Cómo sigue la familia Alt después de la muerte de Luciano, el niño atropellado por un patrullero
Cada espacio de la casa donde vivía Luciano Alt recuerda al pequeño. En medio del desorden del modular se destacan las ojotas y los auriculares que solía usar el niño cuando bailaba, alegre, frente a la computadora con la música que más le gustaba. Hay prendas de vestir él en las habitaciones. Y en uno de los rincones del living brilla un particular árbol de Navidad. Las maderitas que lo conforman tienen plasmadas palabras de amor y de esperanza, incluso los nombres de todos los integrantes de la familia, unidos en la tristeza.
Hace un año que Luciano murió y se nota su ausencia. El 13 de febrero de 2016, el niño, que hacía tres días había cumplido 6 años, fue arrollado por un patrullero mientras jugaba y festejaba su cumpleaños con sus hermanos y amigos en la vereda justo enfrente de su casa, en la calle Pelagio Luna al 1700 de la localidad de Villa Ballester.
La mamá de la víctima, Analía Muñoz, recuerda el momento y llora angustiada. “Sólo estaba jugando”, dice mientras toma en sus brazos a la bebe de la familia, a esa nena de cinco meses que Luciano no pudo conocer.
Ese día marcó un antes y un después para este grupo familiar tan compacto. Los tres hermanos varones de la víctima, menores de edad, tuvieron que madurar de repente. Sobre todo el más chiquito, que tenía 4 años en ese entonces y había forjado una relación de amistad con Luciano. “Capaz que están tranquilos, pero sorpresivamente aparece uno de ellos y, enojado, me grita que quiere jugar con Luciano. Cuando están tristes me piden permiso para recostarse abrazados de una remera de su hermano”, cuenta Analía y se le hace un nudo en la garganta. ¿Cómo puede la mujer evitar emocionarse cuando alguno de sus hijos deja una vainilla durante la merienda “para Luciano”, como a él le gustaba acompañar la leche chocolatada?
Analía habla y otra vez sus ojos claros se humedecen: “Se hace muy difícil. Intento estar bien por los chicos, pero a veces me caigo. Cuando eso sucede ellos lo entienden y me dejan el espacio para llorar, me cuidan”. Vuelve a referirse a Luciano, "Pichu" como le decían, y se les escapa una sonrisa.
Tanto ella como su esposo Pablo piensan si algún día, cuando terminen de construir la casa, deberían mudarse a otro lugar para no revivir, cada jornada, lo que sucedió frente a su hogar. "Todos los días se lo extraña", suspira el papá de Luciano.
El caso
El patrullero de la policía bonaerense que mató al niño - prestaba servicios en el Comando de Prevención Comunitaria (CPC) del distrito de San Martín - había estado detenido a 100 metros antes de arrollar a Luciano porque se había suscitado un problema en la zona. El abogado de la familia Alt, Marcelo Biondi, relata a La Nación que “en su declaración indagatoria, el conductor, Jonatan Godoy, dijo que él y su acompañante estuvieron estacionados unos minutos en la esquina de Pelagio Luna (la calle donde vivía Luciano) y que observaron que había chicos que jugaban y corrían”.
El letrado agrega que luego el rodado arrancó, “a 20 km/h según dice la pericia”, y cuando estaba por pasar por la puerta de la casa de Luciano subió la velocidad “a poco más de 40 km/h” y ahí, cerca del cordón, es donde arrolla al niño. “Él [por el conductor] dice que no lo ve cuando lo embiste, pero tendría que haber tomado todos los recaudos y no acelerar de repente al ver que había chicos jugando”, opina Biondi.
Godoy, de 28 años, está libre e imputado por el delito de homicidio culposo agravado. Como la escala de la pena es entre 2 y 5 años, el abogado de la familia de Luciano intentará, en caso de que sea condenado, que la pena se cumpla de manera efectiva. El acompañante del patrullero, Juan Quintana, de 50, está acusado por incumplimiento de los deberes de funcionario público. La causa, que lleva adelante la fiscal Ana de Leo, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 4 de San Martín, ya fue requerida para su elevación a juicio oral, trámite que se encuentra ante el juzgado en lo Correccional N° 1 de San Martín, indicaron fuentes judiciales a La Nación.
“Queremos justicia. Ese día podría haber terminado en una tragedia aún más grande. Había hermanos de Luciano y muchos otros chicos y grandes que presenciaban la murga. Los responsables tienen que hacerse cargo porque nos arruinaron la vida”, reclaman Analía y Pablo.
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