“Dejá de vender humo”. Las increíbles amenazas contra un fiscal que se distribuyeron en Rosario
Los textos intimidantes estaban escritos en volantes que fueron arrojados desde un auto en el barrio Arroyito
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ROSARIO.- Una guerra entre bandas narco en un barrio de Rosario derivó en un hecho insólito y grave: los propios narcos distribuyeron mensajes, como si fueran volantes, en distintas zonas de Rosario, con amenazas a un fiscal.
La víctima de los mensajes intimidatorios es el fiscal Pablo Socca, que integra la Unidad Especializada en Balaceras, que hace unos diez días realizó en conjunto con el fiscal federal de Rosario, Javier Arzubi Calvo, unos 57 allanamientos los barrios Ludueña y Empalme Graneros, en el oeste de Rosario, donde las disputas entre miembros de la banda de Los Monos y la organización criminal liderada por Esteban Alvarado habían provocado un reguero de sangre y violencia con más de 40 homicidios durante este año.
Anoche desde un auto arrojaron volantes en puntos estratégicos del barrio de Arroyito, como la sede del PAMI y el hospital de Niños, con amenazas contra uno de los funcionarios que llevó adelante la investigación.
“Fiscal Socca dejá de vender humo con gente inocente y meter preso a la gente que Fran Riquelme y Jonita Riquelme te apuntan”, decía uno de los panfletos.
Riquelme es un miembro de la banda de Alvarado, que opera en esa zona donde se produjeron los sangrientos conflictos con integrantes de la banda de Los Monos, que fueron los más perjudicados en los allanamientos ordenados por la justicia.
En la otra punta de Rosario, casi a la misma hora, desconocidos arrojaron piedras contra las puertas de vidrio del Distrito Sur de la Municipalidad, donde aparecieron mensajes del mismo tono, pero en letra manuscrita.
Socca está al frente de la investigación que derivó en detenciones e imputaciones a los integrantes de una banda liderada por Mauro Gerez y dirigida desde prisión por Andy Benítez y Julián Aguirre. Este sector responde a Ariel Cantero, alias Guille, preso en el penal de Marcos Paz.
Una de las hipótesis es que esta ola de amenazas contra el fiscal provino de la banda de Los Monos, que fue la más golpeada en los allanamientos que se realizaron en los barrios Ludueña y Empalme Graneros.
Uno de los proveedores de estos eslabones de la banda de Los Monos es Julio Rodríguez Granthon, conocido como El Peruano, que está detenido en el penal Ezeiza.
En el marco de los allanamientos que habían ordenado los fiscales Socca y Arzubi Calvo se requisó la celda de este narcotraficante porque había surgido información proveniente del penal de Piñero de que Rodríguez Granthon estaba preparando atentados en Rosario con coches bomba. También en esos operativos fue allanada la celda del Rey de la Efedrina, Mario Segovia.
Estas amenazas también se produjeron después de que Socca terminara con las audiencias imputativas que duraron dos días en la que la jueza Silvia Castelli resolvió que 23 acusados queden en prisión preventiva y tres en libertad restringida, por una secuencia de balaceras y extorsiones que tuvieron como epicentro en el barrio Ludueña.
Ludueña y Empalme Graneros son escenarios de una batalla diaria, cotidiana. En los conflictos confluyen varios actores. La pelea es por la venta de drogas, pero por espacios cada vez más reducidos, más pequeños. Esto provoca que los crímenes se multipliquen, que no tengan freno en una zona atravesada por la pobreza y el terror.
Hay una disputa que es de fondo entre dos pesados del barrio: Mauro Gérez, aliado de Ariel “Guille” Cantero, y Francisco Riquelme, que pretende manejar ese barrio con el aval de Esteban Alvarado, condenado a prisión perpetua este año.
Pero a su vez, Gérez, que está preso en Piñero, acusado de un homicidio, enfrenta un conflicto interno que se tornó áspero desde hace tres semanas, y que se hizo visible con ataques a balazos a las casas de su familia.
En este submundo aparece otro enfrentamiento, que se da en la pobreza más acuciante del oeste rosarino, en el barrio Los Pumitas, entre las llamadas bandas de “paraguayos” y “salteños”, que en las últimas semanas dejó cuatro muertos, entre ellos dos mujeres. Los salteños, liderados por Daniel Villazón, son más robustos porque tienen además la banca del peruano Julio Rodríguez Granthon, preso actualmente en el penal de Marcos Paz.
La zona oeste de Rosario está siendo escenario de un enfrentamiento entre bandas, varias de ellas subsidiarias de Los Monos, que hace todo más complejo. La disputa es por fracciones pequeñas, por cuadras donde están ubicadas las bocas de expendio de venta de drogas, pero cuya recaudación es frondosa.
“Nadie acata nada. Se matan por nada”, reflexiona un jefe policial que confiesa que a veces nadie parece descifrar ni tener una explicación lógica de estos borbotones de violencia, que aterrorizan a los vecinos. Porque las organizaciones cambian su composición y sus jefes a cada momento, porque hay bajas, es decir, muertos, o por las deslealtades permanentes.
En una causa que investigó el fiscal Pablo Socca se advierte que el jefe de los sicarios de Los Monos reclutaba soldaditos en los clubes de la zona. En la imputación contra Geréz en abril pasado, el fiscal citó a un testigo de identidad reservada que el jefe de los sicarios buscaba como “mano de obra” a adolescentes que jugaban al fútbol en el barrio, en el Club Padre Edgardo Montaldo, nombre de un sacerdote que murió en 2016 y contenía justamente a los chicos que atravesaban una situación económica vulnerable.
Causó sorpresa que el testigo contara que Geréz “jugaba en un equipo y empezó a ofrecer botines, guantes. Es la forma que tiene de convencer a los pibitos. Les regala zapatillas, cosas, para que después terminen ‘soldadeando’ para él. Tiene más de quince pibitos”, dijo el testigo.
La cárcel es hoy el hogar de estos jóvenes que lideran terminales o franquicias que terminan en las bandas más grandes, como Los Monos o Alvarado. Y se transformaron en los protagonistas de esta guerrilla narco, que se libra ya no por grandes espacios, sino por cuadras desde los pabellones de Piñero donde habitan los gerentes de un mercado criminal cada vez más fragmentado pero cruel y dañino.
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