Crimen en el country: investigan si la empleada doméstica detenida borró mensajes tras salir de la casa de la víctima
Rosalía Soledad Paniagua está acusada del homicidio de Eduardo Wolfenson Band, el ingeniero estrangulado en su vivienda en La Delfina, un barrio privado de Pilar
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Hace 11 días, Rosalía Soledad Paniagua fue detenida, acusada del homicidio de Eduardo Wolfenson Band, el ingeniero estrangulado en su casa del country La Delfina, de Pilar. Hacía una suplencia como empleada doméstica en la vivienda de la víctima. Hoy, especialistas de la Policía de la Ciudad comenzarán a analizar su teléfono celular para intentar determinar si el 22 de febrero pasado, cuando salió de la propiedad, convertida en escena del crimen, o los días posteriores borró los mensajes de WhatsApp que envió o recibió.
Así lo informaron a LA NACION calificadas fuentes judiciales que participan de la investigación, a cargo del fiscal de Pilar Germán Camafreita. Los especialistas División Investigaciones Especiales de la Superintendencia de Lucha contra el Cibercrimen de la fuerza de seguridad porteña no solo harán el peritaje del móvil de Paniagua, sino que harán un análisis del celular de su pareja y del de José Jara, encargado de la “portería 2″ del country La Delfina.
Jara, según explicaron fuentes judiciales, fue quien recomendó a Paniagua a Graciela Orlandi, pareja de la víctima, para que hiciera una suplencia como empleada doméstica durante la licencia de la mujer que realizaba esa tarea habitualmente.
El 22 de febrero pasado, día del crimen, Paniagua se retiró de la “portería 2″, donde estaba Jara, a las 13.53. Cuando la empleada doméstica se fue del barrio nadie le revisó la mochila. En un primer momento, fuentes de la investigación habían explicado que esa tarea estaba a cargo de Jara, pero en realidad debieron haberlo hecho los vigiladores de la empresa de seguridad privada contratada por el country.
Tras la detención de Paniagua, de 34 años, personal de la policía bonaerense hicieron un allanamiento en la casa de Jara, de donde secuestraron cuatro teléfonos celulares, una CPU y una tablet.
Los teléfonos celulares de Paniagua, su pareja y Jara serán peritados por medio del software UFED (Dispositivo Universal de Extracción Forense, según sus siglas en inglés); el trabajo lo harán los especialistas de la Policía de la Ciudad porque la fuerza de seguridad porteña tiene la versión premium del programa.
“El UFED permite recuperar mensajes borrados”, explicaron fuentes de la causa.
Mañana, según adelantaron a LA NACION fuentes judiciales, se hará una inspección en la casa del lote 498 del country La Delfina. El exjefe de la policía bonaerense y licenciado en Criminalística Daniel Salcedo irá como perito de parte en representación de los hijos de Wolfenson Band, Laura y Esteban.
Para orientar la investigación hacia Paniagua fue clave el trabajo de la Unidad Fiscal Especializada en Investigaciones de Ciberdelito (Ufeic) de San Isidro, conducida por el fiscal Alejandro Musso y creada por el fiscal general de San Isidro, John Broyad, que a partir de un análisis tecnológico determinó que el teléfono celular de la víctima se había activado a las 14.22 del 22 de febrero pasado.
Los investigadores sospechan, a partir de ese dato, que ese jueves 22 de febrero, cuando llegó a la estación Derqui, Paniagua intentó vender el teléfono celular de la víctima. Eso también quedó grabado en una de las cámaras de la estación.
“Las antenas determinaron que el teléfono celular de la víctima, que todavía no apareció, se activó en la zona de la estación de Derqui. En ese mismo lugar fue captado el móvil de la sospechosa. Una filmación de las cámaras de seguridad de la estación de trenes registró a la empleada doméstica sentada en un banco del andén y se puede observar cómo manipula dos teléfonos celulares”, había explicado el fin de semana a LA NACION una calificada fuente del caso.
Besos y pedido de silencio
El martes pasado, cuando amplió su declaración indagatoria, Paniagua afirmó que cuando el jueves 22 de febrero pasado llegó a la casa del lote 498 del country La Delfina se encontró con un hombre de 1,80 de altura que vestía chomba negra y que, de forma intimidatoria, le dijo que iba a tener que hacer todo lo que le pidiera. Ella, según dijo, pensó que era el hijo del ingeniero y que tendría unos 40 años. “No vi la marca [de la ropa], no vi tatuajes, anillos ni reloj”, agregó.
“Estaba limpiando el baño donde dormían Roberto y su mujer [por Orlandi]. Cuando salí a buscar un trapo para limpiar la ventana me asomé, en la puerta vi que se dieron un beso, ahí en la puerta para salir. Ellos no me vieron, yo los vi besándose. Después me fui para atrás, seguí en el baño, me quedé en shock”, sostuvo la sospechosa, según reconstruyeron las fuentes consultadas. Paniagua aseguró que hablaban bajito y que no podía escuchar lo que decían.
La imputada contó que la “mató la curiosidad” e intentó grabar un nuevo beso entre el ingeniero y la visita para mostrarle la filmación a la “señora Graciela”.
“Me metí en el escritorio del señor, para grabar con mi celular [por] si se besaban. Intenté dos veces, se me cayó dos veces y dije ‘me dejo de joder’”, dijo Paniagua en su indagatoria.
Paniagua afirmó que en un momento el “muchacho” bajó y el “señor” se quedó en el escritorio solo: “Estuvo un tiempito hablando por teléfono, en otro idioma, portugués, creo. Tosía y me dijo ‘Soledad, esto no le cuentes a nadie, lo que vos ves hoy’”.
Después, siempre según lo que habría declarado la imputada, el “muchacho” subió a la planta alta y escuchó que le espetó al ingeniero “me dijiste que te ibas a dejar con la señora”. Y, Wolfenson Band, según Paniagua, respondió: “Ya te dije que no”.
“El muchacho, desde que llegué, usaba guantes blancos de látex, los típicos de peluquería”, recordó la sospechosa en un momento de su declaración.
Después, según agregaron fuentes que tuvieron acceso a la indagatoria de Paniagua, Wolfenson Band le pagó el día de trabajo. Eran las 12.30 del 22 de febrero pasado. Ella siguió con el trabajo de limpieza hasta las 13.15 cuando se fue a cambiar.
“Me cambié y salí, entre la cocina y el lavadero. En el pasillito, entrando a la cocina escuché que me dicen ‘eh, che´, me di vuelta y me dieron un golpe en la cara, en la nariz. Me caí. Salía sangre, no tanto, pero quedó en el piso. Me desmayé quedé inconsciente, quedé ahí tirada, en el medio del lavadero y cocina. Manché el piso con sangre, me quedé un segundo ahí dormida. Cuando me desperté tenía cinta gruesa transparente en la boca y atada las manos y también los tobillos. Ahí tenía puesto el vestidito rosa. Estaba acostada en el piso atada. Cuando me desperté escuché al señor Roberto decir ‘Basta Félix, basta Félix’, como tres o cuatro veces”, aseguró la sospechosa.
Paniagua dijo que además escuchó ruidos de golpes. Después, siempre según el relato de la sospechosa detenida, el “muchacho” bajó y la agarró de la nuca.
“Sentate puta de mierda, paraguaya de mierda”, le dijo el tal Félix y le limpió la nariz, afirmó la sospechosa. Después agregó: “Me dijo ‘vos no me conocés a mí, yo a vos sí. No le cuentes a nadie. Yo sé que tenés familia, tenés [un] bebé, por eso no te voy a matar, los chicos no tienen la culpa. Te tocó estar en el lugar equivocado’. Estaba furioso el chico. En palabras me preguntaba ‘cuánta plata querés para quedarte callada?’ No le acepté la plata, aunque la necesitaba. La mochila estaba ahí tirada; él trajo un montón de cosas, me puso en la mochila el celular del señor. Me dijo ‘paraguaya de mierda, llevate esto´: el celular Motorola color celeste oscuro, el parlante rojo que estaba en mi casa en el allanamiento, una cosita así plateada con una velera [sic], una bolsita, chucherías, una pulsera con caracoles, supongo que de la señora, y unos auriculares. Me dijo ‘ahora te vas a ir, sin plata, pero esto es una fortuna’. Me dijo ‘descartate del teléfono, yo sé donde vivís, tenés chicos, se mueren. No hables a la policía. No hables con nadie’”.
La “cosita plateada con una velera” era una menorá, el candelabro de siete velas que es uno de los principales símbolos del judaísmo. Paniagua la vendió en una chatarrería de San Martín, que fue ubicada por los detectives de la Subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDi) de Pilar de la policía bonaerense.
“Los compradores del candelabro reconocieron que se lo habían adquirido a una mujer, aunque aclararon que lo habían revendido a una fundidora”, afirmaron las fuentes consultadas.
Los investigadores le creyeron poco, casi nada. Según pudo saber LA NACION, la versión que dio Paniagua para desvincularse del homicidio perdería fuerza ante el peso de la prueba científica y tecnológica incorporada en el expediente.
Paniagua está imputada del delito de robo calificado por el uso de arma impropia en concurso real con homicidio criminis causae.
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