Cómo demolieron la casa donde mataron a Pérez Algaba para borrar la escena del crimen
Nahuel Vargas, el último detenido, afirmó que después del homicidio tiraron abajo la vivienda, detrás de un country de General Rodríguez, para ocultar la escena primaria del crimen; los reproches de los acusados al encargado de deshacerse del cuerpo
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Para ocultar la escena del homicidio de Fernando Pérez Algaba, uno de los principales acusados, Maximiliano Pilepich ordenó demoler una casa y que los escombros sean arrojados en un relleno sanitario. Semejante maniobra contrastó con el error cometido por uno de los detenidos por el asesinato del trader.
Hubo pases de factura entre los imputados. De hecho, responsabilizaron a Luis Contrera -uno de los acusados- por haber dejado el documento de un familiar en la valija roja en la que fueron hallados el torso y un brazo de la víctima.
Cuando a Nahuel Vargas, el último sospechoso detenido por su presunta coautoría en el asesinato, le preguntaron si sabía de quién eran la valija roja y la mochila en la que se encontraron partes del cuerpo de Pérez Algaba, respondió: “En un primer momento no sabía nada de eso. Luego, me enteré y escuché que Matías Gil, uno de los detenidos- decía que Contrera era un boludo porque se había olvidado los documentos de los familiares adentro de la valija”.
Contrera, que vivía en una casa situada en Euskadi al 4700, en Ingeniero Budge, era dueño de la valija roja en la que entre el 20 y 23 de julio pasado, fueron halladas las partes del cuerpo descuartizado de Pérez Algaba, en un baldío de Rivadavia y Azamor, en el arroyo El Rey y en la estación de bombeo de Villa Fiorito.
Al principio de la investigación, los efectivos de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de Lomas de Zamora fueron a buscarlo debido a que su nombre figuraba en la valija roja que contenía el torso de Pérez Algaba. Sin embargo, Contrera intentó despegarse del cuerpo y dijo que su hermana, una mujer tras identificada como Alma Nicol Chamorro, se la había robado.
Al ser señalada como la última poseedora de la valija roja, Chamorro fue la primera detenida por su presunta vinculación con el homicidio. Hasta ese momento, los investigadores, supervisados por el fiscal de Lomas de Zamora, Marcelo Domínguez, habían concentrado la pesquisa en la ribera del Riachuelo cercana a la feria La Salada como la escena secundaria del crimen y como lugar de descarte del cuerpo. Pero no sabían, por entonces, cuál era la escena primaria del homicidio y dónde había sido descuartizado el cuerpo.
El primer indicio sobre el lugar donde fue asesinado Pérez Algaba llegó a los investigadores con el informe de los técnicos del Ministerio Público bonaerense que establecieron que el celular de la víctima se activó por última vez el 18 de julio, a las 18.09, en la zona de General Rodríguez.
Allí está el barrio privado Renacer, un emprendimiento inmobiliario que tiene como gerente comercial a Maximiliano Pilepich y en el que participaban, como vendedores, Nahuel Vargas y la víctima. En los audios aportados por amigos de Pérez Algaba figuraba una amenaza que la víctima le había mandado a Vargas, en la que también le reclamaba el pago de una deuda. Vargas había denunciado a Pérez Algaba por haber querido atropellarlo con la camioneta y por balear el frente de la casa de su madre, en febrero pasado, en Hurlingham.
Para desviar la investigación, Pilepich y Vargas se presentaron como testigos y admitieron que se habían reunido con Pérez Algaba el 18 de julio a las 17 en Renacer. Indicaron que, después de pagarle parte de una deuda a Pérez Algaba, abandonaron el lugar en la camioneta que la víctima les entregó -una Range Rover blanca- y se fueron en ese vehículo, pero dejaron a Pérez Algaba, que esperaba que lo pasaran a buscar. En el campo, Pilepich dejó su camioneta Mercedes Benz G500, valuada en US$ 388.500.
Al revisar ambas declaraciones, los funcionarios de la fiscalía y los detectives de la DDI de Lomas de Zamora realizaron una inspección en el desarrollo inmobiliario situado en General Rodríguez y lo que encontraron los sorprendió: donde hasta una semana antes del operativo había una casa, solo había quedado un cráter. La vivienda había sido demolida y los escombros fueron retirados del lugar y los llevaron a un relleno sanitario de la zona.
“La demolición se hizo entre el 19 y 20 de julio, en las horas posteriores al homicidio. Creo que los escombros de la demolición se los llevaron, aunque no tengo idea dónde los arrojaron ni quién lo hizo”, sostuvo Vargas en su indagatoria.
Al declarar ante el fiscal Domínguez, el acusado señaló a Pilepich como el autor de los dos disparos que mataron a Pérez Algaba. Es una declaración en la que el acusado no tiene la obligación de decir la verdad, porque constituye una instancia de defensa.
“Cuando me dirigía hacia la parte trasera de la casa para abrir una ventana escuché dos disparos. En ese momento, me asusté y me quedé paralizado. Entonces, miré hacia la casa y vi que Maxi estaba asomado por una ventana y me llamaba con un gesto para que me acercara. Asustado, me dirigí hasta donde estaba Maxi y le pregunté qué había hecho. Al llegar a la habitación en la que había dejado a Maxi y a Fernando encontré a Maxi con dos armas; una en la derecha y la otra con la izquierda. Entonces, Maxi me respondió que sabía lo que había hecho. “Ya está, no aguantaba más, hay límites”, le respondió Pilepich, según relató Vargas en su indagatoria.
En su nueva declaración, aunque ya como imputado, Vargas afirmó que lo que iba a manifestar era la verdad y que en la oportunidad anterior habló presionado y porque tenía miedo de que alguien atacara a su madre.
“Maxi, Matías y una persona de gorra cargaron a Fernando en un Volkswagen Polo. Luego, Matías y el hombre que usaba gorra se fueron del lugar en el Polo. Pero Maxi se fue en la camioneta Mercedes Benz 500, que había quedado, mientras que Córdoba, se fue a bordo del Ford Mondeo. Mientras, yo los seguía en mi Ford Ka, hasta que en un momento, el Polo, el Mondeo y la G500 dejaron el Acceso Oeste y antes de llegar a la cancha de Vélez giraron a la derecha, en dirección a la casa de Luis Contrera”, manifestó Vargas, en su declaración, en la que estuvo acompañado por sus dos nuevas abogadas.
Según el imputado, Pilepich, Gil y otra persona a la recordó por la gorra que usaba, pero no pudo identificar, llevaron el cuerpo de la víctima a la casa de Contrera, quien, según Vargas, habría cobrado $100.000 y un auto usado por descuartizar el cuerpo de Pérez Algaba.
Al revisar la nueva declaración de Vargas y confrontarla con el recorrido realizado por los acusados desde el desarrollo inmobiliario de General Rodríguez, donde mataron a Pérez a Algaba, hasta el lugar del hallazgo del cuerpo descuartizado, los investigadores concluyeron que Pilepich habría recurrido a los servicios de un viejo conocido para que descartara el cuerpo de su exsocio y amigo al que había matado de dos balazos por la espalda.
Los funcionarios de la fiscalía de Lomas de Zamora habían encontrado, entre los antecedentes de Contrera, un procesamiento que tuvo en 2004 por una causa, investigada por personal de la comisaría de Moreno, contra una banda que se dedicaba a robar autos y confeccionar vehículos mellizos con documentación apócrifa.
En ese expediente, Contrera no fue el único imputado: también fue procesado Maximiliano Pilepich. Esto significa que la relación entre ambos tenía más de 19 años.
En su declaración, Vargas también incluyó al comisario Horacio Córdoba, quien se desempeñaba en la División Comunicaciones de la Policía de la Ciudad hasta que fue imputado por su presunta participación en el homicidio de Pérez Algaba.
Córdoba, en su indagatoria, dijo que era amigo de la víctima y que le había entregado US$3000 a Pérez Algaba para que invirtiera en criptomonedas, y se despegó del homicidio. No obstante, Vargas lo colocó en un lugar más cercano al cuerpo de la víctima, como integrante de la caravana que llevó el cadáver hasta el lugar en el que lo descuartizaron.
Aunque ninguno de los acusados lo mencionó hasta ahora, los investigadores no descartaban que la presencia del jefe policial en dicha caravana tuviera como objetivo despejar el camino ante un eventual operativo de control que pudieran cruzarse en el trayecto. Además, todavía, el jefe policial no explicó por qué le entregó a Pilepich un teléfono de flota de la fuerza de seguridad porteña. Ese celular fue usado por Pilepich para planificar y concretar el traslado del cuerpo de la víctima.
Vargas, con su declaración, intentó despegarse del homicidio. Pero Contrera lo había involucrado con el movimiento del cuerpo de la víctima. Contrera dijo que Vargas y Pilepich llegaron a su casa de Ingeniero Budge, en Lomas de Zamora, con el cadáver ya descuartizado y embolsado, y confesó que les había entregado la valija roja donde fueron acomodados los restos del cuerpo para después arrojarlos en un arroyo de la zona.
“Antes cortaba [desarmaba] autos con Pilepich, pero tirar un cuerpo no me animé. Pilepich me pidió que tirara el cuerpo por ahí, pero no dijo dónde. Me comentó que había matado a una persona, que era su socio, que le había pegado dos tiros porque era un ‘reverendo hijo de puta’, que lo tenía cansado, pero no contó dónde lo había matado”, afirmó el imputado al ampliar su declaración indagatoria.
A partir de estas declaraciones, la Justicia deberá definir a quién le cree, si a Vargas o a Contrera.
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