Desde el silencio atronador, los cordobeses marchan por Blas Correas, asesinado hace un año por una bala policial
El chico había ido a comer con amigos e iba en el asiento trasero de un auto cuando no frenaron ante un retén y recibió un tiro en la espalda; hay 13 uniformados acusados, ocho de ellos, presos; el acto de hoy será encabezado por la madre de la víctima, Soledad Laciar, que expresó a LA NACION su dolor y su compromiso
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CÓRDOBA.- Hace un año, el país se conmovió con los detalles del asesinato del estudiante Blas Correas a manos de dos policías. El chico de 17 años viajaba en un auto con amigos después de haber ido a comer una pizza y desde un control, donde no frenaron, los balearon. El hecho desnudó una doble violencia institucional: por un lado, la del “gatillo fácil”, y por el otro, la del personal de una clínica que le negó la atención médica al adolescente malherido. Una semana después del crimen, su hermano Juan y su abuelo, Miguel, encabezaron una marcha similar a la que hoy tiene al frente a la mamá, Soledad Laciar. “Blas no vuelve, esta lucha tiene que ser de todos; si no es colectiva no pasará nada”, dijo a LA NACION.
Su ausencia física en la movilización de hace un año -convocada bajo la idea de “que sea el silencio el que haga el ruido”- tuvo una fuerte justificación: ella acababa de dar a luz a su hija. En este año fue mamá nuevamente. “Estoy triste, muy triste. Voy a aprender a convivir con la tristeza; Milagros y Martina, igual que Juan, se merecen una mamá que no será la que tuvo Blas, pero que esté bien. Trabajo para estar bien por mí, pero ahora me apoyo en ellos y en mi marido”, contó Soledad.
Pero no solo reclama por su hijo, sino por todas las muertes por violencia institucional; repite ese concepto una y otra vez: “La lucha es la misma; cuando me enteré de lo de Joaquín decidí que había que pedir un cambio. Joaquín fue un quiebre, con lo de Blas estaba aturdida”. Cuando habla de “Joaquín” se refiere a Joaquín Paredes, que tenía 15 años y poco más de dos meses después del asesinato de Blas murió por una bala policial en Paso Viejo, un pueblo del norte cordobés.
Eso mismo les dijo, hace dos meses y medio, a los diputados de las comisiones de Seguridad Interior y de Derechos Humanos, adonde la convocaron junto a Cristina Castro, mamá de Facundo Astudillo, y Patricia Isorni, madre de Franco -muerto por la brutalidad policial en Santiago del Estero, también durante la pandemia-, para debatir un proyecto contra la violencia institucional. Ese encuentro virtual terminó con ellas reprendiendo a los legisladores, que se “chicaneaban” y se peleaban, ajenos al dolor de esas tres mujeres que habían aceptado la cita para aportar, desde sus tragedias, para que casos como los suyos no se repitan.
“Me desperté, creía que esto pasaba en otro planeta. Me quedaba con los titulares y hasta mal justificaba situaciones -admite Soledad Laciar a LA NACION-. Me desperté fatalmente y quiero que no les pasé a otros lo que nos pasó a nosotros, que no tengan que sentir este dolor. Eso pedimos, sin enojo, pero con tristeza”.
⚫️ JUSTICIA POR BLAS, ASESINADO POR LA POLICÍA DE CÓRDOBA
— Amnistía Internacional Argentina (@amnistiaar) August 6, 2021
🔴 A un año del crimen, acompañamos a la familia de #BlasCorreas en su pedido de justicia a las autoridades.
🕯️ Hoy, a las 18, se hará una marcha en silencio en Córdoba Capital.
📍 Partirá desde Colón y General Paz. pic.twitter.com/A9cbU3YlGw
Madrugada de horror
Blas murió tirado en una calle del barrio de Nueva Córdoba, después de que en una clínica no lo quisieron atender y los mandaron al Hospital de Urgencias; en el camino los detuvo la policía. Falleció a las 0.30. Minutos antes había recibido un tiro de un integrante de un grupo de policías que estaban en un control vehicular y que intentaron encubrir el asesinato “plantando” un arma para inculpar a las víctimas.
El chico iba en un Fiat Argo con cuatro amigos; habían ido a comer una pizza a un bar y regresaban al centro. Una moto se les acercó, temieron que fuera un intento de robo y aceleraron; por eso no frenaron en el control policial. Los agentes que estaban allí les dispararon.
El auto recibió cuatro balazos. El que mató a Blas ingresó por la luneta trasera e impactó en su espalda. Otro se incrustó en el apoyacabezas del asiento delantero, lo que evitó otra muerte. El fiscal José Mana investigó la causa y a los nueve meses la elevó a juicio; ahora está radicada en un juzgado de Control, por la apelación de dos defensores. Hay 13 policías acusados, ocho de ellos, presos.
Los cabos Javier Catriel Alarcón y Lucas Damián Gómez están acusados como coautores de los delitos de homicidio calificado y homicidio agravado por el empleo de armas de fuego, en concurso ideal. Del arma de Gómez salió el proyectil letal.
Como autores del delito de encubrimiento y omisión de deberes de funcionario público están imputados los policías Sergio Alejandro González, Wanda Micaela Esquivel, Yamila Florencia Martínez, Walter Eduardo Soria, Enzo Gustavo Quiroga y Jorge Ariel Galleguillo.
Leonardo Alejandro Martínez, Rodrigo Emanuel Toloza Ezequiel, Agustín Vélez y Leandro Alexis Quevedo afrontan la acusación de falso testimonio y encubrimiento, y Juan Antonio Gatica está acusado de encubrimiento.
Laciar sabe que “ahora queda esperar”; su abogado, Alejandro Pérez Moreno, le informa todos los pasos. Insiste con que no está “obsesionada”. “Por supuesto que quiero que paguen los responsables y quisiera que las penas por encubrimiento fueran muchas más graves, pero estas son las leyes que tenemos”, apunta, pero reitera: “Lo que más me preocupa es que otro crimen así no pase de nuevo, que cambien las cosas”.
“Nada cambió”
Pese al impacto social y político del caso, el gobernador provincial, Juan Schiaretti, nunca llamó a la familia del adolescente. Después del crimen removieron a la cúpula de la Dirección General de Seguridad Capital; asumió Liliana Rita Beletti -después ascendida a jefa de la Policía de Córdoba- y fue a la casa de Blas, donde conversó con Soledad.
“Creí y creo en sus condolencias -sostiene Laciar-, me vino a ver como ser humano. Pasado un año, creo que nos usaron a las dos, fue la única que puso la cara. Se lo he dicho. Tenemos coincidencias y también diferencias, y se las planteé. Tiene responsabilidades, no penales, sino por ser parte de la fuerza y porque entonces ya tenía un cargo. La Policía depende del Poder Ejecutivo y de ahí deben bajar las líneas claras”.
Soledad dice que oportunamente le creyó también al excomisario mayor Gonzalo Cumplido, quien era subdirector de Seguridad Capital al momento del crimen y que en junio pasado fue sobreseído de la imputación por supuesto incumplimiento de los deberes de funcionario público. La Justicia determinó que no estaba obligado a ir al lugar del crimen.
En una conversación que tuvieron, dice Laciar, él habló de “complot policial y político-judicial”. Ella cree que Cumplido recibió la orden de no ir al lugar del hecho.
“Le creo que tiene las mejores intenciones, pero la realidad es que él formó parte de la Policía y sabe muchas cosas que quiere tapar. Quieren mentirle a la sociedad, decir que esto fue obra de un grupo de policías ‘podridos’, cuando el sistema entero está podrido. En un año no hubo ningún cambio”.
"Le creo que tiene las mejores intenciones, pero la realidad es que él formó parte de la Policía y sabe muchas cosas que quiere tapar. Quieren mentirle a la sociedad, decir que esto fue obra de un grupo de policías ‘podridos’, cuando el sistema entero está podrido. En un año no hubo ningún cambio"
Soledad Laciar
Sin odio
La madre de Blas señala que a la primera persona que llamó por esta marcha por el aniversario del crimen fue a la jefa de la Policía. “Le dije que quería que fuera en paz. Hay cosas que no las mezclo. Cada vez que la he llamado, me ha atendido. No se puede actuar desde el enojo, desde el odio, no me sale ni ahora ni hace un año”, subraya.
“No voy a generalizar con todos los policías -continúa-. Sí hago responsable al gobierno por no hacer que las cosas funcionen como corresponde. No estoy enojada, es desilusión. ¿Por qué no hacen bien las cosas? No me voy a enojar con toda la policía, hay muchos que me escribieron; habrá otros enojados. Me parece que hay que luchar sin odio, pero sí buscando cambiar las cosas”.
Blas iba al último año del secundario en el colegio San José; sus compañeros lo despidieron en su velatorio. “Nos quedamos con tus bromas, las salidas, tu sonrisa, todos los momentos juntos adentro del aula. Nos toca recordarte como la gran persona que eras y pedir justicia por nuestro compañero”, publicaron hace un año en las redes sociales.
Soledad sigue en contacto con ellos, al igual que con los chicos que iban en el auto con su hijo. “Siempre les digo que tienen que seguir con la vida, que no tienen culpa de nada. Nunca, ni desde el primer minuto lo pensé. Hicieron todo lo que estuvo a su alcance y más para salvar a Blas, se quitaron el miedo y buscaron salvarlo. No se los permitieron”, relata. Laciar cree que, si se los reitera ella es “más aliviador” y enfatiza que lo dice “de todo corazón”.
A los pocos días del entierro de su hijo -en acuerdo con Juan, el hermano de Blas-, llamó a los abuelos y al padre para que buscaran en su dormitorio y se llevaran lo que quisieran. Después invitó a los amigos. “Se llevaron todo, hasta las fotos. Yo me quedo con lo que viví. Solo tengo una campera chiquita que él nunca quiso dar, esa la tengo desde antes. No me quedaron pendientes con Blas, solo le pido que me mande fuerza”.
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