Crimen y misterio: eufórico, preocupado y sin dejar de hablar por teléfono, las últimas horas del hombre descuartizado
Los investigadores del homicidio de Fernando Pérez Algaba continúan analizando las declaraciones de los testigos y otras pruebas del expediente para intentar reconstruir los movimientos de la víctima
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Habían pasado casi 12 horas desde que lo había visto en una campo de General Rodríguez y le había entregado 60.000 dólares que había puesto en un bolso donde se suelen guardar notebooks. Pensó que a esa hora su amigo volaba hacia Barcelona, España. Le mandó un mensaje de WhatsApp. “Te fuiste rico y no me saludaste ni para mi cumpleaños, botón”. Eran las 4.41 del 19 de julio pasado. El chat nunca fue leído por Fernando Pérez Algaba, de 41 años. En ese momento estaba desaparecido. Iba a ser asesinado de dos balazos por la espalda y su cuerpo descuartizado.
Así lo recordó Maximiliano Pilepich cuando declaró como testigo ante los investigadores del homicidio de Pérez Algaba. Se trata, hasta el momento, una de las últimas dos personas que vio con vida a la víctima. La otra es Nahuel Vargas.
Pilepich y Vargas, bajo juramento de decir la verdad, recordaron cómo lo vieron a Lechuga, como llamaban a Pérez Algaba, la tarde del 18 de julio pasado en el campo de General Rodríguez, donde estuvieron los tres juntos.
Pérez Algaba llegó acompañado de Vargas en una camioneta Land Rover modelo Range Rover Evoque que le había prestado Pilepich.
“Fernando me dijo que estaba preocupado”, afirmó Vargas. La preocupación era porque sus acreedores habían comenzado a amenazar a sus amigos.
El testigo agregó: “Se mostraba eufórico. Hablaba constantemente por teléfono”. Una hora después, pasadas las 17 llegó Pilepich en una camioneta Mercedes Benz modelo G500 negra. Pérez Algaba repitió lo de las amenazas a sus amigos.
Pilepich recordó, en su declaración, que Lechuga tenía en brazos a su bulldog francés, Cooper. En el departamento que alquilaba la víctima, en Ituzaingó, se secuestró un certificado de su psiquiatra en el que se consiga que Pérez Algaba tenía un cuadro depresivo y de ansiedad. En ese informe se aconsejaba que viajara con Cooper, explicaron, en su momento, fuentes de la investigación.
El testigo también contó cómo estaba vestido su amigo, pantalón de jogging negro, buzo negro y campera azul, blanca y roja.
“Mientras duró la reunión, Fernando se la pasó hablando por teléfono, no sé con quién”, sostuvo el testigo
Pérez Algaba le devolvió la camioneta a Pilepich. “Le pregunté si necesitaba que lo llevara a algún lado y me dijo que no, que lo iban a pasar a buscar, pero no dijo quién”, agregó.
Pilepich y Vargas se fueron en la camioneta Land Rover. Dejaron el otro vehículo en el campo. Ante la consulta de los investigadores, el testigo explicó que la camioneta Mercedes Benz la fue a buscar esa misma noche, pero no recordaba el horario.
Antes de terminar la declaración testimonial, Pilepich contó que unos cuatro meses del crimen, tras una reunión de trabajo que mantuvieron en su casa, Pérez Algaba se llevó una pistola marca Glock calibre 9 milímetros sin que él lo notara. En cuanto lo advirtió, le reclamó el arma a Lechuga, quien le contestó que la necesitaba “para protegerse” y que no se hiciera problema, ya que era legítimo usurario.
En esa conversación, dijo Pilepich, su exsocio le dijo que quería dejar las cuentas claras con él para luego mudarse definitivamente a Europa, donde planeaba viajar el 19 de julio pasado mediante un vuelo con destino a Barcelona, España.
Un arma también Pérez Algaba le había sacado a una amiga, que también declaró como testigo. “La relación con las personas a las que les debía dinero era cambiante. Había veces que se trataban bien y otras en las que se gritaban y se insultaban. Haciendo memoria, entre febrero y marzo pasados, cuando Fernando regresó del exterior, fue a visitarme y como soy legítima usuaria de arma de fuego y en casa tengo una pistola Bersa nueve milímetros, me la pidió prestada. Me dijo que tenía miedo y que quería tener un arma”, afirmó Flavia Lorena B., vecina de Morón y dedicada a la gestoría de automóviles.
Flavia Lorena B. le respondió a su amigo que no le iba a prestar la pistola. Cuando él se fue de su casa, la testigo advirtió que le faltaba el arma de fuego. Entonces, sin perder tiempo, llamó a Pérez Algaba y le pidió que se la devolviera.
Pérez Algaba le dijo que había sido una broma y al otro día le llevó la Bersa a su amiga. Lechuga, le había contado que le debía 300.000 dólares a Gustavo Iglesias, señalado como integrante de la barra brava de Boca Juniors.
”Yo no te voy a matar, te voy a sacar los ojos y cortar las manos para que no puedas contar más plata”, le llegó a decir Iglesias a Pérez Algaba en una conversación telefónica que fue grabada por la víctima y que fue incorporada al expediente después de que se hiciera pública en los medios de comunicación.
Tras la difusión de las amenazas, Rodrigo González, abogado de Iglesias, sostuvo: “Los audios impresionan, lo cual no quiere decir que Gustavo [por Iglesias] haya cometido el atroz crimen. Esto es parte de una discusión violenta. Son afirmaciones muy pocos felices, pero que no tienen que ver con el homicidio”.
La testigo Flavia Lorena B., según pudo confirmar LA NACION de fuentes con acceso al expediente, declaró el jueves de la semana pasada.
“Fernando realizaba negocios con Gustavo Iglesias. Entre ambos compraban y vendían autos. Fernando me contó que le debía mucho dinero a Iglesias, aproximadamente 300.000 dólares, y que por ese motivo lo tenía amenazado”, explicó la testigo.
Vargas, cuando declaró, también habló de las deudas que Pérez Algaba tenía con Iglesias y con el hijo de este, Nazareno.
Ante la consulta de los investigadores, Vargas dijo que “sí, que le constaba que su amigo había recibido amenazas de los Iglesias.
“En varias oportunidades Gustavo Iglesias me llamó para preguntarme si sabía dónde se encontraba Fernando o si sabía en qué vehículo se movilizaba”, sostuvo Vargas.
Pero también recordó que hubo otras dos personas, a las que identificó como Lucas Matilla y Lucas Varela, quienes en una reunión en el SUM de un country, donde también estuvo Pilepich, uno de los dos, no recuerda si Matilla o Varela, pidió: “De última avisa cuando le pagas y ahí le damos, porque este no nos va a pagar más”. Vargas entendió que le iban a ir a robar o mandar a robar.
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