“El auto fue el arma”. Chocó contra un camión a propósito para matar a su novia: lo condenaron a perpetua por femicidio
La sentencia llegó seis años después del hecho, ocurrido en la localidad cordobesa de Monte Maíz; la víctima, Nayara Ibarbia, tenía 17 años; el homicida, Gustavo Villarreal, tenía 28
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CÓRDOBA. Seis años después del hecho, el hombre que iba con su novia en auto por las calles de Monte Maíz a alta velocidad y chocó fue condenado a prisión perpetua. La Justicia consideró que se había tratado de una colisión intencional, provocada para causarle la muerte a la chica, que efectivamente falleció días después por las heridas recibidas. Un jurado popular lo halló culpable de homicidio doblemente calificado por el vínculo y por mediar contexto de género en contra de Nayara Ibarbia, de 17 años. Después de la sentencia, la madre de la víctima dijo a LA NACION que fue un “alivio para el corazón”.
La Cámara del Crimen de Bell Ville dictó la sentencia contra Gustavo Villarreal, hoy de 34 años, quien conducía el auto que chocó de frente contra un camión municipal que estaba estacionado frente a una gomería. Fue el 27 de abril de 2017, y a su lado iba sentada Nayara.
Inicialmente, Villarreal fue imputado por homicidio culposo, producto de un siniestro vial. Pero la fiscal de instrucción de Bell Ville, Isabel Reyna, profundizó la investigación y en mayo de 2020 dispuso su detención, acusándolo de homicidio agravado por el vínculo y violencia de género en concurso ideal. La causa cambió de carátula por la insistencia de la familia de la joven y por el trabajo de la fiscal.
Unos seis meses duró la relación entre Ibarbia y Villarreal, quienes vivían a tres cuadras entre sí, a pesar de lo cual la familia de la chica no lo conocía más que “de vista”. Valeria, la madre de Nayara, le decía que no le gustaba para ella y la adolescente le respondía “a vos no te cae nada”.
Los testimonios de algunos conocidos que se acercaron después del choque y les contaron a los padres que él era “violento” fue lo que llevó a la familia a pedir que se investigara más el hecho. El 26 de abril, a la noche, Nayara se había bañado para ir a la casa de una tía. Su madre recuerda que el teléfono celular le sonaba insistentemente y ella no lo atendía.
Al rato empezaron a escucharse “bocinazos” en la puerta y la joven salió. Testimonios posteriores al choque revelaron que durante 90 minutos Villarreal “manejó como un loco” por el pueblo, “a toda velocidad, sin respetar semáforos ni lomadas. Era una noche fría, no andaba nadie”.
Cerca de medianoche les avisaron a los Ibarbia, que su hija había tenido un accidente. El Fiat Uno blanco se había incrustado en la parte trasera de un camión estacionado, iluminado a pleno por el alumbrado público de Monte Maíz, pequeño poblado situado a 300 kilómetros de la capital provincial. La adolescente estaba herida de gravedad. Murió días después. Su novio estaba internado en el mismo establecimiento, pero nunca habló con la familia.
Los bomberos y policías que trabajaron esa noche admitieron a la familia que “no entendían” el choque porque el camión estaba pegado al cordón, no había marcas de frenada, ni señales de un intento de “volantazo”. La visibilidad era total.
Villarreal tenía un hijo de una expareja; ni ella ni el chico vivían en el pueblo. Su exsuegra contó que había vivido “horrores, amenazas con cuchillo, golpes estando [su hija] embarazada, en la calle”. La última novia del imputado antes de Nayara también declaró ante la Justicia y, después, se fue de Monte Maíz. Entre los hechos de violencia que había vivido estuvo el de haber sido rociada con kerosene.
“Fue valiente, dio la cara. Lo había denunciado, como también la madre de la otra chica, porque ella era menor. Pero nunca se había llegado a nada. Si lo hubieran detenido, tal vez la historia hubiera sido otra”, analizó Valeria Ibarbia. Después del arresto de Villarreal, la familia de Nayara dejó de recibir amenazas.
Villarreal llegó al juicio detenido en la cárcel de Villa María; está ahí hace tres años. Para la abogada de la madre de la víctima, María Eugenia Fernández, “los mensajes de WhatsApp, los testimonios, los peritajes tanto psicológicos como mecánicos fueron pruebas objetivas contundentes”.
“El auto, en este caso, fue un arma”, dijo. La perpetua dictada coincidió con la pena pedida la fiscal de Cámara, Andrea Heredia Hidalgo. La Cámara rechazó el pedido de inconstitucionalidad que planteó la defensa de Villarreal contra la figura del dolo eventual.
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