Diez años del narcojet. Secretos del vuelo a Barcelona con 944 kilos de cocaína
El avión, un lujoso Bombardier Challenger 604, despegó del aeropuerto internacional de Ezeiza cuando caía la tarde del 1 de enero de 2011. Tenía como destino final la ciudad de Barcelona. La aeronave llevaba un solo pasajero, el empresario Gustavo Juliá Noceti. Los tripulantes eran su hermano, Eduardo Juliá Noceti, y Matías Miret. Fue un vuelo normal, sin nada de qué preocuparse. Como tenían previsto, hubo una escala en la Isla de Sal, en Cabo Verde, para cargar combustible y seguir rumbo a España. A poco de aterrizar, hubo tiempo para deslumbrarse ante la vista del imponente Peñón de Gibraltar. Pero, ya en El Prat, el aeropuerto catalán, el motivo real del viaje quedó al descubierto tras una breve inspección de la Guardia Civil: el contrabando de 944 kilos de cocaína, cargamento valuado, en su momento, en 32.116.000 de euros.
Los hermanos Juliá Noceti, hijos del fallecido brigadier argentino José Juliá, jefe de la Fuerza Aérea Argentina durante la presidencia de Carlos Saúl Menem, fueron condenados en España a 13 años de cárcel. Miret fue absuelto. Se probó que no sabía nada de la carga oculta en el avión, que era ajeno a los verdaderos propósitos del narcojet. Ahora es piloto de Flybondi.
Diez años después, los hermanos Juliá Noceti están en libertad. Eduardo, experimentado piloto y abogado, volvió a la Argentina. Vive en un country de la zona norte y suelen verlo por San Isidro.
Gustavo, el empresario, no regresó a la Argentina, donde todavía tiene cuentas pendientes con la Justicia. Según informaron a LA NACION fuentes judiciales, está imputado en una causa por contrabando de oro a los Estados Unidos.
Se trata de un expediente a cargo del juez en lo penal económico Alejandro Catania, que también llevó adelante la investigación sobre la conexión local por el tráfico de los 944 kilos de cocaína que viajaron ocultos en el lujoso jet de Gustavo Juliá Noceti.
Catania, según explicaron las fuentes consultadas, por medio de un exhorto judicial, pidió que Juliá Noceti sea indagado en España por ocho operaciones de contrabando de oro hacia los Estados Unidos. Pero, dos años después de la primera solicitud, aún no recibió respuesta.
En ese expediente judicial Catania procesó y envió a juicio a tres sospechosos: un socio del empresario aeronáutico y dos mujeres.
El vuelo del escándalo
El narcojet aterrizó en El Prat el 2 de enero de 2011. "¿Qué hace la Guardia Civil acá?", preguntó Eduardo Juliá Noceti, mientras Miret apagaba los equipos y aprovechaba para mandarle un mensaje a su esposa, Agustina Conil Paz, y avisarle que ya habían llegado y que la llamaría desde el hotel. Pero no pudo hacerlo por varios días.
Mientras, uno de los agentes uniformados ya tenía un ladrillo de cocaína en la mano y se permitió un chiste: "Tranquilos, que quizá sea harina". Rápidamente, con un kit de narcotest se comprobó que se trababa de droga.
En ese momento, Gustavo Juliá Noceti estaba debajo del avión, pero rápidamente fue detenido y lo subieron a la aeronave. Arriba, en el lujoso jet, espetó: "Es todo mío, ellos no tienen nada que ver". Los tres ocupantes del avión fueron esposados. En ese momento, según pudo reconstruir LA NACION de fuentes directas, Eduardo Julia Noceti dijo, en referencia a su hermano: "Este tipo está loco".
"Perdonen, muchachos", llegó a decirles el empresario aeronáutico a sus compañeros de viaje. La Guardia Civil tuvo que interceder para que Miret no se abalanzara sobre él, según recordaron las fuentes consultadas.
Si bien en el juicio oral y público, que se celebró en diciembre de 2012 y estuvo a cargo la Audiencia Provincial Sección 8 de Barcelona, Gustavo Juliá Noceti negó haberse hecho cargo de los estupefacientes, agentes de la Guardia Civil que declararon como testigos en el debate ratificaron que el empresario había llegado a afirmar que la droga "era suya" y que los pilotos no tenían nada que ver.
En el juicio, los hermanos Juliá Noceti fueron defendidos por Darío Kaen, Lourdes Izquierdo Montijano y Carlos Broitman. En cambio, Miret tuvo como defensor al letrado español Carlos Echavarri.
El copiloto tenía la certeza de que no debía compartir defensores con los hermanos Juliá Noceti, quizá ante el presentimiento de que en el juicio oral el empresario aeronáutico no se iba a hacer cargo de la droga. Conoció a Echavarri por medio de compañeros que tuvo en la cárcel modelo de L'Eixample, en Cataluña.
Unos narcotraficantes con los que jugaba a las cartas fueron quienes le hicieron el contacto a Miret. "Te voy a recomendar a un amigo, pero con dos condiciones: que le cobres barato y que, llame quien te llame, no aceptes ninguna defensa que tenga que ver con el caso de él", le dijo por teléfono el compañero de prisión de Miret a Echavarri. Una clara estrategia para evitar una defensa en conjunto.
Testigos clave
Dos oficiales de la Guardia Civil que habían subido al avión el día de la inspección, con perros entrenados para detectar drogas, recordaron en el juicio que Miret, estaba muy tranquilo. "Hasta jugó con uno de los perros", dijeron.
En el debate, los agentes también aseguraron que el empresario les había indicado los sectores donde estaba oculta la droga. "El señor Gustavo asumió la culpa", dijo un oficial identificado en el expediente como K44687Q. Ese testigo también recordó que cuando subió a la aeronave con un perro para hacer la inspección, los hermanos Juliá se pusieron nerviosos y el copiloto (por Miret) tuvo una actitud distinta e incluso sintió curiosidad por el can rastreador.
El otro uniformado dijo que habían decidido revisar el lujoso jet por el nerviosismo que tenían el piloto y el pasajero (por los Juliá). También afirmó que el empresario dijo que "la droga era suya y que los pilotos no sabían nada" y les señaló otros sectores donde buscar la cocaína. Al igual que su compañero, exculpó a Miret y sostuvo que cuando se descubrió la carga el copiloto preguntó si todo se trataba de "una cámara oculta o una broma".
Los oficiales que fueron testigos en el juicio explicaron que un día antes de que llegara el avión a Barcelona se habían enterado de que tenía una infracción aduanera en el aeropuerto de Málaga y que, por la ruta que había hecho el lujoso jet, se trataba de un vuelo de riesgo, pero que sospecharon más de un caso de tráfico de diamantes -por la escala en las islas de Cabo Verde- que de un contrabando de estupefacientes.
El 4 de diciembre de 2012, Gustavo Juliá Noceti prestó declaración indagatoria en el juicio. Durante casi una hora relató los hechos, según su versión. Dijo que había sido contratado por un empresario español llamado Gerardo Fernández para trasladar en su jet documentación bancaria, obras de arte y personas. Sostuvo que, por pedido de su cliente, se habían hecho cambios en la aeronave y se habían puesto dos sofás camas. Explicó que las modificaciones las habían llevado adelante tres personas contratadas por el empresario español. Es una cuestión clave, porque gran parte de la droga fue hallada en esos dos falsos sofás camas.
Durante su relato, el empresario dejó bien en claro que su hermano y Miret no habían tenido acceso al jet mientras estuvo en el aeródromo de Morón, donde se habría cargado la cocaína.
"Ellos [el piloto y el copiloto] no tuvieron acceso al avión. Yo controlé las modificaciones. Las llaves [de la aeronave] las tenía yo y las tres personas que hicieron los arreglos. Nunca nombré la palabra droga. Sí expliqué que los pilotos no tenían absoluto conocimiento de nada, pero para referirme a que yo había hecho el contrato y las modificaciones y ellos hacían su labor", sostuvo el empresario. Afirmó que no estuvo presente cuando la Guardia Civil descubrió la droga y negó haber dicho que la droga era suya.
La cocaína fue cargada en Morón
Como se dijo, el juez Catania y por aquel entonces su secretario Martín Castellano, hoy fiscal en Rafaela, Santa Fe, tuvieron a su cargo la investigación de la conexión local del contrabando de los 944 kilos. Hoy el expediente está en archivo a la espera de que puedan surgir nuevas pruebas, pero a lo largo de la pesquisa los funcionarios judiciales pudieron determinar que la cocaína había sido cargada en el aeródromo de Morón, donde estuvo estacionado desde el 6 de noviembre de 2010, día de su llegada a la Argentina, hasta el 30 de diciembre de ese año, cuando voló hasta el aeropuerto de Ezeiza, a la espera del despegue hacia España.
Catania y su equipo de colaboradores también lograron determinar que Juliá había alojado en un departamento de Retiro a tres ciudadanos colombianos.
"El departamento donde vivieron los colombianos está situado en Carlos Pellegrini 1055. Juliá firmó un contrato de alquiler temporario entre noviembre y diciembre de 2010. Pagó en dólares. No quedaron registros de las identidades de las personas que ocuparon el inmueble", había explicado a LA NACION un investigador judicial.
Si bien no se los pudo identificar, Catania sí logró obtener los fotofits (reconstrucción de rostros por medio de fotografías similares) de los tres sospechosos. Se le pidió ayuda a Colombia para tratar de ponerles nombre y apellido a esas caras, pero hasta el momento no se pudo.
Para los detectives judiciales argentinos esos tres ciudadanos colombianos eran el nexo entre Gustavo Juliá Noceti y los proveedores de la droga.
Diez años después el misterio sobre los dueños de la droga y para quién volaba Gustavo Juliá Noceti no se pudieron develar.
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