Contrabando de oro: el empresario Gustavo Juliá fue indagado, se negó a declarar y recuperó la libertad
Se trata de una causa, a cargo del juez en lo penal económico Alejandro Catania, que se tramitó cuando el imputado estaba preso en España por el tráfico de 944 kilos de cocaína
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Gustavo Juliá, el empresario que había cumplido una pena de 13 años de prisión en España por el tráfico de 944 kilos de cocaína y que ayer había sido detenido en Vicente López, recuperó la libertad hoy después de ser indagado por el juez en lo penal económico Alejandro Catania, magistrado que había decretado su rebeldía en una causa donde se investiga un contrabando de oro a los Estados Unidos.
Juliá, de 57 años, había sido detenido ayer en Vicente López por la Patrulla Municipal en un control vehicular en Malaver al 700. Circulaba en una moto Yamaha XSR 900.
“Tras la constatación de domicilio y antecedentes, Juliá fue trasladado a los tribunales de la avenida de los Inmigrantes 1950, en Retiro, donde fue indagado por el juez Catania”, explicaron fuentes oficiales.
Juliá hizo uso de su derecho a no declarar en la audiencia donde fue indagado. Tras la diligencia judicial recuperó la libertad, agregaron los informantes consultados.
“Juliá recuperó la libertad porque su rebeldía fue dictada porque no compareció ante las citaciones del juzgado. Después de cumplir la pena en España, Gustavo Juliá regresó a la Argentina. Pero, en el momento de citarlo a prestar declaración indagatoria no pudo ser hallado en ninguno de los domicilios que denunció en el expediente. Así que fue primero fue declarado en rebeldía y después se ordenó su captura nacional e internacional en la causa donde es investigado por contrabando de oro”, afirmaron fuentes judiciales.
Catania es el magistrado del fuero en lo penal económico que, en su momento, tuvo a su cargo la investigación sobre la conexión local por el tráfico de los 944 kilos de cocaína secuestrados por la Guardia Civil el 2 de enero de 2011 cuando aterrizó en Barcelona el Bombardier Challenger 604, que Juliá había adquirido después de firmar un contrato de leasing.
La causa se tramitó cuando Juliá estaba preso. Catania, según explicaron las fuentes consultadas, por medio de un exhorto judicial, había pedido que el empresario sea indagado en España por ocho operaciones de contrabando de oro hacia los Estados Unidos.
En ese expediente judicial, Catania procesó y envió a juicio a tres sospechosos: un socio del empresario aeronáutico y dos mujeres.
Para el abogado Carlos Broitman, que defendió a Juliá en el caso del narcojet, la causa por el contrabando de oro está prescripta.
La División Investigación Federal de Fugitivos y Extradiciones del Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina (PFA), a pedido del juez Catania, había cargado la circular roja (notificación dirigida a las fuerzas del orden de todo el mundo para localizar y detener provisionalmente a una persona en espera de su extradición o entrega) con los datos de Juliá. Obviamente, la circular roja fue dada de baja.
Juliá es hijo del fallecido brigadier argentino José Juliá, jefe de la Fuerza Aérea Argentina durante la presidencia de Carlos Saúl Menem.
En enero de 2013, La Audiencia Provincial Sección Octava de Barcelona condenó a 13 años de prisión al empresario y a su hermano Eduardo Juliá, piloto del Bombardier Challenger 604 que había despegado del aeropuerto internacional de Ezeiza la tarde del 1° de enero de 2011 y donde estaba oculta la cocaína. Matías Miret, el copiloto, fue absuelto.
En el alegato del juicio, que se hizo en diciembre de 2012, el fiscal David Benages había acusado a los hermanos Juliá de cometer “un delito contra la salud pública en su modalidad de sustancias que causan grave daño a la salud, con la circunstancia de extrema gravedad por el uso de un aeronave como medio de transporte específico”.
Además, el representante del Ministerio Público español había sostenido que los acusados cumplían una función fundamental dentro de una “planificación estricta y meticulosa de custodia y transporte de los casi 1000 kilos de cocaína”.
Ese cargamento, con un peso de 944 kilos de cocaína, fue valuado, en su momento, en 32.116.000 de euros. Los paquetes que contenía la droga estaban ocultos en dos falsos sofás-cama, que estaban enfrentados, de espaldas a las ventanillas, y en un armario colocado en el fondo del avión.
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