Crimen en el country. Una caja de seguridad, cuentas bancarias y otras pistas para investigar el móvil económico
Los hijos del ingeniero Roberto Wolfenson Band, asesinado en su casa de La Delfina, en Pilar, se reunieron con el fiscal Germán Camafreita, funcionario a cargo de la investigación
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Los hijos de Roberto Eduardo Wolfenson Band, el ingeniero de 71 años asesinado en su casa del country La Delfina, en Pilar, quieren profundizar la hipótesis económica como móvil del homicidio. Se reunieron con el fiscal Germán Camafreita, funcionario a cargo de la investigación, para interiorizarse de cómo está la causa y para entregarle documentación con información sobre las cuentas bancarias que tenía su padre en el país y en el exterior y las tarjetas de crédito y débito que estaban a su nombre, datos sobre una caja de seguridad, un fideicomiso y otras posibles inversiones.
Ese es uno de los caminos abiertos en la pesquisa. Mientras, el fiscal espera definir el momento exacto del crimen para poder perfilar la sucesión de acontecimientos que rodearon el conmocionante crimen.
Al respecto, un dato de la autopsia aportó una información que podría ser concluyente: no se encontraron, en el tracto digestivo de la víctima, indicios de ingesta reciente de comida; a partir de ese dato deducen que Wolfenson Band no habría cenado la víspera del hallazgo de su cuerpo exánime, a las 17 del viernes 23 de febrero pasado.
Eso, sumado al detalle de que vestía la misma ropa que le había visto su empleada doméstica, y a que un amigo le envió ese mismo día dos mensajes de WhatsApp que quedaron con una sola tilde (como si el teléfono de la víctima estuviese apagado) fortalece la hipótesis de que el ingeniero fue atacado el jueves al anochecer, y que quizás tuvo un periodo de agonía.
Junto con el fiscal, los hijos de la víctima son de los más activos en el devenir de la investigación. Laura y Esteban Wolfenson se reunieron el lunes con Camafreita en la sede de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N°3 de Pilar, acompañados por su abogado, Tomás Farini Duggan, según informaron a LA NACION fuentes al tanto de la reunión.
“Los hijos de la víctima querían conocer detalles de la investigación. Pero también llevaron documentación para profundizar la pista económica. Por información que les dio el contador que trabajaba con su padre, Wolfenson Band tenía una caja de seguridad. Además de las cuentas bancarias en el país, tenía una en el exterior. Ellos quieren que se investiguen los últimos movimientos bancarios para conocer si después del homicidio se hizo alguna operación. Sobre todo, teniendo en cuenta la desaparición del teléfono celular, ya que las operaciones bancarias se pueden hacer desde el móvil”, sostuvo una fuente con acceso al expediente.
Mientras se realizaba la reunión entre el fiscal, el abogado Farini Duggan y los hijos de la víctima, en otra oficina de la fiscalía, peritos informáticos analizaban las dos computadoras de Wolfenson Band que fueron entregadas días pasados por la familia.
“Al margen de las cuentas y extractos bancarios resultantes de las tarjetas, en un mail enviado a su contador de confianza el 21 de julio de 2020, Wolfenson Band mencionó la tenencia de una caja de seguridad con un ahorro en dólares. Es de suponer que esa caja de seguridad se encontrará en el Banco Galicia o en el Santander, porque las tarjetas recopiladas corresponden a esas instituciones crediticias, donde se entiende que también poseía cajas de ahorro, dato que la investigación deberá esclarecer”, sostuvo Farini Duggan en un escrito presentado el viernes pasado.
El abogado de los hijos de la víctima agregó: “En caso de que el fiscal determine la existencia de una caja de seguridad, solicito que se constate su contenido. Además, Wolfenson Band poseía una cuenta en los Estados Unidos, un fideicomiso y una inversión en el llamado Pilar Bicentenario”.
Farini Duggan pidió que el representante del Ministerio Público cite como testigo a la pareja actual de la víctima, Graciela Orlandi, “a los fines de aportar los datos que permitirán individualizar dichos fondos para corroborar si fueron desviados a otras cuentas luego del hecho investigado en este proceso”. El ingeniero electrónico tenía dos hijos de un primer matrimonio y con su pareja desde hace 18 años, no tenían hijos en común. La mujer tenía, a su vez, dos hijas.
El abogado de los hijos de la víctima también presentó la captura de un misterioso mensaje enviado a un grupo de WhatsApp de La Delfina donde el remitente dijo recordar haber visto a Wolfenson Band el miércoles 21 del mes pasado, a las 16.30, junto con un jardinero “morocho, gordito y como de dos metros de alto”. En el chat también se decía que después no vio más al jardinero y preguntaba si había renunciado.
En principio el dato no sería importante para la investigación porque el jueves 22 el ingeniero estaba con vida. Hasta las 13.30 estuvo en su casa la empleada doméstica y él después se fue a caminar por el country, como lo hacía a diario. Pero el abogado aclaró que, en todo caso, el fiscal Camafreita podría citar como testigo a la persona que envió el chat.
Un crimen que casi pasa por “muerte natural”
La muerte del ingeniero de 71 años fue descubierta el viernes 23 del mes pasado después de que no respondiera las llamadas de su profesor de piano, que había llegado poco después de las 17 a la casa del lote 498 del country La Delfina.
En un primer momento, por el informe que hizo el médico de la Policía Científica de San Isidro, Marcelo Rodrigué, se pensó que Wolfenson Band había muerto como consecuencia de un infarto.
Pero la autopsia, ordenada por el fiscal Andrés Quintana, que estuvo a cargo de la causa durante las primeras horas, porque su colega Camafreita estaba de licencia, determinó que había sido asesinado.
Según la autopsia, el ingeniero eléctrico fue ahorcado con un elemento fino. Los investigadores suponen que se trató de una soga o de un cable. Otra de las revelaciones de la necropsia es que Wolfenson Band intentó defenderse; tenía lesiones en brazos y mano, además de un corte en la parte posterior del cuello.
Las lesiones descriptas por la médica forense Silvina Aguirre del Cuerpo Médico Forense (CMF) de Policía Científica de San Isidro, son “varios surcos de ahorcadura delgados, como si hubiera habido un ‘tira y afloje’, y lesiones de defensa, que también son compatibles con que la víctima luchó e intentó aflojarse el lazo con el que lo estrangulaban”.
En ese sentido, el protocolo de autopsia describe lesiones cortantes en la palma y en cuatro de los dedos de la mano izquierda que tienen entre 0,5 y 1 milímetro de profundidad.
La autopsia también reveló que “hay un corte grande en la nuca, de unos 7 centímetros de largo”, que ahora se investiga si fue producido por el mismo elemento fino y filoso con el que lo estrangularon o con otro tipo de elemento.
El cuerpo presentaba golpes en la cara, más precisamente en una ceja, la frente y hasta un corte en un pómulo, un fuerte golpe en la nariz y un corte interior producto de otro golpe en la boca, con una lesión en la parte interna de una de las mejillas.
El cuerpo de la víctima apareció tirado en el dormitorio de servicio, “boca arriba, contra un rincón y con la cabeza abajo de un radiador”.
Según la data de muerte, estimada en la autopsia, a Wolfenson Band lo mataron después de las 13 del viernes 23 de febrero. Sin embargo, hay un dato que no pasó por alto para los investigadores: vestía la misma ropa con la que un día antes lo había visto su empleada doméstica, que se retiró de la casa a las 13.30.
Además, un amigo que se presentó a declarar espontáneamente, afirmó que el jueves, último día que fue visto con vida, intentó comunicarse por WhatsApp para proponerle ir a caminar, pero el mensaje no le llegó, “quedó con una sola tilde”.
Ese mismo día le mandó otro mensaje para invitarlo a cenar la noche siguiente, pero tampoco tuvo respuesta. “Para mí lo mataron el jueves”, dijo el testigo ante el fiscal Camafreita.
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