Constitución, donde prostitutas y travestis pelean por su territorio
Los vecinos se quejan de las duras disputas por el negocio de la venta de sexo
Orlando tiene un quiosco en Lima entre Constitución y Pavón, en pleno barrio de Constitución. Tiene el ingreso completamente enrejado y mira incrédulo cuando habla. "Las mañanas de los fines de semana, siempre que llego, limpio un charco de sangre de la vereda. Es imposible trabajar así, ni hablar si vivís acá."
Él, como tantos otros vecinos del barrio, es testigo de los múltiples enfrentamientos que se producen en el barrio entre grupos de travestis y prostitutas, especialmente de origen dominicano. El botín de guerra es el dominio del territorio, de las esquinas, de las veredas y de los clientes.
Durante 2014, según cifras del Ministerio Público Fiscal porteño, se hicieron 305 denuncias por oferta y demanda de sexo; 380, por amenazas; 164, por daños y ensuciar bienes, y 146, por ruidos molestos, todas provenientes de Constitución.
La comuna 1 de la ciudad, de la que forma parte dicho barrio, tuvo además 632 denuncias en total por distintos daños y ensuciar bienes.
Según cifras de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), entre 60 y 70 prostitutas trabajan en el barrio de Constitución durante el día, mientras que la comunidad trans reúne entre 80 y 90 personas.
Si bien cada grupo tiene claro cuál es la esquina en la que trabaja y levanta a sus clientes, las noches de fin de semana son escenario de conflicto. En Pavón y Santiago del Estero controlan los travestis, especialmente de nacionalidad peruana y paraguaya. En la esquina de Constitución y Santiago del Estero, las que mandan son las prostitutas dominicanas. Pero los separan apenas dos cuadras. Y en el medio, todo puede pasar.
Según fuentes policiales, no hay ninguna denuncia en comisarías de la Policía Federal respecto de este conflicto. "El jefe de la zona dice que la relación entre prostitutas y travestis es sumamente respetuosa", agregaron los voceros consultados por LA NACION.
Sin embargo, los vecinos no dicen lo mismo, y algunos de los protagonistas del conflicto, tampoco. Stefanie es una joven prostituta dominicana de 22 años, tiene el pelo teñido de colorado, labios carnosos y personalidad fuerte.
"Los travestis quieren ocupar estas esquinas, en las que trabajamos nosotras [Salta y Cochabamba, Salta y Constitución]. No tienen respeto por nada, pero nosotras no permitimos que nos saquen. Acá paramos nosotras", contó a LA NACION.
Rubén es dueño de una librería en Pavón entre Salta y Santiago del Estero; vende libros nuevos y usados, y convive con la presencia de tres o cuatro travestis que escoltan la entrada de su negocio. Está acostumbrado. Levanta los hombros y ensaya un gesto de resignación: "En el barrio tenemos dos hoteles en los que se vende droga abiertamente, y nadie hace nada. El barrio es un aguantadero, yo tengo que cerrar mi comercio a las 18; después, imposible andar por la calle", explica con indignación a LA NACION.
A plena luz del día, los grupos de trans que aguardan en la vereda la llegada de algún cliente desconfían de las miradas de quienes no pertenecen al barrio. "Nosotros convivimos perfectamente con las chicas dominicanas, no sé por qué los vecinos dicen que estamos enfrentadas. Acá hay clientes para todas", relata muy tranquila a LA NACION Emilia, una chica trans de nacionalidad peruana.
En la esquina de Pavón y Salta, un boliche oscuro reproduce una cumbia santafecina a todo volumen. Dos hombres toman una cerveza y, en esa misma esquina, cuatro chicas trans ofrecen sus servicios. Son las 16 y llevan muy poca ropa puesta, y eso no se debe al calor reinante.
Ana María Monti vive en Constitución desde hace más de 20 años, mira a las jóvenes y asegura que la situación se ha vuelto insostenible: "Estamos acostumbrados a convivir en el barrio con peleas en la calle todo el tiempo; cada mañana, sobre todo en los fines de semana, es un escenario de mugre y descontrol".
Ambiente hostil
Pasadas las 20, el barrio se transforma; el ambiente se vuelve un tanto hostil, de esquina a esquina mujeres y travestis se disputan la calle a través de las miradas, y a veces, a través de la violencia física. Raúl, un empleado de una mueblería en Cochabamba, entre Salta y Santiago del Estero, es contundente: "Después de las 20, mejor no andar por la calle. Es el momento en que arrancan las peleas; de día, están un poco más tranquilas".
Martín, un joven que vive con su familia en el barrio desde hace más de 10 años y tiene una casa de electrónica en pleno barrio de Constitución, aclara con resignación. "Somos testigos de escenas de sexo públicas, peleas entre grupos, venta de drogas en la calle. Quienes vivimos acá seguimos sólo porque es más barato que cualquier otro barrio de la ciudad. Yo ya me quiero ir, con chicos no se puede estar más en Constitución."
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