Cildañez: el barrio que pidió por una niña más de 70 horas
Los vecinos del sitio localizado en Parque Avellaneda se comprometieron activamente con la búsqueda de M.; ahora piden que mejoren sus condiciones de vida
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Un kiosco en Parque Avellaneda que usualmente tiene estampada en su pared beige los rostros de Jesús, Carlos Gardel y el Che Guevara sumó un cartel a su puerta: “Aparición inmediata de M.”. El pedido ya es un hecho consumado, debido a que la niña de siete años que estaba desaparecida desde el lunes fue encontrada hoy, pasadas las ocho, en un esfuerzo conjunto entre los Ministerios de Seguridad nacional, de la Provincia y porteño.
En un banco del local, Viviana Oviedo (33) -que es prima de Estela, la mamá de M.- se encontraba aliviada. “Nos hundíamos, estábamos viviendo una pesadilla, ahora hay esperanza”, dijo a LA NACION esta mujer, que se enteró por la notificación de un periodista que su “sobrina” -como la llama- había aparecido con vida. Corrió entonces por un pasillo del Barrio Cildañez a avisarle al resto de la familia que aguardaba en la misma casa adonde se reunieron cerca del mediodía y que despertó sobresaltada por la emoción.
Ese sentir no fue solo familiar, sino colectivo. Es que toda la vecindad apoyó el pedido por la restitución de M., quien vivía entre paredes de tejido, lonas y sábanas, en la intersección porteña de Dellepiane y Escalada, a unas cuadras del kiosco y de donde montaron un piquete para hacerse oír.
En las agónicas más de 70 horas, muchos durmieron al lado de un fuego que generaron y se involucraron en la búsqueda. Dos conceptos fueron claves en ese compromiso: Estela es una más del barrio y, a pesar de los problemas de adicciones que refirieron padece, tiene a M. “cuidada y prolija”. Carlos Savanz, con quien la menor estuvo hasta ser hallada en Luján, era un extraño, un ser desconocido hasta hace un mes.
“[Savanz] apareció de un día para el otro”, contó a LA NACION Estefanía Quijano (32), mientras miraba sus sandalias, que dejaban ver unas medias fucsias estampadas con cuadrados, y reía. Dijo que no tuvo tiempo para cambiarse, porque recién se despertaba cuando se enteró que M. había aparecido con vida y fue a abrazarse con sus vecinos al corte.
Las aprecia a M. y a Estela, con quien compartió la Escuela Reino de Thailandia. “Hace 14 años que está en la calle”, comentó esta ama de casa pensionada sobre la mamá de la niña, a la que le prestó unas zapatillas deportivas y una campera, por verla desprotegida ante el viento y la lluvia de los últimos días.
En coincidencia, Elizabeth Ronchi, una funcionaria del Ministerio de Seguridad de la Nación que hace años recorre las calles en esa zona de la Ciudad, indicó que M. nació en situación de calle y que así pasó sus primeros siete años.
En territorio porteño, según cifras de una encuesta realizada en el marco del programa Buenos Aires Presente que aportó el Ministerio de Desarrollo Comunitario a LA NACION, eran al menos 1147 las personas que se encontraban sin techo en 2019. Las organizaciones sociales, que se basan en el Segundo Censo Popular de Personas en Situación de Calle del mismo año, sostuvieron que el número asciende a 7251 individuos sin hogar, cifra compuesta por 871 niñas, niños y adolescentes.
Junto a Lorena Crespo -una comunera de la 9-, Carla López -también de Seguridad de Nación-, el presidente de un club del barrio y el funcionario Luis Giménez, Ronchi participó de la pesquisa. Las tres mujeres podían detallar sin titubeos cada uno de los puntos adonde las cámaras de seguridad tomaron la figura de Savanz junto a la menor. “Tocamos puerta por puerta. Hubo comerciantes, vecinos, frigoríficos y mucha gente que se solidarizó”, comentaron sobre la minuciosidad que debieron emplear para dar con dichos registros.
“Era una situación de mucha vulnerabilidad, pero Estela no se despegaba de la nena. Parece que [Savanz] las conoció el último mes, se acercó adonde dormían, pero él iba a dormir a otro lado”, contó la comunera Crespo a LA NACION y resumió, sobre el hombre detenido: “Venía a parar, pero no rancheaba ahí”.
Desde temprano y entre bocinazos de camioneros que circulaban por la autopista, Claudia Celina (45) -que coordina un merendero- y Jonathan (35) -que hace changas de pintura y plomería- charlaban, a la espera de que M. volviese al barrio, algo que finalmente no ocurrió debido a los procedimientos judiciales.
“Él no era de acá, la villa es chica, nos conocemos todos”, explicaron ambos a LA NACION. “Él le hacía regalos a M., pero era sometimiento”, consideró el hombre. “Uno sale a buscarla porque la mamá vivía para la criatura. En los merenderos y los comedores nunca tuvo una falta de respeto”, agregó ella. Como otros vecinos, revelaron que Estela pululaba entre las casas, en busca de comida para su hija. Adhirieron, sin titubeos, que a la niña la cuidaba bien, un motivo suficiente para que ellos colaborasen con alimentos. La sonrisa de la pequeña fue algo que todos tenían presente.
En una casa de bloques naranjas y puerta con rejas, apostada en uno de los angostos pasillos del Barrio Cildañez, la familia de M. vivía otro clima, pasadas las 12. Sentados en ronda miraban televisión, aunque aún quedaban algunos vestigios de la adrenalina reinante en la búsqueda. Graciela Beloso, la tía de Estela, con una remera que llevaba la cara de M. estampada dos veces en su pecho contó a LA NACION que recién finalizaba una videollamada entre la niña y la familia. En las primeras intervenciones pidió hamburguesas y los panqueques que le cocina la vecina de enfrente, que estaba asomada a la ventana.
Desde el banco donde se hallaba sentada con algunas lágrimas en sus ojos -en el kiosco con los rostros de Jesús, Carlos Gardel y el Che Guevara- llegó al hogar Oviedo. Ella y Beloso son de González Catán y arribaron a la Ciudad para realizar la vigilia con el resto de la familia. ”Ojalá esto sirva para que muchos chicos puedan salir de situaciones de este tipo, que no se las merece un niño. Dios tuvo misericordia sobre la vida de M., solo Dios sabe lo que están pasando ella y su mamá”, dijo la prima de Estela.
Además de los menores en situación de calle, desde la Defensoría de las Niñas, Niños y Adolescentes detallaron a LA NACION que según el Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas hay, al momento, otras 22 búsquedas activas, que quizás no tienen la misma repercusión mediática que el caso de M.
El sentimiento que flotaba en el aire de Cildañez es que M. ya estaba de vuelta, a pesar de que no había pisado aún las calles del barrio. Pero algo estaba claro, más que claro. No querían que vuelva a lo de antes: a dormir bajo el techo de lona que se esconde entre los árboles linderos a la autopista y que, por la mañana, resguardaba los restos de sus juguetes, tirados sobre un piso de tierra.
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