Cromañón: el dolor intacto y la sensación de que la impunidad y la corrupción no se van
Alejandrino Benítez es el padre de Mariano Benítez, un joven de 20 años, estudiante de Derecho que murió en Cromañón. Hoy, en el 15°aniversario de la tragedia, hizo una pequeña capilla en el patio de su casa en José C. Paz para poner las cenizas de su hijo. Los viernes y los sábados él atiende una línea telefónica donde se pueden realizar denuncias sobre irregularidades en boliches y locales nocturnos, en el local de la ONG "Familias por la vida". Allí también realizan actividades de concientización en colegios secundarios de todo el país. Afirma que por las denuncias que reciben se clausura al menos un boliche por fin de semana.
La suya es una de las tantas historias de dolor, recuerdo y activismo detrás de la mayor tragedia por causas no naturales de la Argentina: el incendio de República Cromañón, el boliche de Once donde el 30 de diciembre de 2004, murieron 194 personas y otras 1432 sufrieron heridas, con miles de familias sobrevivientes y familias que aún hoy, 15 años después, sufren las consecuencias.
Durante la tarde, en el santuario de la calle Bartolomé Mitre al 3000, el clima destemplado exacerbaba la tristeza de los cientos de padres y amigos que compartían actividades en homenaje a las víctimas de Cromañón. Había entre ellos un sentimiento coincidente: que a pesar de las condenas y de los cambios normativos, esa mezcla de impunidad y corrupción que les quitó a sus hijos, hermanos, parejas, amigos, sigue vigente.
Ese mismo sentimiento encontró un canal en la voz del arzobispo de San Juan, monseñor Jorge Lozano, que durante la misa de homenaje en la Catedral Metropolitana afirmó: "Nos une una experiencia desgarradora de dolor, la noche del 30 de diciembre. Aquellas horas de búsqueda desesperada; nos unen los ninguneos, y también los compromisos de personas desconocidas que se acercaron a dar una mano. Nos une la indignación por la vida joven pisoteada, el dolor por las consecuencias de la corrupción y la indolencia de la burocracia. También nos une la esperanza, que brota de la fe. Rezamos y damos testimonio del amor que no deja en el olvido a los que han muerto y también a los que han sobrevivido, a las familias y a los amigos. Pidamos al Señor que la vida sea valorada y protegida como se merece por la dignidad que él nos dio".
"Nos une una experiencia desgarradora de dolor, la noche del 30 de diciembre. Aquellas horas de búsqueda desesperada; nos unen los ninguneos, y también los compromisos de personas desconocidas que se acercaron a dar una mano. Nos une la indignación por la vida joven pisoteada, el dolor por las consecuencias de la corrupción y la indolencia de la burocracia. También nos une la esperanza, que brota de la fe. Rezamos y damos testimonio del amor que no deja en el olvido a los que han muerto y también a los que han sobrevivido, a las familias y a los amigos. Pidamos al Señor que la vida sea valorada y protegida como se merece por la dignidad que él nos dio".
Cientos de fieles, muchas madres, escucharon atentamente la homilía, mientras enarbolaban carteles con los rostros de las víctimas. Al cierre de esta edición, ante la amenaza de lluvia, perseveraban y marchaban hacia Once. A las 22.50 encenderían 194 velas y lanzarían globos hacia la oscuridad del cielo. Para recordar, para exigir que no hay olvido.
Justicia insuficiente
Benítez dijo a LA NACION. "El paso del tiempo no cura las heridas de la muerte de un hijo. Cada día lo extraño más, y cada día siento mayor necesidad de él. Intentamos superar el dolor mientras trabajamos para que nada así vuelva a pasar. Esta jornada es como una caricia, y esta noche sentiremos un poco menos de dolor en nuestro corazón roto gracias al apoyo de muchas personas. Lo poquito que podemos hacer no es en vano. Para algo sirve esta lucha".
Agregó: "No hay nada que pueda reemplazar a la vida. Te morís, y los empresarios no tienen en cuenta eso. Porque sigue habiendo lugares que, por ejemplo, exceden la capacidad de personas permitidas. La noche tiene mucha influencia, mueve mucho dinero. Por eso es tan difícil generar un cambio. Pero igual lo logramos, y muchas cosas se han modificado. Los propios chicos que participan de las charlas de concientización nos llaman para denunciar la presencia de menores en boliches o la venta ilegal de alcohol".
José Guzmán, entrenador de boxeo y padre de Lucas, que tenía 18 años y murió en Cromañón poco después de regresar de su viaje de egresados en Córdoba, llevó a dos de sus boxeadores adolescentes –un chico y una chica– para que pelearan unos rounds en el santuario. Dijo ante sus pares: "Estas actividades me sirven para no caer, y ganarles por abandono a los gobernantes corruptos, a los fiscales corruptos y a todos los encubridores de la masacre de Cromañón. Pedimos cárcel para Ibarra y para todos los ‘Chabanes’ que andan sueltos".
Luego dijo a LA NACION: "Seguimos exigiendo justicia. Queremos para nuestro país una justicia verdadera y no una con dinero que reciben de los políticos y de los grandes empresarios". Arrasado por el llanto, recordó a Lucas: : "Él era un estudiante consciente de que su padre siempre fue un luchador de clases. Murió aquí junto a Lidia Olivera, su mejor amiga. Vino a un recital a despedir el año y se encontró con una trampa mortal que cortó sus sueños".
Débora Vera y Matilde Mangone, sobreviviente y familiar de una víctima, leyeron bajo la lluvia una carta abierta con duras críticas a políticos, funcionarios judiciales y a la prensa. "Si algo aprendimos los sobrevivientes y familiares de Cromañón es que el Estado –del color que sea, macrista o kirchnerista– nunca hizo nada por la memoria de nuestros pibes. Muy por el contrario, se empeñaron en tratar de manipularla o, directamente, de borrarla. El Estado estuvo presente, pero para callarnos e invisibilizar nuestras voces, que lo increpan y denuncian. A pesar del dolor y la impotencia resistimos y exigimos que Cromañón, el boliche, no se toque. Porque los pueblos tenemos memoria aunque traten de borrarla para crear historias que les convengan. Justicia no hubo ni habrá en este sistema asesino", agregaron.
Un vecino solidario, ayer y hoy
Sergio Mendelevich es un vecino de la zona que en la noche del incendio regresaba de una cena y pasó por la puerta de Cromañón cuando todavía no habían llegado al lugar ni los policías ni los bomberos. Entró y salió del boliche varias veces, y sacó a 16 jóvenes desvanecidos. Algunos murieron y otros sobrevivieron. Todos los años viene a los actos para abrazar a los padres.
Explicó a LA NACION: "Yo soy entrenador de fútbol y aquella noche, cuando pasé por la puerta del local, me dijeron que adentro había chicos encerrados. No lo dudé y entré a sacarlos. Vengo para solidarizarme con las familias porque no sé cómo se puede vivir con tanto dolor. Los chicos que saqué del boliche eran jóvenes, apenas empezaban a vivir. Eso me conmueve y me duele".
Consultado sobre cómo es vivir con ese recuerdo, dijo: "Me duele. Pero me deja tranquilo que esa noche hice lo que pude. No se veía nada y se escuchaban muchos gritos. No pensé en el miedo, porque si pensaba no entraba al boliche. Me quedé acá hasta las seis de la mañana. Un médico me dio algo de oxígeno y después fui a mi casa a dormir. No le dije nada a mi familia para no preocuparlos".
El otro acto
En Palermo, también bajo la lluvia y en una fila de casi dos cuadras de extensión, cientos de personas esperaban sobre la avenida Santa Fe para ingresar a Groove, donde se desarrollaría otro de los actos planeados como homenaje a víctimas, familiares y sobrevivientes de Cromañón.
En un ambiente rockero, bajo las luces azules de la puerta del boliche ubicado en la prolongación de la intersección de Santa Fe y Oro, frente al metrobús, vendedores ambulantes de cerveza y de remeras ganaron las veredas. La tormenta prolongaba la espera. Si bien había una grilla confirmada para el Obelisco, donde inicialmente se iba a desarrollar el evento, las dudas sobre la reprogramación del cronograma no detuvieron a nadie. Muchas de las personas no sabían ni siquiera que grupos tocarían en vivo, pero igualmente estaban férreos en el homenaje de la agrupación "No nos cuenten Cromañón".
Gladys y Karina son madre e hija, y viven en Merlo. Juntas hacían la fila sobre la avenida Santa Fe para ingresar. En diálogo con LA NACION recordaron que aquella noche ellas podrían haber estado en el show que terminó con 194 muertes: "Tenemos muchos conocidos que fueron esa noche. Siempre vamos a los homenajes y vinimos para recordar a las víctimas".
Darío y Mónica, una pareja que esperaba para entrar al recital con sus dos pequeños niños, dijeron: "Nos acercamos para estar presentes. Viajamos en tren y en subte desde Domselaar, San Vicente. Y vinimos con nuestros dos hijos porque nos parece importante para generar conciencia".
Con alimentos no perecederos como entrada para el show, Macarena y Federico llegaron desde Bernal, partido de Quilmes, hasta Palermo. Dijeron: "La idea es apoyar la causa. Participamos de estos encuentros cuando los músicos de Callejeros estaban presos para pedir su libertad y absolución, y hoy vinimos con la idea de acompañar a los sobrevivientes, los familiares de las víctimas".
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