“Delirio de reivindicación”. Ricardo Barreda nunca se arrepintió y creía que con el cuádruple femicidio había hecho “justicia”
Así lo afirmó el perito Miguel Maldonado, que entrevistó al odontólogo 48 horas después de que matara a su esposa, su suegra y sus dos hijas en La Plata; hoy se cumplen tres años de su muerte
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El perito que evaluó al odontólogo Ricardo Barreda horas después de que asesinara a su esposa, a sus dos hijas y a su suegra en una casona del centro de la ciudad de La Plata, en noviembre de 1992, aseguró que el cuádruple homicida fallecido hace tres años “nunca se arrepintió de matar a las mujeres de su familia”, ya que “pensaba que había hecho justicia” y consideró que debió haber sido declarado inimputable y tratado en una institución psiquiátrica porque tenía un “delirio psicótico de reivindicación”.
Barreda murió a los 84 años, solo y enfermo, en el geriátrico “Del Rosario”, del partido bonaerense de José C. Paz, al sufrir un paro cardíaco el 25 de mayo de 2020, en pleno aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) decretado a raíz de la pandemia de coronavirus.
Ya había cumplido su pena por los crímenes en 2016, previo acceder en 2008 a la libertad condicional y mudarse a vivir con su pareja, Berta “Pochi” André, a un departamento del barrio porteño de Belgrano, hasta que ella falleció.
Miguel Maldonado, el perito forense que evaluó al odontólogo 48 horas después de que matara a su familia, y que intervino en el desarrollo del proceso penal, contó en una entrevista con la agencia de noticias Télam que, en su opinión, “Barreda no estaba loco, pero tenía un tornillo desviado que le impedía comprender y dirigir sus acciones”, aunque recordó que “la Justicia, en votación dividida, lo consideró imputable”.
“Yo era partidario de mandarlo a un hospital psiquiátrico de alta seguridad, donde se le pudiera tratar ese delirio psicótico de reivindicación que tenía y del que no hubiera salido nunca. Pero dos de los jueces consideraron que no era inimputable y le dieron perpetua”, agregó.
“Fue a una cárcel común, donde terminó siendo un ‘héroe’, un tipo respetado que se congració con sus compañeros. Después salió y siguió haciendo macanas, porque tenía fobia a las damas. En cuanto enganchó una nueva pareja, la maltrató y humilló. Creyeron que se había corregido, pero no. No aprendió nada en el tiempo en que estuvo preso”, opinó el perito.
Maldonado se refirió así a la relación que Barreda mantuvo con “Pochi” André, a quien conoció cuando ella visitaba a un amigo que estaba preso y con quien inició una relación de pareja que devino en convivencia hasta julio de 2015, cuando ella murió como consecuencia del deterioro de su salud, a raíz de graves problemas neurológicos.
Según el perito forense, Berta fue, para Barreda, “la mujer que le dio una oportunidad que no merecía”.
“Barreda maltrató a Berta, la mujer que lo cuidó y le dio todo, pero que él maltrataba. Le decía ‘chochán’, ‘ignorante’ y la subestimaba”, aseguró.
“Yo lo conocí. Sé que nunca se arrepintió de matar a las mujeres de su familia. Él pensaba que había hecho justicia. Estaba perturbado mentalmente. Murió solo, ni una persona fue a su entierro”, enfatizó Maldonado.
Solo y deteriorado
Lo mismo destacó el periodista Pablo Martí, biógrafo del cuádruple femicida, quien prepara un libro sobre el odontólogo, que saldrá a la venta en octubre próximo. ”Yo era la única persona que lo iba a visitar y fui el último en verlo”, recordó Martí, en diálogo con Télam, al tiempo que ratificó que “a su entierro [en un cementerio público de José C. Paz] no fue nadie”.
El biógrafo contó que Barreda pidió, como última voluntad, que su cuerpo fuera cremado y que sus cenizas fueran esparcidas en la cancha de Estudiantes de La Plata, aunque el club lo rechazó.
“En sus últimos tiempos se mostraba como un viejito arrepentido. Pero debemos pensar que estaba solo porque asesinó a toda la familia. Tenía demencia senil y problemas de próstata, estaba desnutrido y le costaba comer”, recordó sobre los últimos días del asesino múltiple.
También durante su internación, que se produjo tiempo después de que en diciembre de 2015 accediera a la libertad condicional y luego de que en mayo de 2016 se declarara extinguida la pena, Barreda tuvo problemas con quienes lo asistieron en un hospital de la localidad de General Pacheco, donde se presentó con una identidad falsa y visiblemente desmejorado y permaneció internado durante 457 días debido a un cuadro de salud mental, según dijeron entonces los médicos que lo asistieron. Algunas enfermeras denunciaron que las maltrataba.
Finalmente, en julio de 2017, el odontólogo salió de ese centro asistencial y fue enviado a una pensión de General Pacheco, tras lo cual se mudó a San Martín, donde estuvo alojado varios meses en el Hospital Eva Perón.
Martí recordó que fue allí, en 2019, donde conoció a Barreda, a quien se acercó interesado en hablar con él para contar su historia.
“De a poco fue tomando confianza conmigo y aceptó hablar. Él estaba muy solo. Yo iba todos los jueves a verlo y charlábamos. Me dijo que estaba arrepentido, planteaba que el día del crimen se le ‘saltó la cadena’ y aseguraba que no fue planificado. Pero para mí no fue así”, describió el biógrafo.
De hecho, como reveló LA NACION, el propio Barreda admitió –y así consta en el expediente– que, luego de ser sometido a una operación de vesícula, comenzó a fraguar el plan homicida. “Desde hace dos años se me había puesto en la cabeza que era un problema entre ellas y yo. Después de la operación, cuando pude caminar, fui a la armería Cosoli y compré una caja de cartuchos para la escopeta que guardaba debajo de la escalera”, dijo en su segunda indagatoria, del 15 de mayo de 1993.
Y amplió: “Esa idea de matar que se inició durante el posoperatorio se fue acrecentando con el tiempo, hasta que se me hizo una cosa inexorable e inevitable. Es decir, una forma de hacer justicia. No sabía en que momento iba a hacerlo, pero tenía que hacerlo”.
”Le pregunté por qué no se separó en vez de hacer lo que hizo, y creo que fue porque ni él ni su mujer querían perder la casa de la calle 48″, dijo el periodista, en referencia al petit hotel situado en la calle 48, entre 11 y 12, donde fue cometido el cuádruple femicidio y en el que se planea construir un centro para víctimas de violencia de género.
Finalmente, el 10 de marzo de 2020 –pocos días antes de que el presidente Alberto Fernández decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio en medio de la pandemia– Barreda quedó internado en el geriátrico “Del Rosario”, donde murió a los 84 años.
En la penosa lista
Barreda ingresó a la lista de los criminales más sangrientos de la historia criminal argentina el 15 de noviembre de 1992, cuando con disparos de su escopeta Víctor Sarrasqueta calibre 16 asesinó a su esposa, Gladys McDonald, de 57 años; a su suegra, Elena Arreche, de 86, y a sus dos hijas, Adriana, de 24, y Cecilia, de 26.
Si bien el odontólogo primero negó la acusación del cuádruple asesinato e intentó hacer pasar el hecho como la consecuencia de un robo a su casa, finalmente confesó que las había baleado debido a “los maltratos que recibía de todas ellas”, ya que –dijo– padecía “humillaciones constantes”, entre ellas, que lo llamaban por el apodo de “conchita”.
Durante el juicio se supo que, tras cometer los crímenes, el asesino se subió a su Ford Falcon verde, descartó el arma en Punta Lara, partido de Ensenada, y fue a ver elefantes y jirafas al zoológico de La Plata porque eso “lo relajaba”.
Luego, visitó la tumba de sus padres y se encontró con su amante, la vidente María Mercedes Guastavino, alias la “Pirucha”, con quien cenó en una pizzería y luego fue a un hotel alojamiento.
En 1994, Barreda fue condenado a prisión perpetua –en ese momento, equivalente a 25 años de prisión–, que cumplió en 2016, cuando se hicieron “cesar las accesorias legales impuestas” y quedó en plena libertad, sin control alguno de la Justicia.
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