Después de la barbarie, reina la desconfianza en Monte Hermoso
Tras el homicidio de Katherine Moscoso, el linchamiento de un sospechoso y los graves incidentes, el balneario está dominado por el miedo, las dudas y el recelo entre los vecinos
MONTE HERMOSO.- Un poco más, un poco menos, aquí todos se conocen. Más si se carga con algún apodo. "El Uruguayo" es uno de esos de quien uno puede olvidarse del nombre y el apellido. Preparaba su casamiento y se trajo a su familia desde el otro lado del Río de la Plata para que estuvieran en la fiesta y, de paso, conocieran el balneario que eligió como su lugar en el mundo. A media tarde del sábado del último fin de semana largo sus parientes elogiaban el mar calmo, la costa casi desierta. "Esto es un paraíso", repetían.
Esos mismos recién llegados, tan sorprendidos como los lugareños, se estremecieron horas más tarde cuando la Infantería, al trote, repelió con balas de goma a los revoltosos que, en una verdadera noche de furia, quemaron algo más que edificios municipales, la casa del secretario de Seguridad y la comisaría. A fuego y violencia, redujeron a cenizas la histórica tranquilidad de estas playas y la comunión de su gente.
Entre esas contradicciones deambulan hoy los casi 8000 habitantes de este balneario, sacudidos primero por el homicidio de Katherine Moscoso, la chica de 18 años que el pueblo entero había buscado durante casi una semana. Luego, por la reacción de un grupo que atacó la comisaría con piedras y fuego. O la más violenta de otros pocos, que a patadas y puñetazos acabaron con la vida de Juan Carlos Canini González, "el Gato", señalado como sospechoso del crimen. Y la final, que cerró la jornada con destrozos generales en edificios públicos y privados.
Los que llegaron al extremo, los que creyeron en hacer justicia por mano propia, también los que se dejaron llevar por la indignación y los que como simples testigos no terminan de creer lo que pasó. Todos ellos desde hace una semana se cruzan en la calle, en la puerta de la escuela, en el club, en la estación de servicio o en las colas del banco o del mercado. Y les cuesta, les duele mirarse a los ojos.
Obreros de mameluco y administrativas de tacos altos, nadie escapa ahora al pincel y a la pintura para acondicionar los edificios dañados. Es lo más fácil de emparchar. Los cristales rotos se compran en la vidriería. La confianza es lo que está en falta. Aquella noche dejó una herida grande que está abierta y, se palpita, tardará mucho en cicatrizar.
Una anécdota reciente ubica a dos bomberos voluntarios que en un bar vieron cómo a la mesa lindera se sentaba un vecino que durante los incidentes les había tirado combustible al uniforme con la amenaza de convertirlos en una hoguera humana si atinaban a mover la autobomba. "¿Cómo convivir después de eso?", dicen.
Sin tejido social
"Reconstruir el tejido social es el mayor problema y también el desafío más grande que tenemos", reconoce a LA NACION el intendente de Monte Hermoso, Marcos Fernández.
Natalia Sánchez, directora del Museo de Ciencias Naturales Vicente Di Martino, aún acomoda restos prehistóricos dañados por los manifestantes. Con fuego se ensañaron con Salvatore, réplica de un perezoso cuyas huellas de hace miles de años abrieron aquí una veta turística desde la paleontología.
"Duele que haya sido nuestra propia gente la que atacó y destrozó un patrimonio que logramos con el esfuerzo de todos los vecinos", dijo.
Aquí no terminan de acostumbrarse, pero por ahora tampoco se animan a abandonar la condición de ciudad sitiada, que se mantiene con 200 de los 350 policías que llegaron hace una semana para devolver el orden. Un día se irán esos refuerzos, pero más difícil es que arme las valijas la desconfianza, que, parece, llegó para quedarse.
Nadie cree demasiado en nada ni en nadie. La hipótesis de un crimen por celos no termina de conformar a los vecinos. Por eso también se arraigó el miedo. Porque en las calles buena parte de la gente cree que el asesino de Katherine está suelto. Y en ese caso, sienten que puede ir por más.
"Acá vivimos siempre en paz, caminamos de punta a punta el pueblo de día y de noche, pero ahora tengo miedo por mí y en especial por mis hijas", cuenta una empleada del hospital que prefiere anonimato.
Monte Hermoso arrastraba tensiones previas, es cierto. Una pequeña olla a presión, dicen acá. Desde la política, por ejemplo, con los cruces entre facciones con raíces peronistas. Dos hombres del Frente Renovador, por ejemplo, están detenidos en la causa por destrozos. En la composición social también había clima inflamable, con cientos de familias que sin mayores recursos se instalaron hace más de una década, alentadas por el valor de sus votos para ganar elecciones. Varios de ellos subsisten entre carencias y subsidios.
Hasta el deporte está a tono y hace de las suyas desde la rivalidad en el fútbol entre el histórico Atlético Monte Hermoso y el más novato Suteryh, ambos militando en la Liga de Coronel Dorrego. Sus hinchas ya tuvieron cruces violentos.
A esto se suma una relación picante desde hace tiempo entre la comuna y pescadores artesanales. Alguno de ellos quedó detenido, y combustible similar al de sus embarcaciones apareció en lugares atacados hace una semana con bombas incendiarias. "Cualquier excusa les sirve para darnos un sopapo", dicen desde el gobierno.
Los unos y los otros
Los destrozos y el linchamiento llevaron los límites más allá de lo permitido. "Lo de la comisaría se puede entender, porque puede haber alguna reacción de la gente por impotencia o indignación, pero lo que pasó de la loma para acá es inaceptable", afirma José Bazán, concesionario del buffet del Atlético Monte Hermoso. Es uno de los puntos de encuentro de esta comunidad astillada después de tanto fuego y cascote a granel.
Bazán acompaña la postura mayoritaria de los residentes. "Hay que mirarse a los ojos y los que se mandaron la macana que la paguen", insiste. Aclara que para unos eso significará la cárcel. Para otros, reparar el daño material cometido. Pero nada de lo malo hecho y vivido puede ser gratis.
La Justicia encarceló a responsables y cita a cientos de vecinos para que digan lo que saben. Los que hablan se sienten señalados y hasta perseguidos. "Te acusan, te amenazan", admite una mujer que declaró en la causa. A los que saben y ocultan los carcome la traición. Y camino a tribunales, los delatados dejan algunas miradas que meten miedo, algo de recelo y poco y nada de culpa.
"Es un momento en el que nadie cree ni confía en nadie", reconoce el intendente Fernández, que pide respetar el trabajo de los investigadores de los crímenes. Aunque la hipótesis que comanda la pesquisa del caso Katherine no sea la que más los conforme. "Los peritajes, los perros rastreadores, los testigos: todo nos conduce al domicilio que compartían Sánchez y Canini González", insiste un jefe policial.
El repudio a las reacciones, desde el linchamiento del pocero de 70 años a las propiedades incendiadas, es generalizado. El jefe comunal reduce culpas a un grupo de cientos de manifestantes con unas pocas decenas de violentos y un mínimo grupo de choque bien organizado. Y se niega a que se rotule lo que pasó como una pueblada. "Pueblada fue la de los buenos vecinos que salieron a apagar el fuego provocado y también los que se plantaron frente al hospital para que no lo incendiaran", rescata. De acá los atacantes, de allá los que se plantaron ante la insensatez. Una comunidad enfrentada entonces, agrietada hoy, frágil a futuro. Tras el crimen de Katherine, en Monte Hermoso ya nada es ni será igual.
Una semana con novedades
- MONTE HERMOSO (De un enviado especial).- Se esperan más novedades judiciales para esta semana por el homicidio de Katherine Moscoso. Sigue detenida su amiga Daiana Sánchez, que podría estar embarazada y pretende obtener el beneficio del arresto domiciliario.
- Por el linchamiento de Juan Carlos Canini González hay seis sospechosos detenidos y un menor involucrado. Y son siete, por ahora, los que también esperan tras las rejas a que la fiscalía determine si los procesará por el ataque a la municipalidad, la comisaría y la casa del secretario de Seguridad de este distrito, Ricardo Triches.