“¿Cuántas pudo tragar?”. Los reveladores chats entre un narco y una “mula” que viajó a España con 61 cápsulas con cocaína en su cuerpo
El juez en lo penal económico Marcelo Aguinsky elevó a juicio un expediente donde se investigó a tres sospechosos de integrar una banda que envía estupefacientes a Europa
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La joven había logrado eludir los controles en la Argentina y España. Ni en el aeropuerto internacional de Ezeiza ni en Barajas, en Madrid, habían descubierto que tenía 61 cápsulas con cocaína en su cuerpo. Pero en Barcelona, M. A. B., de 19 años, estaba preocupada. No había podido entregar toda la “mercadería”. A través de mensajes de WhatsApp se lo hizo saber a Cristian Maceri, un estudiante de Ciencias Económicas que era el encargado de reclutar y “cargar” a chicas como ella, usadas por una banda narco como “mulas”, apelativo de las personas que introducen estupefacientes en su organismo para concretar el tráfico de drogas. “Tengo miedo. Me siguen faltando siete, pero no siento que las tenga encima”, le dijo a su contratante, el hombre que le había hecho ingerir decenas de pequeños empaques con la sustancia.
Eso fue el 25 de julio pasado. M. A. B. había viajado a España tres días antes, en un vuelo de Iberia. En Barcelona se tenía que encontrar con Luis Loza Quiroga, alias Blas, un boliviano que, según la investigación que encararon el juez en lo penal económico Marcelo Aguinsky, el fiscal Emilio Guerberoff y detectives de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), sería el proveedor de la cocaína.
En los chats con Maceri, la joven también dijo: “Encima, Blas no sabe que perdí cuatro en el avión, pensé que sabía”. Nunca habló de cápsulas con cocaína. Pero no hacía falta literalidad en la conversación virtual.
Ahora Maceri, M. A. B. y otra joven, también identificada solo por sus iniciales (A. S. F.), deberán enfrentar un juicio oral y público. El juez Aguinsky clausuró parte del expediente, mientras sigue la investigación sobre los eslabones superiores de la organización narco, y elevó la causa a la etapa de debate, que estará a cargo del Tribunal Oral en lo Penal Económico (TOPE) N°2, según informaron a LA NACION fuentes judiciales.
La elevación a juicio se hizo en tiempo récord: fueron menos de tres meses desde que comenzó la investigación. La causa se inició el 29 de julio pasado, cuando A. S. F., de 20 años y domiciliada en Villa del Parque, fue detenida en el aeropuerto internacional de Ezeiza cuando buscaba subir a un avión de la línea aérea Level con destino a Barcelona.
Nunca llegó a abordar el avión. Cuando estaba por embarcar fue entrevistada por agentes de la PSA y de la Dirección General de Aduanas (DGA). La joven respondió de forma “incongruente” y “dubitativa”. Poco después quedaría internada y detenida: las imágenes del escáner de rayos X revelaron la “presencia de cuerpos extraños en el organismo”. Ella misma acabó por confesar que llevaba “un paquete introducido por vía vaginal”. Contenía 78 cápsulas con cocaína.
A esa altura, la “mula” que estaba en España esperando a A. S. F. le preguntaba a Maceri cómo le había ido con la “carga”. “¿Cuántas pudo tragar?”, fue la consulta que hizo. La respuesta, por escrito, no dejó lugar a dudas: “68 chiquitas”.
“Re bien, mejor que yo, jajajaja”, bromeó la chica desde Barcelona, e insistió: “¿En total cuántas?”. Maceri respondió: “71 por 8, creo... Tengo el cerebro trabado”. Se refería a que cada cápsula pesaba, más o menos, ocho gramos y la diferencia en la cantidad era porque la mayoría las había “tragado” y las otras las había introducido por la vagina.
Con el correr de los minutos se acabaron las bromas entre el “reclutador” y la “mula”. La señal de alerta se encendió cuando, a las 11.48, Maceri le preguntó a M. A. B. si sabía algo de su amiga. A esa hora ya debía haber hecho el check in. “No me responde”, dijo la joven.
El estudiante de Ciencias Económicas le preguntó cuándo había sido la última comunicación. La contestación fue por mensaje de voz: “Me preguntó cómo hacer el check in y todo eso, y le expliqué. La estoy llamando y no me responde. No apagó el celular todavía. Está en la Argentina porque los mensajes le llegan”.
La preocupación iba en aumento. A las 12.57, M. A. B. le preguntó a Maceri qué harían si le seguían llegando los mensajes, porque, evidentemente, si el teléfono estaba encendido era porque no se había subido al avión. “No lo sé, boluda. Estoy buscando noticias de si agarraron a alguien en Ezeiza. Espero que solo haya perdido el vuelo. En verdad espero que esté en vuelo y llegue y nos diga: ‘¿Por qué tanto quilombo’?”.
Pero no. A. S. F. nunca se iba a reportar. Ya estaba detenida y pasaría cuatro días en el Hospital Zonal General de Agudos Doctor Alberto Antranik Eurnekian, de Ezeiza, hasta poder evacuar todas las cápsulas: el estallido de uno de esos envoltorios y el contacto directo de la droga con las vísceras hubiese supuesto un altísimo riesgo de muerte para ella.
Dudas y amenazas
Maceri y la “mula” siguieron en contacto. “¿Qué le digo a Blas si no aparece?”, preguntó la joven desde Barcelona.
Dos días después, los mensajes continuaron. “‘El colombiano’ me amenaza a mí. Me dice que A. S. F. está en Barcelona y que si yo sé algo se los tengo que decir. La familia de ella está desesperada”, avisó, temerosa, la “mula” desde España.
El colombiano, según el expediente judicial, sería Yeison Jhon Quinteros Fernández, uno de los eslabones superiores junto con Blas.
Como informó LA NACION oportunamente, después de la detención de la “mula” en Ezeiza, la investigación continuó para dar con los demás integrantes de la banda.
Primero cayó Maceri, en su departamento de Palermo. A pesar de que A. S. F. se negó a declarar, los detectives de la PSA pudieron avanzar. Al analizar las imágenes de las cámaras de seguridad instaladas por Aeropuertos Argentina 2000 en la terminal internacional de Ezeiza se pudo identificar el auto en el que había llegado la “mula”.
“La muchacha había llegado al aeropuerto en un automóvil que hace viajes que se piden por medio de un app. Se logró identificar al chofer del vehículo y fue citado a prestar declaración testimonial”, relataron calificadas fuentes de la causa.
Bajo juramento de decir la verdad, el chofer recordó dónde había comenzado el viaje que finalizó en el aeropuerto internacional de Ezeiza. Si bien no pudo precisar de qué edificio había salido la pasajera, dio detalles de la zona.
Fue así que, tras tareas investigativas en la zona de La Imprenta, en Palermo, y con la información obtenida del celular de la “mula”, los detectives de la PSA pudieron identificar el edificio y el departamento donde vivía Maceri. Luego, el juez Aguinsky ordenó la detención.
A partir de la información recuperada del teléfono celular se llegó hasta M. A. B., que ya había regresado a la Argentina. En tanto, Loza Quiroga fue detenido en la ciudad de Cochabamba, donde había nacido, en marzo de 1979, y la Justicia argentina pidió su extradición.
En el requerimiento de elevación a juicio, el fiscal Guerberoff sostuvo: “En lo que refiere al componente subjetivo de la conducta imputada a Maceri puede sostenerse, con el nivel de convicción que se exige para esta etapa del proceso, que desplegó su accionar con conocimiento y voluntad”.
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