día”, dijo una fuente cercana a los acusados. Para la defensa, a cargo del abogado Hugo Tomei, las condiciones de detención son inhumanas y solicitó que sean mejoradas.
La causa fue elevada a juicio por el juez de Garantías de Dolores David Mancinelli el 4 de febrero pasado y el TOC N° 1 de ese Departamento Judicial puso fecha de inicio para el 2 de enero de 2023.
Con el dolor a cuestas
Los padres de Fernando, con la poca fuerza que les queda, renuevan el pedido de justicia a dos años del crimen. “Esperemos que haya una pena ejemplar para que podamos estar tranquilos. Deseamos que se cumpla lo que diga la ley. Si la condena es 20 o 30 años de prisión, que la cumplan adentro de la cárcel y que los homicidas no salgan antes de tiempo”, expresó a LA NACION el padre la víctima, sentado en la cama donde dormía su hijo.
Graciela Sosa tiene 55 años y Silvino Báez, 48. Ella trabaja en casas de familia en actividades domésticas. Él, en tareas de mantenimiento en una clínica oftalmológica y como encargado en el edificio donde viven, en Recoleta.
“Estamos con el dolor a cuestas”, indicó Silvino. Y se emocionó hasta las lágrimas al recordar el día que Fernando llegó de la Universidad de Buenos Aires (UBA) después de inscribirse en la carrera de Derecho. En 2019 aprobó el Ciclo Básico Común (CBC) y soñaba con ser un gran abogado.
En el expediente están representados por el abogado Fernando Burlando. En el juicio van a declarar como testigos, pero es posible que no presencien todas las audiencias porque, saben, será un momento demasiado duro. Solo, repiten, esperan una condena ejemplar.
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