El clan Funes: la historia de una familia que apostó a las drogas y perdió todo
Jorge Funes fue arrestado por el asesinato de una mujer; su esposa y dos de sus hijos fueron acribillados; sus otros dos hijos están en prisión
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ROSARIO. A fines de los años 90, Jorge Funes era conocido en esta ciudad como uno de los ladrones más avezados en la apertura de cajas fuertes. De ladrón de bancos pasó a ser narco, y con sus hijos conformó luego uno de los clanes más violentos del sur rosarino.
En las últimas horas 11 viviendas de integrantes de esta banda fueron allanadas, incluida la de Jorge Funes, por el crimen de una joven de 21 años, que vendía drogas en el barrio La Tablada, a cuatro cuadras de donde el jueves se hizo la presentación de los 575 gendarmes que arribaron a Rosario en medio de la crisis de seguridad por el recrudecimiento de la violencia, que provocó 184 asesinatos este año.
En los procedimientos ordenados por el fiscal Gastón Ávila se secuestraron armas de alto calibre, entre ellos un fusil calibre 7.62, en el barrio La Tablada.
Jorge Funes tenía pedido de captura por una causa federal por drogas. Detrás de la historia de este clan se delinea parte de los orígenes de la violencia en Rosario, junto con otras bandas como Los Monos, Caminos y Esteban Alvarado.
Los Funes están sospechados de estar detrás del crimen de Mariel Lezcano, una joven de 21 años que vendía estupefacientes en La Tablada. Sus familiares señalaron que ese grupo criminal la presionaba para que distribuyera droga para ellos. En ese barrio está la mayor densidad de búnkeres y es uno de los más violentos de Rosario. Es la zona de dominio de este clan, que ya alcanza a dos generaciones.
Esta banda fue protagonista de una guerra en el barrio Municipal. El origen de los enfrentamientos fue un ataque contra Jorge Funes el 1º de enero de 2018. Ese año fueron asesinados dos de sus hijos, Jonatan y Ulises. Dos años antes habían acribillado a su esposa, Mariela Miranda. Los sicarios pertenecían al clan rival de la zona, los Caminos, hijos de Roberto, alias Pimpi, histórico líder de la barra de Newell’s, que fue ejecutado en 2010.
Los otros dos hijos de Jorge Funes, Alan y Lautaro, emprendieron la venganza. Durante el fin de año de 2018 se hizo viral una imagen del primero, que en ese momento tenía 18 años, disparando con una pistola ametralladora en un video de Instagram.
Los enfrentamientos dejaron un reguero de sangre. Y todos terminaron presos. Alan Funes está alojado actualmente en el penal de Ezeiza. Fue trasladado a esa cárcel después de la fuga masiva en junio pasado de la unidad penitenciaria de Piñero.
En agosto pasado, la Justicia federal condenó por narcotráfico a estos dos jóvenes del clan Funes y a su socio René Ungaro. Esta causa surgió cuando los cabecillas del clan estaban presos en Piñero. Lautaro y Alan fueron condenados a nueve años de prisión. Alan Funes ya había sido sentenciado en mayo pasado a 35 años de prisión por varios crímenes en el marco de la guerra contra los Caminos.
Pimpilandia
Los cuatro hermanos, Alan, Lautaro, Jonatan y Ulises Funes, heredaron de su padre, Jorge, la fama de hombre duro, pero no siguieron el camino que le dio fama en Rosario: ser uno de los ladrones más buscados a la hora de abrir cajas fuertes; eso fue a fines de los 90, otra época, tiempos de relativa paz.
Los Funes vivían en el barrio Municipal, dominado por Pimpi Caminos, con quien Jorge tenía una buena relación en la barra de Newell’s. A las torres Fonavi las llamaban Pimpilandia. Sus paredes mostraban quién mandaba, con la leyenda repetida de “la hinchada que nunca abandona”.
Los Funes vivían en el barrio Municipal, dominado por Roberto Caminos, alias Pimpi, con quien Jorge tenía una buena relación en la barra de Newell’s. A las torres Fonavi las llamaban Pimpilandia. Sus paredes mostraban quién mandaba, con la leyenda repetida de “la hinchada que nunca abandona”.
Sus hermanos, Juan Ramón y Alberto, alias Tato, controlaban el ingreso al barrio desde un santuario del Gauchito Gil, que el líder de la barra construyó en la vereda de calle Alice. Pimpi tatuó su silueta en el lado derecho de su prominente abdomen. La hegemonía de Pimpi en las tribunas se extinguió cuando en diciembre de 2008 terminó el reinado de 14 años en el club de su jefe, Eduardo José López.
La “armonía” que reinaba entre Jorge Funes y Pimpi no se trasladó a la siguiente generación. Jonatan y Alexis Caminos iban a la escuela técnica Nº393, a la misma que concurrían los Funes. Unos años después, los docentes tuvieron que suspender los recreos por los tiroteos entre los exalumnos.
Los hijos de Pimpi mandaban como su padre y ya en aquella época Jonatan, conocido como Chamí, se paseaba a los 14 años armado por los pasillos del Fonavi. Unos meses antes de morir acribillado en un cruce de rutas tras visitar a sus hermanos Alan y Lautaro, que estaban presos, Jonatan Funes declaró ante un juez que cuando tenía 12 años Chamí y sus primos, dos y tres años mayor que él, les exigían ser sus sicarios.
La desesperación por quedarse sin el poder y sin el negocio de la barra, donde impuso la venta de drogas de la mano de los Cantero, llevó a Pimpi a cargar un colectivo con vecinos del barrio e ir a tomar con armas y palos la sede de Ñuls, el 26 de enero de 2009, con el amparo de un sector de la policía. Consiguió llevarse documentos y destrozar las computadoras de la administración para evitar que quedaran vestigios de la “administración fraudulenta” de su jefe. Y se fugó.
A su hijo Chamí, la policía tampoco lo podía hallar. Tenía pedido de captura por uno de los primeros crímenes que sacudieron el barrio: el asesinato de Sebastián Galimany, de 19 años, por un incidente con una moto. Chamí fue detenido un año después y prefirió aferrarse a la fe evangelista en el pabellón de Piñero, algo que valoró la jueza de Menores María Dolores Aguirre Guarrochena, quien en un polémico fallo lo absolvió, cuatro años después, por “arrepentimiento activo”.
Otra muerte reconfiguró el poder de mando de esa zona. René Ungaro, miembro de una familia de “pesados” de La Tablada, limítrofe con Pimpilandia, asesinó el 19 de marzo de 2010 a Roberto Caminos en la puerta del bar Ezeiza. Una de las balas le perforó el abdomen a solo unos milímetros de su tatuaje del Gauchito Gil.
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