Crimen frente al Malba. "Está encaminada la situación", habría dicho el psiquiatra del agresor un día antes del homicidio
Su conducta no era la habitual: estaba efusivo y dijo estar feliz porque había decidido dejar de tomar la medicación. Después, contó que había estado en la Embajada de los Estados Unidos, comentario que alertó a sus familiares más cercanos porque, nueve años atrás, frente a la sede diplomática norteamericana se desnudó durante un brote psicótico, situación que derivó en una internación forzosa transitoria. Con el correr de las horas todo empeoró: cortó abruptamente una llamada con su psiquiatra y se fue de la casa. Preocupados, sus familiares volvieron a llamar al profesional que lo atendía para pedirle que tramitara una internación o que les aconsejara un tratamiento adecuado, pero solo obtuvieron como respuesta que "la situación está encaminada" y su compromiso de continuar "la cuestión" al día siguiente.
Pero no hubo día siguiente para continuar "la cuestión". Veinticuatro horas después de esas llamadas telefónicas, Rodrigo Roza, el hombre que decía estar feliz por dejar la medicación recetada por su psiquiatra, apuñaló y mató al inspector de la Policía Federal Argentina (PFA) Juan Pablo Roldán en la esquina del Museo de Arte Latinoamericano (Malba), en Barrio Parque, Palermo, a las cuatro y media de la tarde. El agresor moriría a la madrugada siguiente como consecuencia de las heridas de bala que sufrió en el intento de defensa que hizo el uniformado, de 33 años y padre de un niño.
El brote psicótico y las llamadas al psiquiatra fueron descritas por la madre de Roza, Marta Jáuregui, en un escrito que presentó ante la jueza María Alejandra Provítola, que está a cargo de la causa, en la que también actúa la fiscal Paula Asaro.
Así lo informaron a LA NACION fuentes judiciales. En las últimas horas, el hermano del agresor ratificó el escrito de su madre y profundizó en detalles.
El escrito de Jáuregui fue presentado en forma digital pocas horas después de los trágicos hechos, ocurridos en la tarde del 28 del mes pasado. El documento estaba acompañado por una copia de la partida de nacimiento de Roza, que el 10 de julio pasado cumplió 51 años.
"Me encuentro sorprendida por los hechos sucedidos. Más allá de la patología psiquiátrica que padecía Rodrigo, él jamás había evidenciado hasta ayer un episodio de violencia que permitiera suponer que podría ser capaz de cometer un hecho de esta naturaleza", dijo la madre de Roza en el escrito, según reconstruyó LA NACION de fuentes con acceso al expediente.
Además de la copia de la partida de nacimiento, se adjuntó un certificado médico en el que se acreditaba que Roza tenía un "trastorno esquizofrénico de tipo paranoide continuo con alucinaciones intrapsíquicas, ideas persecutorias, delirios místicos, pensamiento disgregado con pérdida de la idea directriz, presentando un incapacidad psíquica permanente del 90 por ciento".
Los delirios místicos de Roza quedaron acreditados con la declaración testimonial de compañeros de la víctima en el Cuerpo de Policía Montada de la PFA. El personal policial declaró que el homicida se había presentado en la sede de Figueroa Alcorta y Cavia para amenazar a los uniformados que estaban en los puestos de control y entre otras cosas les gritó: "Te tengo que ofrendar ante los dioses", "A vos también te voy a matar. Sus almas van a ir al infierno".
Según la familia de Roza, la última cita con el médico psiquiatra había sido el 18 de septiembre pasado, diez antes del homicidio. Ese día le dijo a su madre que el profesional le había indicado que dejara de tomar la medicación.
Entonces, la familia llamó al médico y la respuesta fue que el paciente debía continuar con los remedios recetados. Todo continuó normal hasta el viernes 25, cuando Roza comenzó a tener una "conducta no habitual". Después ocurrieron las situaciones citadas por la madre: el relato de su presencia en la Embajada de los Estados, la abrupta interrupción de la comunicación con el psiquiatra y una "conducta violenta" hacia sus familiares que jamás había evidenciado. Se acercaba la tragedia y nadie lo sabía, o no lo quisieron ver.
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