Para la Justicia, Luis Menocchio, un conocido playboy de Misiones, fue el coautor de los homicidios de Manuel Roseo y de su cuñada para quedarse con La Fidelidad, un establecimiento rural de 250.000 hectáreas, en Chaco, convertido hoy en parque nacional
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Para Luis Raúl Menocchio, matar no era algo nuevo. Antes de asesinar al estanciero Manuel Roseo y a su cuñada, Nélida Bartolomé, había cometido otros tres homicidios. En marzo de 2005, el Niño o el Gusano, como se lo conocía, asesinó, en Corrientes, al productor de cine Claudio Nozzi. Además, tenía un pedido de captura internacional dictado por la Justicia paraguaya, que lo consideró presunto responsable de los homicidios del comerciante formoseño Eduardo Maciel y su pareja, Graciela Méndez, cuyos cuerpos fueron hallados dentro de dos tambores rellenos con cemento, ladrillos y tres baterías de autos en un monte de Fernando de la Mora, cerca de Asunción.
Al llegar a Resistencia gastó todo el dinero en efectivo que llevaba para pagarle a un cirujano plástico la operación de cambio de rostro. También adquirió la identidad falsa a nombre de Hugo Jara. Usó esta identidad apócrifa para armar la puesta en escena que terminó con el homicidio de Nozzi.
Los cinco homicidios cometidos por Menocchio, quien también fue conocido como el asesino de las mil caras, por las cirugías plásticas a las que se sometió para modificar sus rasgos, tuvieron un móvil en común: la codicia.
Menocchio mató a Maciel, Nozzi y Roseo para obtener el dinero que le permitiera seguir con la vida de ostentación y lujo que tuvo desde niño, en Misiones. A Méndez y Bartolomé las mató para no dejar testigos. Su familia se dedicaba a la producción de yerba mate. Tan poderoso fue el imperio agrícola e industrial que forjó su padre que construyó una localidad llamada Puerto Menocchio para mandar hacia los centros de consumo la yerba mate producida en sus establecimientos.
Hasta el derrumbe del imperio económico familiar, Menocchio tuvo, en Posadas, una vida de playboy. Se movía cómodamente en la alta sociedad.
Con pedido de captura internacional por los homicidios en Paraguay, y después de salir de la cárcel por la falta de una sentencia firme por el asesinato del productor de cine, Menocchio necesitaba conseguir dinero de forma urgente.
Así fue que, a través de un abogado, Menocchio se enteró en diciembre de 2010 del campo La Fidelidad, de 250.000 hectáreas, situado entre Chaco y Formosa, propiedad de Manuel Roseo, un productor agropecuario que, al contrario del Gusano, vivía sin ostentaciones y de forma austera, en una humilde casa de la ciudad chaqueña de Juan José Castelli.
Roseo era el estanciero más importante de Chaco. A principios de la década del 70 le compró el campo a Jorge Born. Junto con su hermano se instaló en el Impenetrable después de vender el emprendimiento textil que tenía en Buenos Aires. Su hermano y su esposa fallecieron, y quedó solo con su cuñada.
Con 2500 kilómetros cuadrados, el campo de Roseo tenía una superficie similar a la de Luxemburgo. Ocupaba 150.000 hectáreas en Chaco y las otras 100.000 hectáreas en Formosa, con el río Bermejo en el medio.
“El plan de Menocchio consistía en estafar a Roseo con la confección de un boleto de compraventa falso y desapoderarlo del campo. Pero necesitaba de la complicidad de Claudio Gómez, quien tenía un litigio por el campo de la víctima. La maniobra se completaba con la desaparición de Roseo, bajo un escenario sumamente ingenioso: fraguando un asalto”, explicó uno de los abogados querellantes al presentar los lineamientos de la acusación en el juicio oral contra Menocchio.
Para ganar la confianza de Roseo, Menocchio se presentó en la ciudad de Juan José Castelli como un interesado en comprar una parte del campo del productor agropecuario. Por entonces, Roseo tenía la intención de vender parte de las 250.000 hectáreas con el objetivo de invertir ese dinero en un emprendimiento productivo que le permitiera obtener un mayor rendimiento de la tierra.
“Roseo fue torturado para que firmara el boleto de compraventa que los asesinos llevaron hecho. A Nélida Bartolomé la mataron delante de Roseo, quien se negó a firmar y le sacaron la huella digital por la fuerza. Nidio Gómez, un hábil dibujante de firma que Menocchio conoció en la cárcel fue el encargado de asentar la rúbrica de Roseo en la escribanía”, manifestó uno de los letrados que representaban a los hijos y la pareja de la víctima en el juicio oral.
Según la investigación realizada por la fiscal Juana Rosalía Nis, Menocchio, Gómez y Salvador Borda llegaron a la casa de Roseo, situada en España 365, minutos después de las 7 del 13 de enero de 2011. Allí, torturaron al empresario y a su cuñada hasta matarlos.
Después de concretar su faena asesina, los homicidas limpiaron la vivienda con solvente y quitaesmaltes. Antes de abandonar la casa, armaron la escena del crimen para que pareciera que Roseo y su cuñada habían sido asesinados durante un robo.
El chivo expiatorio y el error delator
El plan se completaba con la maniobra para culpar por ambos homicidios a Sergio Omar Berg, empleado del estanciero. El hombre de confianza de Roseo fue sorprendido por los asesinos cuando ingresó en la vivienda. Allí le propinaron una serie de golpes en la cabeza hasta que lograron reducirlo. Luego, los homicidas le pusieron cinta de embalar en la cabeza, le colocaron dos bolsas que apenas le permitían respirar, lo cargaron en el baúl de su Chevrolet Aveo patente JEO137 y, a las 8.50, huyeron de la vivienda.
“Mientras estaba en el baúl escuchaba que llamaron al celular de uno de los delincuentes y una voz que decía: ‘Raúl, Raúl. Ya se enteró la policía’. Entonces, uno de ellos expresó: ‘Tenemos que hacer desaparecer a este. Hay que hacer un pozo y enterrarlo’. Trataba de respirar, pero la bolsa se empezó a pegar en mi cara. Con desesperación comencé a mover las manos, pero no podía romper la bolsa”, expresó Berg durante el juicio oral.
Convencidos de que Berg estaba muerto, los asesinos lo abandonaron en un camino de tierra cerca de la Colonia Vélez Sarsfield, en la localidad de Tres Isletas. No lo sabían, pero, en realidad, el empleado de Roseo simuló que había fallecido. Por la bolsa, los homicidas no pudieron percibir su respiración que, debido a los golpes recibidos, era muy débil.
Delfina Beatriz Duarte había llegado a la casa de Roseo porque el estanciero la había convocado para enseñarle el manejo del campo y el aserradero. Ante la falta de respuesta a su llamado, se asomó por una ventana y halló el cuerpo de Nélida, con una bolsa negra en la cabeza. Entonces, le mandó un mensaje a un colaborador de Roseo y llamó al número de emergencias 101.
A las 9.20, un grupo de policías de la comisaría de Castelli llegó a la casa de Roseo. Uno de los efectivos ingresó en la vivienda por una ventana y abrió la puerta para que ingresaran sus compañeros que, en una de las habitaciones, encontraron el cadáver del estanciero.
“No lo mataron en el acto. Su muerte tuvo un desarrollo que abarcó un intervalo de tiempo previo a que ocurriera el fallecimiento. Ese período fue lo suficientemente prolongado como para causar en la víctima un sufrimiento adicional y una lenta agonía”, expresó uno de los peritos durante el debate.
Menocchio fue identificado por el testigo Claudio Gallinger, debido a que lo vio llegar a la casa de Roseo. En tanto que Berg manifestó que el sospechoso al que los asesinos llamaban Raúl hablaba con un tartamudeo especial, igual que el Gusano.
En su defensa, Menocchio afirmó: “No tuve ninguna vinculación con el hecho del que se me acusa. Yo le compré la propiedad a Roseo el 27 de diciembre de 2010 por un valor total de US$40.000.000. Además, cuando ocurrió el hecho, estaba de vacaciones en Ituzaingó, Corrientes”.
Sin embargo, los jueces Fanny Alicia Zamateo, Rosana Glibota y Nelson Pelliza Redondo, de la Cámara II en lo Criminal, no creyeron en los argumentos de Menocchio debido a que cada uno de los elementos presentados fue refutado por testigos y pruebas físicas.
“No se puede explicar desde la lógica cómo hizo un hombre mayor, de físico enjuto y desnutrido que, según los testigos, había viajado solo desde Chaco hasta una escribanía, en Posadas, para juntar todo ese dinero, retirarse llevando consigo 340 kilogramos de billetes y recorrer 600 kilómetros de regreso”, expresó en los fundamentos, el juez Pelliza Redondo.
Según el abogado Carlos Gustavo del Corro, que representó a una de las querellantes, el plan supuestamente pergeñado por Menocchio consistía en que un escribano confeccionara una escritura del campo de 250.000 hectáreas a nombre del asesino, a partir del boleto de compraventa falso. En dicho documento los asesinos habían puesto la impronta digital de la víctima y le falsificaron la rúbrica con la colaboración del dibujante de firmas que el Gusano había conocido en la cárcel y que le había dado refugio al imputado.
Después, Menocchio vendería el establecimiento y abandonaría el país. Toda la maniobra de desapoderamiento contaba con la complicidad de un grupo de abogados y escribanos. Pero Menocchio fue detenido trece días después del doble homicidio.
En septiembre de 2013, los jueces condenaron a Menocchio, Gómez y Borda a prisión perpetua. “Creyeron que nadie podría verlos, pero los vieron. Quisieron pasar inadvertidos, pero pudieron reconocerlos”, concluyó uno de los querellantes.
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