Comando Vermelho. La historia del jefe narco que más preocupa en la Argentina
Pinto de Brum, apodado Maestro, es considerado uno de los narcos y lavadores de dinero más grandes de Brasil, con vínculos directos con Comando Vermelho, algo que se detectó en ese país tras la llamada Operación Planun. En la Argentina controlaba una especie de aeródromo narco en una estancia cerca de los esteros del Iberá, de donde logró huir, aunque fue atrapado en la localidad de Tramandaí.
La Justicia brasileña se negó a extraditar a Pinto de Brum a la Argentina, por lo que la Procuraduría de Narcocriminalidad envió a ese paísla investigación que llevó adelante la Justicia Federal de Corrientes. La decisión de Brasil les sacó un peso de encima a la Justicia y al gobierno argentinos, que debían juzgar y, sobre todo, custodiar en una cárcel local a un hombre de confianza de Fernandinho Beira Mar, el líder histórico de Comando Vermelho.
La extensa investigación que realizó la Justicia brasileña, a la que tuvo acceso LA NACION, describió cómo funcionaba la red narco y de lavado que manejaba Pinto de Brum, oriundo de Uruguaiana, en la frontera entre Brasil y la Argentina, donde se movía con total libertad con nombres falsos y una red de empresas diversificadas en rubros que iban desde la producción agropecuaria hasta agencias de cambio de divisas.
La Drug Enforcement Administration (DEA) de Estados Unidos considera a Pinto de Brum, según señaló el expediente abierto en Brasil, "uno de los grandes traficantes internacionales que operan en ese país, asociado con bandas mexicanas, norteamericanas, argentinas y bolivianas".
Según la acusación del Ministerio Público de Río Grande Do Sul, Marino Di Valdo Pinto de Brum manejaba una red logística de tráfico de cocaína que provenía de Bolivia. Los cargamentos arribaban en avionetas a Uruguaiana y luego a Palmares Do Sul, a 90 kilómetros de Puerto Alegre. Para luego salir en barco, se presume que por el puerto de Santos, rumbo a Europa.
A la par, Pinto Brum usaba, según detectó la investigación que realizaron en la Argentina el fiscal federal de Corrientes Carlos Schaefer y Diego Iglesias, titular de la Procunar, las estancias Santa María del Aguapey y Santa Úrsula, de 7400 hectáreas, ubicadas en Santo Tomé, Corrientes. Allí funcionaban una pista de aterrizaje y un hangar para alojar las avionetas, que arrendó a Brum la productora agropecuaria María Hilda Calabrese, cuya condena a 20 años de prisión fue confirmada en diciembre pasado por la Sala 3 de la Cámara Federal de Casación Penal. Las estancias fueron decomisadas por pedido de los fiscales y en un sector funciona ahora una estación experimental del INTA.
Acopio de cocaína y lavado
Las investigaciones que se llevaron adelante en la Argentina y en Brasil expusieron que a estas organizaciones narco de frontera no les importan los límites que separan a los países ni las jurisdicciones diferentes de la Justicia.
Desde hace casi una década esta poderosa organización narco operó tanto del lado argentino como del brasileño, en una zona donde la geografía le garantizó un escondite ideal a Pinto Brum, que no solo traía cargamentos de cocaína –como detectaron los investigadores argentinos–, sino que también tenía una compleja red de lavado de dinero, que desmanteló la Justicia brasileña. Esa estructura financiera siguió funcionando a pesar de que Pinto Brum fue detenido en 2017.
La estrategia de lavado que comandaba Pinto de Brum, con la ayuda de Adriano Schuch y el ciudadano chino Haran Guo, abarcaba una amplia paleta de opciones, entre ellas, el "dólar cable", conocido en la Argentina como el "contado con liqui".
El engranaje de lavado funcionaba de varias maneras. Habían creado centenares de cuentas bancarias con la ayuda de los agentes financieros Wesley Pereira y Roverval Massaro. Creaban centenares de empresas con testaferros (hombres "naranja", como les llaman los brasileños) para mover el dinero y también financieras y casas de cambio, como la que manejaba Haran Guo, que transferían a través de la firma Hayata dinero a China que ingresaba desde Uruguay, donde tenían empresas offshore.
Pinto de Brum se fugó de la Argentina y en agosto de 2017 fue detenido en la ciudad de Tramandaí, a 120 kilómetros de Puerto Alegre, donde intentó sobornar con 1.000.000 de reales a la policía de ese país para evitar ser detenido. Allí se movía en una camioneta blindada con custodios fuertemente armados.
Se había fugado de la Argentina, donde la Justicia detectó en el Operativo Ciervo Blanco cómo operaba esta organización en las estancias que Pinto Brum arrendó a la productora Hilda Calarese.
La historia de esas estancias encierra una trama oscura, que provocó preocupación en el Estado argentino porque marcó la presencia en el país de engranajes de Comando Vermelho, uno de las organizaciones criminales más importantes de Brasil, junto con el Primer Comando Capital.
La situación alarmaba a los pobladores de esa zona cercana a Santo Tomé, en Corrientes. A medida que los vuelos y aterrizajes se repetían, crecían la desconfianza y el temor. No estaban equivocados. Santa Úrsula era usada por una importante organización narco trasnacional –conformada por argentinos, paraguayos, brasileños y bolivianos– para acopiar grandes cantidades de cocaína que provenía de Bolivia.
A la Gendarmería le fue muy complicado realizar las tareas de inteligencia en ese lugar inhóspito, donde –según el expediente al que tuvo acceso LA NACION– tuvieron que acampanar y camuflarse para no ser detectados. Al operativo le llamaron Ciervo Blanco porque los gendarmes se hicieron pasar por cazadores furtivos para realizar las tareas de inteligencia.
Avionetas, en lugar de ganado
Cuando allanaron el lugar, los gendarmes encontraron un avión Cessna modelo U206G, matrícula CP-2037, una cisterna con capacidad para 1500 litros de combustible para aviones y un acoplado en el que se hallaron 330 kg de cocaína.
La cantidad de cocaína secuestrada fue inusual para Corrientes, una ruta casi natural de la marihuana que se produce en Paraguay. Pero esta causa abre interrogantes sobre nuevos caminos de la droga, esta vez de origen boliviano, hacia el centro del país, con Corrientes como punto de acopio para la distribución, que tenía como destino intermedio a Brasil, para después ser llevada a Europa.
Calabrese, la dueña del campo, quien fue condenada a 20 años de prisión, había tramado junto con su pareja, Florentino Niemiz, una pantalla para arrendar los establecimientos para la cría de ganado. Pero allí no había muchas vacas, sino pistas clandestinas custodiadas por un grupo armado y donde desembarcaban grandes cargamentos de cocaína, que después era distribuida en el país y en el extranjero
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