Cocaína adulterada. Paso a paso, cómo analizaron las muestras en un laboratorio de la UBA para definir el diagnóstico
Un equipo de la Facultad de Farmacia y Bioquímica colabora con los profesionales de los hospitales del conurbano que atendieron a los usuarios de la droga que causó 24 muertes y provocó decenas de internaciones
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Mientras hospitales del noroeste y norte del conurbano asistían a decenas de pacientes que habían consumido cocaína adulterada y 24 de ellos morían, empezaron a sonar los teléfonos del laboratorio de toxicología en el séptimo piso de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Les pedían ayuda para analizar muestras de algunos de esos pacientes para terminar de confirmar el diagnóstico.
En las primeras muestras se descartó la presencia de uno de los analgésicos opioides sintéticos –el fentanilo– que despertó la primera sospecha por la respuesta de los pacientes a un antídoto. Luego, orientaron el análisis a una sustancia derivada, el carfentanilo, más potente y que no se utiliza en el país: dio positivo como sustancia de corte en las muestras de la cocaína que consumió más de un centenar de personas en el noroeste del conurbano.
En el Laboratorio de Asesoramiento Toxicológico Analítico (Cenatoxa), centro nacional de referencia que funciona en la facultad de la UBA ubicada en Junín al 900, los profesionales preparan y analizan las muestras de orina que les llegaron de hospitales bonaerenses. No es un laboratorio forense, por lo que, si no hay un oficio judicial de por medio, no trabajan con sustancias provenientes de incautaciones o tejido cadavérico. Pero están en contacto con fiscales y médicos. Sus determinaciones en muestras de sangre, orina, saliva, agua o alimentos, entre otros, sirven para confirmar diagnósticos o causas de intoxicación con aplicación clínica, laboral, ambiental e industrial.
“Nos consultaron sobre las muestras de personas internadas en hospitales que posiblemente habían consumido cocaína adulterada y nos están derivando las muestras, que en este caso son de orina”, cuenta Adriana Ridolfi, directora del Cenatoxa y profesora titular de la cátedra de Toxicología y Química Legal, dentro de la que funciona el laboratorio. “Al principio se comentaba que era fentanilo y nos pedían que investigáramos la presencia de esa sustancia. Pero se llegó a la conclusión, con el análisis de las muestras no biológicas, que era carfentanilo, y hacia ahí se orientó la investigación.”
Como en otros laboratorios, tampoco ahí se hallaron rastros de fentanilo, el opioide más común para potenciar el efecto de la heroína o la cocaína, junto con su poder adictivo. Y en una muestra en condiciones para ser analizada, sin tratamiento farmacológico previo, no se halló carfentanilo.
“El resultado se lo informamos al médico que solicitó el estudio y nuestra función es colaborar en el diagnóstico de las personas internadas o intoxicadas con alguna sustancia que se presuponía que era un opioide porque los pacientes respondían al tratamiento con naloxona, que es el antídoto.”
La más dañina
La detección del carfentanilo se hizo en otro laboratorio de la UBA. El equipo del Conicet en la Unidad de Microanálisis y Métodos Físicos Aplicados a la Química Orgánica del pabellón II de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales identificó ese opioide sintético, que no se utiliza ni elabora en el país. Lo hizo a partir de cocaína aún sin consumir, entregada por familiares de usuarios y enviada por el Ministerio Público Fiscal. “Esta es la sustancia más dañina que hemos detectado en un caso como este”, califica Gerardo Burton, director de la unidad, a través de un comunicado del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
De hecho, Eduardo Barreiro, especialista nacional en narcotráfico y docente de la cátedra de Legislación de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, explica que el carfentanilo no se está utilizando en el país y, si está ingresando, es con autorización para investigación y en cantidades ínfimas.
“La Argentina no es un país en el que se pueda encontrar, a diferencia del fentanilo, que se usa en medicina y se comercializa en ampollas o parches”, aclara. “Es una sustancia que está prohibida por la Convención sobre Estupefacientes de Naciones Unidas, a la que adherimos. Eso significa que posee escaso o nulo poder terapéutico y gran poder toxicológico. Salvo autorización expresa de Anmat, y para investigación científica o estudios, no se puede importar ni comercializar”, añade Barreiro.
Para identificarla, el grupo de Exactas usó una técnica (cromatografía líquida acoplada a la espectrometría de masas) que separa los componentes de una muestra y determina de qué se tratan y en qué cantidades.
“Una droga se puede adulterar con muchas sustancias y hay que hacer una búsqueda de un desconocido”, explica Ridolfi. “A veces se da a entender públicamente que uno inyecta una muestra en un cromatógrafo y tiene el resultado enseguida. Pero el análisis es más complejo cuando se busca una sustancia que se desconoce. Los adulterantes varían y se incorporan nuevas sustancias de síntesis que hacen cada vez más compleja la investigación”, precisó.
Además –agrega–, hay que disponer de los insumos y los estándares de referencia, que está costando adquirir, en especial las drogas controladas. “Los aranceles aduaneros son altísimos y los precios son mucho más elevados que en el exterior. Estas trabas aduaneras y los aranceles dificultan su importación”, precisa Ridolfi.
Ese es un inconveniente que comparten laboratorios de investigación forense y clínica, algo que Barreiro también confirma: “En el país faltan reactivos, equipos o personal necesario capacitado, que se va de los laboratorios a la industria, que les ofrece mejores ingresos”.
El desafío en el Cenatoxa también es actualizar los equipos y contar con mayor presupuesto. Es un laboratorio que presta servicio a la comunidad y se sostiene con los aranceles de unos 2000 análisis anuales (la demanda máxima fue 7000) que solicitan particulares, hospitales y sanatorios, empresas y juzgados.
Recolección y preparación
El trabajo de 20 docentes, técnicos, residentes y personal no docente en el laboratorio no empieza con la llegada de la muestra, sino con la toma en un hospital. Por eso, en cada llamado que recibieron en estas dos semanas detallaron las pautas de recolección: apenas ingresa un paciente o dentro de las primeras 24 horas de internación. No más allá para evitar cualquier interferencia del tratamiento farmacológico. “Una mala toma de muestra no se soluciona con la tecnología de mayor complejidad disponible”, afirma Patricia Quiroga, codirectora del Cenatoxa y profesora adjunta de la cátedra de Toxicología y Química Legal.
Una vez recibida la muestra, hay que prepararla de acuerdo con el grupo al que pertenece la sustancia sospechada para aislarla del “soporte” biológico (orina, en esta investigación), concentrarla y, entonces, poder “verla” mejor con la tecnología que se vaya a utilizar. En este caso, es un cromatógrafo gaseoso con espectrometría de masa, un equipo en el que se inyecta la muestra y se separan su componentes con distintas temperaturas para identificarlos por sus espectros de masas. Cada sustancia tiene un espectro que es como su “huella digital”.
Este primer paso demora no menos de un día.
“No es lo mismo preparar una muestra para buscar opioides que benzodiacepinas o estimulantes, como las anfetaminas. Cada grupo de droga tiene sus condiciones –aclara Quiroga–. Por lo general, esos grupos tienen alguna similitud química. Pero también depende de qué se está comercializando en la Argentina.”
Luego, hay que preparar el equipo de acuerdo con un plan de análisis, que incluye la comparación de muestras positivas y negativas, para obtener el resultado en un gráfico (cromatograma) con picos característicos que hay que interpretar de acuerdo con un estándar de referencia o bibliotecas de espectros de masas de opioides/opiáceos y otras drogas de abuso. Este procedimiento dura tres días y se puede analizar más de una muestra por vez. Para cuantificar una sustancia es indispensable contar con la sustancia testigo.
“Lo más importante de estos análisis –destaca Ridolfi– es que sus resultados aportan al diagnóstico médico. Con cualquier sustancia tóxica, independientemente de este caso que se está investigando, el médico va a presuponer la presencia de una sustancia por los síntomas que tiene un paciente y eso es lo que le sirve como diagnóstico a confirmar. No siempre es posible encontrar la sustancia y, a veces, hay que buscar más de una en una muestra para poder determinar si hay algo que concuerda con ese diagnóstico inicial”.
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