Condenaron al taxista que violó a una pasajera a la salida de un bar de Colegiales
Un tribunal impuso la pena de 12 años y medio de prisión para Tito Franklin Escobar Ayllon, el boliviano de 54 años que en abril de 2015 sometió sexualmente en su auto a Manuela Ponz
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El Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°28 condenó a 12 años y 6 meses de prisión al taxista que violó a una pasajera que había abordado su vehículo en la puerta de un bar de Colegiales, en 2015, y que logró permanecer ocho años prófugo hasta su captura, en julio del año pasado.
El jueves pasado, en la primera audiencia del juicio, Tito Franklin Escobar Ayllón, nacido en Bolivia hace 54 años, había admitido su responsabilidad por el hecho ocurrido la madrugada del 18 de abril de 2015. “Le pido perdón a ella y a mi familia”, dijo ante los jueces Carlos Chediek, Carlos Rengel Mirat y Federico Salva, que lo sentenciaron por el delito de “abuso sexual agravado por haber sido cometido con acceso carnal”.
Después, no quiso estar presente en la sala cuando declaró “ella”, es decir, la víctima de la violación, Manuela Ponz, que tenía 21 años cuando subió al taxi a la salida del bar Mimosa, de Álvarez Thomas y Olleros, para volver a su casa en Pueyrredón y Las Heras, se durmió a poco de arrancar y al despertarse, en vez de estar en su destino, en Recoleta, tenía encima al lascivo chofer que la despojó de su ropa interior y la sometió sexualmente, para luego dejarla abandonada en Paternal.
Manuela nunca dejó de luchar; transformó su dolor en un motor, alzó su voz, exigió respuestas y se prometió que jamás dejaría de bregar por conseguir justicia. Escobar Ayllon se había escapado, y todo indicaba que había buscado refugio en Bolivia. En 2021 tomó intervención de la Secretaría de Captura de Prófugos (SeCap) de la Unidad Fiscal Especializada en Investigación Criminal Compleja (Ufecri), a cargo del fiscal José María Campagnoli, y en 2023 lograron ubicar y atrapar al violador para sentarlo en el banquillo.
El fiscal Sandro Abraldes, a la hora del alegato, puso énfasis en el detallado relato hecho por la víctima en la primera audiencia, en la que contó no solo lo que pasó, sino las consecuencias que, en su cuerpo y en su mente, Manuela Ponz debió cargar durante todos estos años.
Para el representante del Ministerio Público quedó en evidencia que el taxista se había aprovechado “de la vulnerabilidad y de la juventud” de Manuela con el propósito abyecto de “satisfacer su placer sexual, a pesar de la ausencia de consentimiento de la víctima”.
La propia Manuela contó a LA NACION, sobre lo que ocurrió aquella madrugada en el Chevrolet Spin negro de techo amarillo: “Había tomado tres fernets, no más, no estaba borracha, pero sí cansada, y me quedé dormida. Cuando me desperté, tenía al chofer encima, me había sacado la ropa interior y me estaba penetrando. Para asustarlo le dije que tenía sida. No le importó. Estiró el brazo, abrió la guantera, manoteó un preservativo, se lo colocó y continuó con lo que estaba haciendo. Te juro que en un momento prefería que me matara a que me siguiera violando”.
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