Detalles inéditos del "robo del siglo", en la pluma de uno de los ladrones
El 13 de enero de 2006 cinco hombres asaltaron un banco en un exclusivo barrio de la zona norte de la provincia de Buenos Aires y lograron huir sin ser atrapados en ese momento, aunque finalmente caerían, uno a uno. Simularon una toma de rehenes para distraer a las fuerzas especiales, lograron abrir cajas de seguridad y huyeron por las alcantarillas mientras los rehenes seguían adentro. Para asegurar su plan de fuga trabajaron todo el año previo al golpe. Utilizaron botes y construyeron pasajes rudimentarios y diques de contención en los rincones del laberinto de túneles subterráneos que terminan en el Río de la Plata. Además del dinero, cuantificado en millones de dólares, se llevaron objetos de alto valor y documentos que nunca pudieron ser recuperados.
Casi 14 años más tarde, un nuevo libro aporta más información sobre el hecho. Data de primera mano, ya que quien la hace pública es uno de los asaltantes del Banco Río de Acassuso. Con precisas alternancias entre los relatos escritos en primera y en tercera persona, El ladrón del siglo es antes que nada "una gran historia de amor", según explica su autor, el uruguayo Luis Mario Vitette, hace años un persistente y osado criminal, integrante de la banda, hoy dueño de una joyería y relojería de lujo en su pueblo, al otro lado del Plata.
El viernes 29 de noviembre, su primera novela, de 207 páginas -publicada por la editorial Planeta-, llegará a las principales librerías de la Argentina. Este libro lleva el sello de la calma porque fue escrito en la tranquila localidad de San José, Uruguay , donde Vitette nació en 1955. Allí, junto a su esposa, Ellicet, y su hijo Luciano, vive actualmente el hombre que, sin disparar un solo tiro, participó del asalto del que ahora dice estar arrepentido.
"En mi libro traté de no hablar de la cárcel. Me trae malísimos recuerdos"
Construyó su libro mientras se inspiraba con viejas series de televisión y algunas películas. Conversando con dos asesores literarios y jugando con su pequeño niño en el campo familiar, mientras cortaba el pasto y alimentaba a sus perros. Así forjó el relato que rememora la adrenalina de su pasado. Así lo explicó Vitette a LA NACION: "Soy muy crítico de mi vida anterior. Si pudiera retroceder 60 años no haría nada que me conduzca a la cárcel. He sido un estúpido, malgasté mi vida".
En relación con el libro, uno de los aportes sobre el asalto desconocidos hasta ahora es el relato íntimo y cercano de cómo fue la negociación con las fuerzas especiales de la policía bonaerense y la posterior liberación de rehenes. Vitette resultó protagonista en este trayecto de vital importancia para el éxito del golpe, y lo narra crudamente. Por ejemplo, en un pasaje de la novela cuenta que él mismo quedó desencajado unos segundos durante el atraco cuando advirtió que las personas cautivas dentro del banco sentían como algo gracioso, "como una novedad divertida", el hecho de estar "privados de su libertad". "No terminaba de entender qué le pasaba por la cabeza a esa gente", confiesa.
Respecto del éxito del golpe, también recupera escenas del brindis con cerveza mientras repartían el dinero: "Era la una, las dos de la mañana, y seguían contando plata y apilando. Recién terminaron a las cinco de la mañana. De inmediato hicieron las cuentas. Se multiplicó, se dividió y se repartió. Ya tenían previstas bolsas de residuos, de las negras de consorcio, para guardar el dinero, cada cual con su parte".
"Soy ladrón, pero no robo hace años. Y no robaré mucho más".
El libro lleva un prólogo del periodista Víctor Hugo Morales y está dividido en dos grandes partes, que contienen 26 capítulos. El primer tramo es un tejido de aventuras, delitos y fugas a través de cornisas, mientras que el segundo pasaje se focaliza en el último golpe, el robo millonario. Nadie conoce aún la cifra exacta de dólares que se llevaron el uruguayo y sus cómplices luego de diseñar un túnel en las cloacas de la zona para sacar por allí el producto del saqueo de las cajas de seguridad del banco de Acassuso.
"Por mis fracasos conociste las vicisitudes de un ladrón, pero seré liberado muy pronto, gracias a Dios. De los éxitos ni hablemos, eso queda en mi recuerdo", dice Vitette. Y sobre su trabajo actual, entre joyas y antigüedades, reconoce que el negocio funciona, que avanza, pero porque él se pone al frente de su pequeña empresa. "Muchos argentinos vienen desde Punta del Este, me dejan un reloj para repararlo y regresan durante el siguiente verano", cuenta.
Recuerdos
"Cuando pienso en la cárcel me pongo a jugar con mi hijo y me despojo de esos malos pensamientos. Nadie sale libre de la cárcel, pero igualmente me siento pleno. Vivo cada instante", explica Vitette, consultado sobre cómo caracterizaría su nueva vida, luego de más de seis años en libertad. "Dejé todas mis adicciones: dejé la cocaína, el alcohol, el cigarrillo y la adrenalina. Mi cuerpo no necesita más adrenalina".
Un ejemplo. En la página 44 de su nueva novela, a través de un pasaje escrito en tercera persona, Vitette explica: "Y Marito, por sobre todas las modalidades y variantes del oficio de ladrón que dominaba, se consideraba un escruchante. Su orgullo era no enfrentarse con la gente, sino ir a buscar dinero".
"Yo soy lo que quiero ser, no lo que el gobierno o las sociedades quieren que sea".
Desde la calma de su local, interrumpida cada algunos minutos por algún cliente, explica que comenzó a especializarse en relojes cuando estaba en la cárcel de Punta Carretas: "El estudio es un modificador de conductas. Para bien o para mal. Hay gente que a través del estudio nunca más delinque. Y otros emplean el estudio para delinquir. Siempre me gustó estudiar". Paradójicamente el asalto al Banco Río fue cuidadosa y sofisticadamente planificado. Los ladrones utilizaron diversas técnicas criminales e inclusive instrumentos mecánicos que prácticamente debieron inventar o reversionar por las adversidades o los desafíos propios de la misión.
Todo en ese golpe tuvo un análisis cuidadoso. La compleja herramienta mecánica para abrir las cajas de seguridad, la construcción de pasajes y diques para habitar las alcantarillas y preparar el camino de la fuga; la negociación guionada para distraer a las tropas especiales; el diseño de un túnel que permitió ingresar al banco. Los ladrones fueron cinco: Vitette Sellanes, Fernando Araujo, Sebastián García Bolster, Rubén Alberto de la Torre y Julián Zaloechevarría.
"Cualquier persona puede contratar un
Vitette dice que cuando camina por las calles todavía suele observar las mansiones y analizarlas. De la misma forma que observa su propia casa para reforzar las rejas o las cámaras de seguridad con las que protege a su familia. Y vuelve a reforzar: "Seré ladrón de por vida, pero no robo más". Sin embargo, concluye: "El delito ha mutado en su forma y características. No quiero ni analizarlo. No quiero hacer politiquería barata. Yo me equivoqué, porque robaba para tener poder. Pero la ecuación es inversa, hay que tener poder para poder robar".
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