Conmoción en Lanús. Fanática del trap y la gimnasia, los gatos y el dibujo: así era Morena, la nena asesinada por un celular
Había comenzado a ir sola al colegio hacía pocos días; tenía ganas de practicar taekwondo y kickboxing con un amigo; tenía tres hermanos
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En la puerta de la escuela Almafuerte, del barrio Giardino, en Lanús Oeste, es todo dolor, consternación, miedo y bronca. Dolor por el asesinato de Morena Domínguez; miedo, porque los vecinos de esa enclave situado a menos de una decena de cuadras del Parque Olímpico y del autódromo de la Ciudad de Buenos Aires denuncian desde hace semanas que Villa Diamante es una zona liberada, en la que la presencia policial es una utopía y los ladrones, de todas las edades, son los dueños de la calle. Y bronca, porque este crimen desnuda la inacción de las autoridades y hace sentir a los vecinos que están entregados a su propia suerte.
En ese contexto crítico ocurrió el homicidio de Morena, una chica “buenísima y amable”, a la que, como a todos los adolescentes, le encantaba usar el celular. También el trap. De la escuela, le gustaba mucho educación física. Tenía ganas de hacer taekwondo y kickboxing con un amigo del colegio. Tenía un hermano mayor, Maximiliano, de 15 años; una hermana de 7 y uno que es apenas un bebé, de menos de un año. Su padre trabaja en una cooperativa y su madre, por estos días, estaba circunstancialmente en Salta.
Morena hubiese cumplido 12 años el 7 de diciembre próximo. Había empezado a ir sola a la escuela Almafuerte hace poco más de una semana; un mundo nuevo, en el que la violencia criminal le arrebató la vida.
“Era prácticamente mi hermana; comía en mi casa...”, dijo a LA NACION, arrasada por el llanto, Aldana, la mejor amiga de Morena. Cristal, otra compañera del colegio, que estaba entre la muchedumbre que se congregó para protestar por el crimen, apenas logró decir: “Era buenita, amable... Esto es una barbaridad, una injusticia enorme”.
Jana, su prima de 8 años, estaba frente al colegio con un cartel alargado, escrito con marcador azul. “Justicia por More”, rezaba. Su mamá, Angélica Mamani, de 34 años, describió así la relación de su hija y la víctima: “Jugaban a la mancha, a la mamá y los hijos, a ser hermanas... se escondían. era su prima favorita. A More le gustaba mucho dibujar y le encantaban los gatitos. Era una excelente persona, muy buena, colaboradora... Era la sobrina de mi marido, Jorge García”.
Los compañeros de Morena –algunos fueron con ella a la escuela desde el jardín de infantes– están angustiados y aterrados: ellos saben que lo que le pasó a su amiga pudo haberles pasado a ellos, también.
“Ella recién estaba empezando a vivir. Estás a la buena de Dios, acá. A cualquiera le puede pasar. No podemos seguir así”, dijo Marcelo Lasarte, cuyo hijo era compañero de la víctima.
Joaquín, de 11 años, también habló de Morena: “Era simpática; las veces que hablamos era buena onda; jugaba con sus amigas... Tiene que haber más seguridad, no puede pasar más esto. Hace pocos meses a una señorita le pegaron un culatazo. Y a la señora Evelyn le apuntaron y le robaron también hace un mes”.
El rostro sonriente de Morena en fotos de distintas edades pasaba por las pantallas de los celulares de los chicos. Así preferían recordarla. Eric, compañero de otro curso, fue, en cambio, llevará consigo una imagen que ningún chico debería tener ante sí: “La vi a Morena mal, le hacían RCP. Y en un momento el aparato dejó de hacer ‘bip’”.
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