Crimen en Santa Teresita. “Acá nadie se mete con ellos”: los Kopelian dejaron la casa vacía, pero los vecinos igual tienen miedo
En el 351 de la calle 125, el portón negro está ahora cerrado con candado; quienes viven en el barrio sostienen que los ahora detenidos por el homicidio de Tomás Tello eran “conflictivos”
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SANTA TERESITA. “Acá en el barrio la gente los conoce, pero nadie se mete con ellos”, dice Don Brito. Los “ellos” a los que se refiere este vecino son los Kopelian, que vivían, al menos hasta el lunes, cuando fueron detenidos por el asesinato de Tomás Tello, en una casa blanca con un portón negro que hoy está cerrado con candado.
Son tres los Kopelian detenidos por el asesinato que fue el punto final de una pelea que había comenzado en la playa durante los festejos de madrugada por el Año Nuevo junto a la Carabela. Damián Kopelian, de 21 años, conocido como “el Kope”, es quien para el fiscal de Mar de Ajó, Pablo Gamaleri, a cargo de la investigación, fue el autor de la puñalada mortal en el pecho de Tello. Algunos testigos y amigos de Tello, en tanto, apuntan hacia otro presunto implicado que todavía no habría sido detenido. El padre de Damián es Avedis Arma Kopelian, uruguayo de 57 años, quien según la imputación del representante del Ministerio Público Fiscal, fue partícipe necesario. Al igual que otro de sus hijos, Aram Kopelian, de 28 años, nacido en La Matanza.
El hombre nacido hace 57 años en Montevideo se dedicaba a vender churros en la playa. Según cuentan los vecinos, era el dueño de la máquina churrera y durante la temporada de verano se acercaban otras personas a comprar mercadería para revender. “A él lo veía salir con la máquina. Este año dijo que no iba a trabajar más; parece que le dio las herramientas a un sobrino. No sé cómo iban a vivir sin trabajar”, dijo un hombre que también vive en esa cuadra.
El Kope, coinciden en el barrio, no vivía en esa casa, aunque el expediente judicial refleja que esa era su dirección. “A veces se peleaban y se iba a Mar del Tuyú. Para el invierno no estuvo acá”, agregó Brito. A quien siempre veían salir a través de ese portón negro que tapa un pequeño jardín era a Avedis y a su hijo Aram. “Él andaba siempre con el padre. Seguro que por eso estaba ahí, porque andaban siempre de acá para allá juntos”, dijo una señora que atiende un comercio a la vuelta.
La casa en la que hace por lo menos 10 años vivían los Kopelian está vacía. Según cuentan algunos vecinos, en temporada alquilaban los cuartos que se encuentran en la parte delantera a personas que venían a la costa a trabajar. “Después de lo que pasó se fueron todos”, relata Brito. “En el verano viene mucha gente de afuera que no conocés. Este era un barrio tranquilo, no pasaba nada. Pero ahí en esa casa sí, se juntaban mucho”, contó María Ibarra, de 80 años y sumó: “Eran personas conflictivas”.
Esa definición resume por qué en el barrio no fue una sorpresa que estallara un conflicto grave con esta familia como protagonista. “Siempre venía la policía... Una vez por semana, o por mes, no sé, pero siempre venían”, dijo Brito.
Fue otra de las Kopelian, una hija mujer que es policía y no vive en Santa Teresita, quien entró el 1 de enero para llevarse algunas cosas de ese hogar. “Sacó televisores, estuvo toda la tarde del primero ahí haciendo cosas”, cuenta una vecina que no quiso dar su nombre. Ayer, en tanto, la policía realizó allí un allanamiento.
Son varios los vecinos que tenían miedo y que, después de los disturbios en la comisaría que terminaron con piedrazos y la respuesta de balas de goma, pensaban que iban a “hacer algo”. Es por eso, incluso, que la vecina que vive en la casa lindera a la de los Kopelian, madre de un bebé, decidió tapar todas sus ventanas con sábanas y abandonar su hogar. “Algo va a pasar acá, se decía que la iban a prender fuego. Anoche pasó una moto a los reventones a las cuatro de la mañana y se paró en frente y aceleraba ahí”, cuenta Brito.
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