El estudiante, de 21 años, fue capturado cuando llegaba a su casa, en la capital de Corrientes; su familia pagó un rescate de 277.500 mil dólares, pero al joven nunca lo liberaron; los cabecillas de la banda están presos en Portugal, a la espera de su extradición
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El Día de la Primavera se convirtió en un día aciago para la familia Schaerer. “La pérdida es insoportable. No me resigno a que me pase esto sin encontrarlo. Es una cruz que arrastramos con Pompeya, con el hermano y toda la familia”, dijo esta mañana a Radio Dos, desde Paraguay, donde está radicado desde hace más de dos décadas, Juan Pedro “Vasco” Schaerer, el padre de Cristian, secuestrado hace 18 años cuando volvía a su casa en el barrio Las Tejas, de Corrientes capital. Su familia pagó el rescate, más de un cuarto de millón de dólares, pero sus captores no lo liberaron. Su madre, Pompeya Gómez, ofreció pagar un segundo rescate, pero fue en vano: el estudiante de 21 años nunca más apareció.
Sus captores se mantienen en silencio y no han aportado más que vagos indicios del trágico final del joven; apenas alguna referencia a los meandros de un arroyo entre Uruguaiana y Paso de los Libres donde había que buscar un cuerpo. Nada. Aun sin cadáver, para la Justicia se trató de un secuestro seguido de muerte. Ya hay varios condenados por el caso, y solo resta que enfrenten un juicio en la Argentina los que, según la investigación, serían los líderes de la banda internacional que privó de la libertad —y de la vida— a Schaerer: Rodolfo “Ruso” Lohrmann y Horacio “Potrillo” Maidana, que estuvieron prófugos 14 años hasta que cayeron en Portugal, como asaltantes de bancos y blindados, y que deben purgar allí una parte de su condena de 18 años antes de ser extraditados desde el Viejo Continente.
El Ruso Lohrmann y el Potrillo Maidana fueron indagados en 2018 en una prisión lusa por el fiscal federal correntino Flavio Ferrini y el suspendido juez Carlos Soto Dávila —que espera ser enjuiciado por el presunto cobro de coimas a narcotraficantes— y están formalmente procesados por el secuestro y asesinato de Cristian Schaerer. Solo resta su extradición, que fue aprobada por la Justicia portuguesa, pero que está pendiente de ciertos requisitos procesales de ese país y de un requerimiento de los tribunales de Bulgaria, ya que Lohrmann estuvo preso allí y se escapó en una fuga cinematográfica por la que aún debe rendir cuentas. Él ya pidió formalmente el año pasado que se le permita unificar todas las penas y cumplirlas en la Argentina.
La familia Schaerer tiene mínimas esperanzas de que El Ruso o el Potrillo hablen. Pero saben que, detrás de su silencio, está el secreto de qué pasó con Cristian y qué hicieron con su cuerpo. Las últimas novedades al respecto aparecieron en 2019, cuando un canoero brasileño, tras una intensa negociación, declaró como testigo de identidad reservada y señaló que los restos del joven habían terminado en el arroyo Imboá, formado por las curvas que el río Uruguay dibuja sobre la costa brasileña a la altura de la frontera entre Paso de los Libres y Uruguaiana. Se llegó a realizar, incluso, un monumental dragado de ese curso de agua. Pero solo aparecieron el cabo de una pala y trozos de una bolsa de polipropileno, además de huesos que, luego se determinó, eran de origen animal.
El fracaso de la misión, no obstante, no implicó, para los investigadores, que el dato del canoero haya sido falso. Creen que, después de tanto tiempo, las corrientes fluviales pudieron haber socavado el lugar donde el cuerpo fue enterrado, en el cenagoso arroyo, y haber arrastrado los restos río abajo.
La palabra del padre
Hoy, en una entrevista exclusiva con Radio Dos, de Corrientes, el Vasco Schaerer abordó el caso, especialmente, la profunda herida que aún provoca en él, su exesposa, Pompeya Gómez, y en Gastón, el hermano menor de Cristian.
“Es un día especial, que no es particularmente bueno. Recordamos siempre un suceso muy duro, triste, largo e indefinido, que nunca termina de cerrarse. Pensamos que cuando se los detuvo a Maidana y a Lohrmann en Portugal se iba a saber todo, pero más allá de las conversaciones y datos no aportaron ninguna información cierta para dar fin a este drama, y tener un lugar donde ir a rezarle, a recordar a Cristian”, dijo.
“Vivimos decepción tras decepción. Pasaron 18 años y son frustraciones tras frustraciones desde el día que se lo llevaron. Se pagó, se investigó… Todo el mundo hizo todo lo que pudo y no pudimos lograr encontrarlo. Espero que algún día podamos saberlo, pero hasta ahora son frustraciones tras frustraciones”, dijo el exministro de Salud correntino, actualmente radicado en Paraguay.
“Básicamente, los que saben algo no quieren decirlo, porque no es lo mismo una persona detenida por un secuestro a que esté detenida por un secuestro seguido de muerte. Confesar eso agrava su situación. Cada tanto aparece algún dato, algún indicio, alguna persona. Siempre seguimos, escuchamos, pero no hay nada”, sostuvo.
“La pérdida es insoportable. No me resigno a que me pase esto sin solucionar. Es una cruz que arrastramos con Pompeya, con el hermano y toda la familia. Es tristeza, no hay resignación; queremos saber la verdad y eso nos impulsa a tener fuerzas, pero en su momento, como padres, nos dimos cuenta de que teníamos otro hijo y que debíamos ocuparnos de él, también. Todos los días volvemos a los recuerdos, las investigaciones, los datos. La finalidad es encontrarlo, y eso será un pequeño alivio. La expectativa de que aparezca vivo es casi imposible. Tenemos la esperanza, pero es muy pequeña”, concluyó, en la entrevista con Radio Dos.
Los hechos
Según consta en el expediente, el 21 de septiembre de 2003, alrededor de las 23.30, Schaerer ingresaba al garage de su casa en el barrio ex AeroClub, de la ciudad de Corrientes, cuando fue interceptado por cuatro personas armadas que circulaban en un Fiat Duna, al cual lo obligaron a subir.
Al cabo de unos minutos frenaron la marcha y se cambiaron a un Chevrolet Corsa, que se dirigió hacia el sur hasta la Ruta 12, para luego adentrarse en la provincia de Corrientes y dirigirse a un galpón ubicado en el kilómetro 7,4 de la Ruta Nacional 118, donde la víctima permaneció cautiva los siguientes dos días en el interior de una casilla de madera.
El 24 de septiembre, los captores trasladaron al joven a Paso de los Libres, donde lo retuvieron aproximadamente 15 días en una chacra situada en la intersección de la calle Ernesto Montiel y la Ruta N°117, para luego llevarlo a una casilla del “Paraje Ombucito”, tras lo cual fue sacado del país con destino a la ciudad brasileña de Uruguaiana.
Desde la madrugada del 22 de septiembre los captores —a través de distintos medios— se comunicaron con la madre y el hermano de la víctima, y con su padre, que ya vivía en Paraguay. Inicialmente se exigió un rescate de 5 millones de dólares. El 6 de noviembre de 2003, por indicación de los secuestradores, la madre de la víctima se dirigió a Ciudad del Este, en la Triple Frontera, donde entregó a unos “intermediarios” la suma de US$277.500 por la liberación de su hijo.
Como se determinó posteriormente en el juicio oral en el que fueran condenados varios integrantes de la banda, el rescate se repartió en un hotel de la ciudad brasileña de Curitiba. Sin embargo, a Cristian Schaerer nunca lo liberaron.
La pesquisa desarrollada por la Fiscalía Federal de Corrientes —con la colaboración de la Unidad Fiscal Especializada en Secuestros Extorsivos (Ufese)— permitió identificar a una parte de los integrantes de la banda.
En agosto de 2009 fueron sentenciados a 25 años de prisión dos cabecillas del grupo: Cristian Carro Córdoba y Raúl “Caniche” Salgán, al igual que el abogado Ángel Barbieri y Néstor Barczuk (uno de los cuidadores de Schaerer). Gonzalo “Paragüita” Acosta recibió 16 años de cárcel; Claudio Cornelli (otro de los cuidadores), 12 años, y Judit Alvarenga, 7.
Cuatro años más tarde, la Cámara Federal de Casación condenó al policía Miguel Ángel Ramírez a 18 años de prisión; a los hermanos Sergio y Oscar Salgán y a María Esther Sudo, a 17 años, y al hijo de la mujer, Jorge Sudo, a 11 años.
Todos los condenados cumplen prisión en diversas cárceles federales del país, a excepción de “Caniche” Salgán, quien murió en septiembre de 2017 en la Unidad Penitenciaria Federal 7 de Resistencia, Chaco.
Por su parte, Barczuk tiene una extradición dictada y confirmada por la Corte Suprema de Justicia para ser juzgado en Paraguay, que también requiere a Carro Córdoba a quien se lo vincula con el secuestro de Cecilia Cubas Gusinky, la hija del expresidente paraguayo Raúl Cubas. La empresaria, de 31 años, fue raptada exactamente un año después de Cristian Schaerer cerca de su casa del barrio Laguna Grande, en la localidad de Fernando de la Mora. Su cadáver fue hallado en febrero de 2005. Habían pagado, por su rescate, 300.000 dólares, pero la mataron antes de la Navidad de 2004.
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