Crimen en Santa Teresita: lo que debía ser una fiesta se convirtió en muerte y desborde
Tomás Tello Ferreyra, de 18 años, fue acuchillado en el pecho tras una pelea en la playa; manifestantes apedrearon la comisaría local donde estaban alojados los nueve sospechosos detenidos, entre ellos, el presunto autor material del homicidio
- 6 minutos de lectura'
SANTA TERESITA.– Lo que debió ser el júbilo del primer día del año y el solaz del inicio de una nueva temporada de verano se transformó en estupor y los vecinos de esta localidad del Partido de la Costa pasaron de la conmoción a la bronca, movilizados por un crimen brutal: el de Tomás Tello Ferreyra, de 18 años, asesinado de una cuchillada en el pecho por una patota que lo atacó al alba en la zona de la costanera. Por la disparidad de las fuerzas involucradas en la agresión, por el contexto del tiempo y el lugar como escenario, el drama reavivó las imágenes del homicidio de Fernando Báez Sosa, ocurrido hace casi cuatro años en Villa Gesell.
Después de haberse congregado en la zona donde está emplazada la réplica de la carabela Santa María, donde durante la madrugada comenzó la pelea que terminó con el asesinato del chico, cientos de vecinos se acercaron a la comisaría local para exigir justicia por Tomás y el castigo para los nueve sospechosos detenidos por el crimen, entre ellos, Damián Copelian, de 21 años, presunto autor material del homicidio.
Los aplausos y los gritos de justicia se interrumpían cada tanto con algún grito de “asesinos”. Hubo quienes quemaron neumáticos y estructuras de madera. Algunos comenzaron a arrojar piedras contra la seccional, en la que están alojados preventivamente los aprehendidos. “Sacalos porque vamos a entrar”, comenzaron a gritar los más exaltados. La respuesta del primer cordón de guardias pertrechados no se hizo esperar: con algunos disparos de balas de goma lograron contener a los que pretendían avanzar. Al caer la noche, la situación parecía controlada, pero la tensión persistía.
Habían prendido fuego varios neumáticos y cuestionaban la actuación policial durante el caótico final de la madrugada en la que, por motivos que por ahora nadie acierta a precisar, comenzaron a volar golpes y botellazos entre quienes alargaban el festejo de la llegada del nuevo año en la playa.
Algo encendió la mecha e hizo estallar la pelea entre Tomás –que estaba con un grupo de amigos– y jóvenes a los que señalaron como vendedores ambulantes de playa conocidos en el lugar. Al chico lo corrieron seis cuadras, mientras le pegaban entre varios, desde Costanera y 44 hasta el jardín de una casa de piedra y ladrillo pintado de amarillo, donde Tomás se desplomó.
Todavía está la mancha de su sangre en la pared de esa casa de la calle 44 que desde hace tres años Mónica Ayala alquila para pasar las vacaciones. A las 7 de la mañana escuchó ruidos y vio una silueta. Creyó que era su nieto, que había salido y también tenía un remera blanca.
“Me fui a fijar si estaba mi nieto y después pensábamos que nos iban a robar. Eran como 30″, contó a LA NACION. “Él estaba solo con un amigo y dos chicas. Los chicos les tiraban botellas a los patoteros para que lo soltaran”, agregó su hija Viviana.
Los testigos del hecho dijeron que a Tomás lo venían corriendo desde el barco colonial emplazado entre la calle 39 y la 40, donde suelen reunirse para festejar Año Nuevo. Lo pudieron agarrar en la puerta de la casa amarilla. “Yo creo que él se quiso esconder o pedir ayuda, pero no llegó ni a golpear”, dijo Mónica.
Llamaron a la policía, que llegó rápido, pero, según dicen, fue la ambulancia la que demoró por lo menos 15 minutos. Tomás se había desplomado en la puerta, con al menos una herida punzocortante en el tórax.
“Mi hija gritaba que le hicieran RCP. Un policía le hizo hasta que llegó la ambulancia y se lo llevaron”, siguió Mónica.
Otro vecino aportó que, a pesar de que había un patrullero en la zona de playa, una parte del grupo agresor se fue para la costa y otra siguió para el centro del balneario. Los detectaron a través de las cámaras de seguridad. La mayoría había vuelto al lugar donde empezó todo.
Los detenidos tienen entre 16 y 57 años; el mayor es el padre de quien está acusado de ser el autor material del homicidio.
Antes de que las exigencias de justicia se desmadraran, los policías hablaban con los vecinos para sumar testigos. La mayoría eran adolescentes. Uno de ellos, el hijo de Viviana y nieto de Mónica Ayala, los moradores de la casa donde Tomás cayó muerto.
“Yo no quiero salir más, soy más chico que el pibe que mataron. Hay un montón de cosas que no se dijeron. Allá, en el festejo, se revolearon cosas, botellazos, navajazos. Hubo más heridos”, dijo el chico, que también estuvo en la celebración playera junto a la réplica de la carabela.
Allí mismo, a la tarde, comenzaron a congregarse los amigos de la víctima. Muchos hacían tronar sus motos, un pasatiempo que el joven disfrutaba. “A él le encantaban”, dijo Ludmila Rey, de 15 años. Estaba abrazada a Brian, de 14, primo de Tomás, que no paraba de llorar. “Eran como 20 contra uno. Lo único que sabemos es que era una banda de Buenos Aires, de Morón”, agregó.
Tomás era de Mar del Tuyú, donde vivía con sus hermanas y su abuela. Sus padres, ya separados, están en Santa Teresita. La madre, Samanta, es enfermera en el hospital local. A las 7 la llamaron para avisarle que su hijo estaba allí, herido. Llegó volando, pero en cuanto entró los médicos le dijeron que nada habían podido hacer para salvarlo.
“Era mi bebé, mi debilidad, mi único hijo varón y compañero, sobre todas las cosas. Era bueno y trabajador, de verdad. Se levantaba a las siete, ocho de la mañana y se iba a trabajar toda la semana con su tío. Era bueno, tenía un montón de amigos, todo el mundo lo quería”, dijo, en una nota con el canal de noticias TN.
“Santa Teresita y Mar del Tuyú son lo mismo. Esto es un pueblo chico, nos conocemos todos. Él era amigo de todos. Venía a mi casa, conocía a todos”, resaltaba una de las vecinas que se habían acercado a la comisaría para pedir justicia.
Cuestionaban a la policía. “Estamos cansados. Son unos inoperantes. Ayer se estaban peleando y no había ni un patrullero, y era de día, un desastre. Hay dos patrulleros para todo Santa Teresita, una vergüenza”, dice el vecino Eduardo Bastilla. “Lo de ayer fue horrible”, agregó otra vecina de esta localidad pasmada por el crimen.
Temas
Otras noticias de Homicidio
Más leídas de Seguridad
Drama en Mendoza. Murió un hombre que fue baleado por su madre anciana porque “no podía cuidarlo más”
Tragedia familiar. Un padre y su hija murieron tras caer a un arroyo en medio de una pelea
40 segundos de horror. El violento ataque a cuchillazos de un hombre a una mujer en una pizzería de Núñez
Boedo. Incendio y evacuación en la fábrica de alfajores Jorgito