Fue el único que gatilló. Un policía les disparó ocho tiros a cuatro motochorros, pero mató de dos balazos a un chico
Las únicas vainas servidas encontradas en el lugar del crimen de Bastián Escalante Montoya, de 10 años, salieron del arma del oficial Juan Alberto García Tonzo; además, de los videos del suceso ocurrido en Wilde se advierte que los motochorros no abrieron fuego
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Dos disparos segaron la vida de Bastián Escalante Montoya el miércoles 10 de julio, cuando salió del entrenamiento de fútbol de la categoría 2013 en la Sociedad de Fomento Barrio de La Carne, en Wilde. A las 20.37, el chico iba en su bicicleta a paso lento junto a su madre, Johana Raquel Montoya, que lo acompañaba de a pie. Apenas habían hecho una cuadra por Caxaraville cuando ella advirtió que un par de motochorros intentaban robarle la moto Rouser NS200 a una persona, que, se supo más tarde, era un policía de civil. Antes de que desenfundara su arma llegaron otro par de delincuentes para concretar el asalto. Pero terminaron huyendo cuando el agente la emprendió a tiros contra todos... Incluso antes de escuchar las detonaciones, la mujer le había dicho a su hijo de 10 años que volvieran hacia la esquina de Rondeau a toda prisa. Estaban a segundos de la tragedia.
El agente fue identificado como Juan Alberto García Tonzo, de 30 años, integrante del Comando de Patrulla de Avellaneda, y como pertenece a la policía de la provincia de Buenos Aires, todo lo relacionado con los peritajes científicos y balísticos fue realizado por la Policía Federal. Los estudios acaban de determinar que las únicas ocho vainas servidas encontradas en el lugar del hecho fueron disparadas por una sola arma, la que portaba García Tonzo, una “pistola semiautomática de acción simple y doble, calibre 9x19 mm (9mm Luger), marca Bersa, modelo TPR9, con numeración serial 13-J84797″, según reza el informe dirigido al fiscal Juan Ignacio Colazo, de la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio (UFIJ) N°2 del Fuero de Responsabilidad Juvenil del Departamento Judicial de Lomas de Zamora. “Las vainas servidas individualizadas como N°1, 2, 3, 4, 5, 6, 8 y 15 han sido percutadas por dicha arma de fuego”, precisaron. Además, en los videos recogidos y adjuntados para la investigación se determina que los asaltantes no efectuaron disparos.
Aquella noche el niño y su madre quedaron indefensos a merced de los tiros. Cuando ambos volvieron sobre sus pasos para escapar de la escena del robo, Bastián recibió un tiro en el omoplato y otro en el cuello. Pedaleó hasta que no pudo más y se desvaneció. En su declaración testimonial, su madre manifestó que el chico alcanzó a decirle “¡Ay, ma!”, y cayó al suelo. Ella, desconcertada y desesperada, atinó a preguntarle qué le había pasado: “Me decía que le dolía. Cuando vi dónde tenía lastimado, me di cuenta de que era en el cuello. Ahí fue cuando empecé a pedir ayuda. Vino un patrullero que fue el que nos llevó a la UPA [Unidad de Pronta Atención] y de ahí lo llevaron al Hospital Finocchieto“.
Cuando le preguntaron sobre los tiros, sostuvo “Con Bastián giramos enseguida para volver por Caxaraville hacia Rondeau y ahí es que oigo los disparos”. Respecto de si había visto a los asaltantes del policía disparar, manifestó: “Solamente lo vi al policía. Tampoco vi que los chorros dispararan cuando iban a toda velocidad por al lado nuestro por Caxaraville huyendo de la balacera... Al único que le vi un arma fue al policía”.
Bastián llegó al hospital en estado grave. Uno de los proyectiles le había entrado por la cervical derecha y salido por su hombro izquierdo. El otro, por el omóplato. Sufrió un shock hipovolémico por hemorragia aguda y dos paros cardiorrespiratorios. Superó el primero, pero en el transcurso de la intervención que le practicaban hizo un segundo paro del cual no pudieron sacarlo.
La causa fue caratulada en principio como “homicidio con exceso en la legítima defensa”, con prisión preventiva. Pero para el abogado de los padres de la víctima, Matías Morla, no existe la legítima defensa esgrimida por la defensa: “El policía actuó de una manera más que peligrosa en un lugar de mucho tránsito de personas y autos, vació su cargador, demostró su violencia y su ira, asesinó un nene, le acertó dos disparos delante de su madre, además, cerca de una escuela. Fue un vil asesinato, no hay legítima defensa alguna. Los delincuentes no sacaron ningún arma, huyeron. En el video se los puede ver corriendo y él les efectúa diez disparos de nueve milímetros por la espalda en un lugar céntrico”.
En cuanto a la prueba del video, además del peritaje balístico, Morla sostuvo: “Se puede observar que Bastián fue fusilado por el policía García Tonzo. Esperamos ahora, con los elementos de prueba nuevos, que la jueza Estela del Carmen Mollo deje de entender que existió un exceso de legítima defensa, ya que no está acreditada. No hay proporcionalidad entre el ataque de los motochorros sin exhibir armas contra la lluvia de balas que desató el policía. Esto es incomprensible. El agente también fue ineficiente, porque, a pesar de agotar su cargador, no acertó un solo disparo a los ladrones, que se le escaparon en sus narices. Cometió un homicidio y deberá responder por eso”.
Además del policía, hay otro dos detenidos, partícipes del intento de asalto: Ian Orlando Falcón, de 17 años, y Thiago Uriel Farías, de 18. Los otros dos asaltantes aún permanecen prófugos, aunque los investigadores pudieron secuestrar una moto Honda Wave color blanco en la que se trasladaban.
Una madre desgarrada
Para Johana, la madre de Bastián, no hay consuelo. Siente que en el peor momento de su vida no pudo hacer más por su hijo. Está aterrada, además, porque su hija también concurre al club del Barrio de La Carne y no sabe cómo podrá resguardarla. Y también está furiosa porque el efectivo de la bonaerense que llegó primero al lugar del hecho dio la orden e intentó levantar las vainas servidas y demás elementos relacionados con el hecho. No obstante, los vecinos advirtieron la maniobra y lograron impedirlo.
Johana habló con LA NACION de cuánto amaba Bastián el fútbol: “Soñaba con la pelota, idolatraba a Messi, como todos los nenes de Argentina. ¿Sabés cómo lo cuidaba para que siempre estuviera bien tanto en los entrenamientos como en los partidos. No puedo creer que alguien que decidió disparar sin ningún cuidado nos lo haya arrebatado. ¿Cómo vamos a hacer con mi otra hija, que también ama el deporte y concurre al club. Está con un miedo terrible, igual que toda la familia. Quiero que haya justicia, que paguen todos, también los que provocaron que el policía dispare. No voy a parar hasta conseguir justicia”.
La mujer siente impotencia porque, pese a que advirtió el asalto, no pudo salir del laberinto en el que los delincuentes y el policía los encerraron a ella y a su hijo: “No bien observé que el agente sacó su arma, alcancé a decirle a mi hijo que volviéramos, que saliéramos de ahí porque se vinieron los motochorros. Pero era tan caótico todo el panorama que no pudimos. Apenas giramos un poco empezamos a escuchar los tiros, era desesperante. Y después verlo caer y que me dijera: ‘¡Ay, ma!’, fue tremendo. Enseguida vi que estaba lastimado y que tenía sangre en el cuello. La sensación fue tremenda, no lo puedo superar”.
El martes 16 de julio los vecinos del barrio se autoconvocaron en gran número para exigir justicia y seguridad. Casi todos coincidieron en expresar el sentimiento de que las autoridades policiales, municipales y provinciales desde hace tiempo los tienen abandonados a merced de los delincuentes que no paran de robar hasta en las puertas de las escuelas. La marcha comenzó en la sede de la Sociedad de Fomento Barrio de La Carne, en la intersección de Caxaraville y Rondeau, hasta avenida Mitre y Las Flores.
Mientras caminaba sin poder dejar de llorar, Johana expresó, a manera de pregunta retórica: “No entiendo por qué el policía disparó una y otra vez si vio que los chorros iban al lado nuestro. ¿Su moto valía más que la vida mi hijo? Vivo preguntándome eso y no encuentro respuesta ni consuelo”.
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