Cien días sin Loan. Entre el olvido y la falta de resultados, la búsqueda del chico de cinco años sufre la pérdida del apoyo social
La desaparición del menor de cinco años es una historia plagadas de pactos y silencios alrededor de su propia familia; en Nueve de Julio y Goya, los vecinos ya no organizan marchas
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NUEVE DE JULIO, Corrientes. -Las falencias y la desidia para investigar y encontrar a Loan Peña, el niño de cinco años que desapareció hace 100 días en el paraje El Algarrobal, en Corrientes, se cristaliza en la imagen de un ovejero alemán, robusto, de porte imponente, que vaga sin rumbo por el monte donde se lo vio al chico por última vez el 13 de junio pasado. Se lo olvidaron durante los patrullajes que hicieron en esa zona. “Le doy de comer, porque si no me mata las gallinas”, advirtió Catalina Peña, abuela de Loan, quien organizó ese fatídico almuerzo donde se gestó la trama que esconde al niño. La anciana no sabe ni siquiera cómo se llama el ovejero.
La imagen de un perro abandonado por los propios rescatistas –como contó la mujer- demarca el destino de una investigación en la que aún no hay ninguna certeza ni pista firme sobre lo que ocurrió con ese niño de cinco años hace 100 días, después de que fuera a almorzar con su padre, que lo llevó a caballo, a la casa de su abuela Catalina.
El olvido, por el paso del tiempo y la falta de avances en una investigación con serias fallas en un inicio, empieza a conspirar como si fuera una gota que desgasta esta historia plagada de pactos y silencios en torno a la familia de Loan, que nadie consiguió romper para que aparezca la verdad. Un detonante de esa indiferencia es que a 100 días de su desaparición no se hizo ninguna marcha para reclamar la aparición del niño. En 9 de Julio la bronca, que se expresaba en las protestas, dio paso a la decepción e, incluso, al miedo. “Si este caso no se resuelve es porque hay algo muy pesado detrás”, sentencia un hombre, que prefiere que no se exponga su nombre.
Engaños y mentiras, pistas falsas, maniobras del gobierno correntino para plantar testimonios en base a hechos que nunca pasaron, pericias que nunca pudieron confirmarse, abogados que abandonaron el caso, como Fernando Burlando, empiezan a desvanecer la prioridad de saber qué pasó. Este caso configura un espejo que refleja las precariedades a nivel institucional que perduran en el interior del país, donde esta clase de tramas subsisten en el anonimato, cuando los protagonistas y las víctimas son familias vulnerables, nacidas y criadas en un ambiente que sigue teniendo reminiscencias del siglo XIX, a pesar de que usen WhatsApp.
La causa de la desaparición de Loan actualmente tiene siete detenidos, acusados de sustracción de un menor, una carátula tan amplia como poco precisa. Por ahora, los más comprometidos son Laudelina Peña y su pareja Antonio Benítez, este último fue quien llevó a Loan al naranjal donde fue la última vez que se lo vio.
La tía del niño mintió varias veces a lo largo de la investigación. Dijo que a su sobrino lo habían atropellado el capitán de navío retirado Carlos Pérez y su esposa María Victoria Caillava, ambos también presos. Este matrimonio fue el que primero abandonó el paraje El Algarrobal, tras la desaparición de Loan, con la coartada de que iban a ver un partido de fútbol por TV. Dos semanas después un perro del Ministerio de Seguridad de Corrientes marcó rastros de Loan en los asientos traseros de los vehículos de la pareja, una camioneta Ford Ranger con la que habían ido al almuerzo al campo de Catalina y un Ford K con el que viajaron al otro día a Corrientes y Chaco. No se pudieron determinar aún otros rastros.
Otro matrimonio que está detenido es el de Mónica Millapi y Daniel ‘Fierrito’ Ramírez. Este último también fue al naranjal –despoblado de cítricos- con Loan y un grupo de chicos. El séptimo detenido es el comisario Walter Maciel. Con Laudelina plantaron un botín de Loan en un campo cercano para que la búsqueda en el monte continuara y hacer creer que el chico se había extraviado.
La presunción de los investigadores, a cargo de la jueza federal de Goya, Cristina Pozzer Penzo, donde intervienen los fiscales de la PROTEX, Alejandra Mangano y Marcelo Colombo, y el fiscal federal Mariano de Guzmán; más las fuerzas federales, encabezadas por la Policía Federal, es que entre los detenidos está el cómplice o el culpable de la desaparición. Hasta ahora las veces que los imputados declararon no aportaron nada clave para la causa, a excepción de las mentiras que ventiló Laudelina, la tía de Loan, cuando en medio de una oscura maniobra orquestada por el gobierno correntino dijo ante un fiscal provincial que al chico lo había atropellado con la camioneta el marino retirado Pérez. “Los siete detenidos no podrán seguir mucho tiempo más en la cárcel”, coincidieron los abogados de las defensas. Lo llamativo es que ninguno de los acusados pidió la excarcelación.
Una y otra vez en la causa la mentira y ese pacto de silencio entre familiares y conocidos sustentó esa coraza que le impidió a la Justicia avanzar sobre la verdad de un caso que conmovió al país. Los peritajes no develaron pistas determinantes para saber la trama que se engulló a Loan hace 100 días. Dan vueltas hipótesis que nadie pudo probar: tráfico de personas, explotación sexual, tráfico de órganos, prostitución infantil, venta de niños, narcotráfico...
Fue tanta la preocupación de la gente en todo el país que el Ministerio de Seguridad de la Nación recibió más de 4000 llamados para reportar información de personas desaparecidas, pero ninguno dejó alguna certeza.
En esta historia desgarradora, que tiene a un chico de cinco años de víctima, se produjo un salto vertiginoso: se pasó de la bronca y del interés a la indiferencia, que empieza a rozar el olvido. En Goya, donde se hacían multitudinarias movilizaciones en la plaza principal frente al juzgado federal, ya nadie se mueve. Ese vacío se debe, según coinciden varios consultados, en diversas elucubraciones. La que más se impone es la desconfianza hacia el poder. Héctor Elizalde, empleado bancario, dijo que “nunca se supo nada porque hay cosas más oscuras detrás”.
Los familiares de Loan midieron el humor social y prefirieron no volver a reclamar en la plaza de Nueve de Julio, como lo hicieron decenas de veces, donde ahora hay un mural que exhibe el reclamo de la aparición con vida del niño. En el fresco pintado en la pared que está en el centro de la plaza aparece Loan vestido como una especie de santo.
“Queremos estar tranquilos y dejar que trabaje la Justicia”, consideró José Peña, papá del niño, en diálogo con la nacion en su casa. El padre de Loan fue quien lo llevó a caballo el 13 de junio al almuerzo a la casa de su abuela Catalina, a quien el niño casi desconocía, porque solo la había visto una vez. A su lado está sentada María Noguera, la madre de Loan, a quien le cuesta articular una frase. Está bajo tratamiento psicológico, algo que la ayuda a atravesar el duelo, aunque se quiebra todo el tiempo. Parece más frágil que antes.
El alambrado de la entrada a esa vivienda modesta, repartida entre varios módulos, está cubierto de carteles que reclaman la aparición de su hijo. Un policía custodia la casa, que prefiere guarecerse bajo la sombra de un paraíso para pasar las horas bajo un calor intenso.
El caballo que José usó para ir al almuerzo al que llevó a Loan quedó en el campo de Catalina. “Nunca más lo traje porque era de él”, señaló en referencia a su hijo. En la casa quedan intactos los vestigios de Loan, de aquel que era un chico travieso, activo y cariñoso, como lo recuerda su madre. Una pequeña bicicleta azul, que usaba el niño para andar por esa calle desierta, de pasto, quedó a un costado de la casa. Las lluvias comenzaron a herrumbrarla.
En la puerta de la casa hay un cartel que fue colgado por un vecino cuando se cumplió un mes de la desaparición de Loan. Expresa ese cambio de percepción en los propios vecinos, que hoy miran de reojo a los familiares. “Tanta bronca contenida va a explotar y se va a armar quilombo en todo Corrientes”, figura en el cartel escrito con fibra negra.
Tampoco la gente del pueblo va a manifestarse. “Los que más tienen que reclamar son los familiares que se quedaron callados”, admitió Oscar Oviedo, un trabajador rural que al mediodía del sábado manguereaba su caballo en la vereda. La presión de los medios de comunicación, con mayor intensidad durante las primeras semanas de la desaparición de Loan, aturdió al pueblo, que de la fascinación de verse en televisión pasó al hartazgo ante la vertiente de información sin destino. “Vivimos en un pueblo chiquito, pero no somos tontos”, dijo Lidia Avena, una mujer que con su marido viven frente a la plaza en una casa antigua. Ellos fueron testigos directos de todo el trajinar para pedir la aparición de Loan.
“Nadie aporta un dato, una certeza. Todo quedó bajo el manto del silencio”, advirtió Lara Tsougas, dueña de una verdulería y una finca en la que produce frutillas. “Este pueblo está dolido, pero además con miedo, porque si el caso de Loan queda impune se puede repetir. Y eso le da terror a muchas madres”, agregó la mujer.
En el paraje El Algarrobal, emblemático en esta trama, Catalina Peña, de 86 años, abuela de Loan, se queja de la soledad, y de las cosas extrañas que suceden de noche. Esta anciana devota a santos paganos, que reza en una pequeña pieza de tablas de madera, rodeada de velas y estampitas, contó que después de la desaparición de su nieto le cuesta conciliar el sueño.
“Me duermo a las dos de la madrugada. Nunca me pasó. Siempre dormí bien, pero ahora no puedo. Hay una luz que se prende y que se apaga”, señaló en ese ambiente cargado de misticismo rural. Catalina no recuerda cuántos nietos tiene. “Creo que son 36 o 37. Pero ninguno me viene a visitar. Ni los hijos que me quedan tampoco. Solo viene la policía”, sostuvo, con humor cáustico, que usó para describir otra extraña situación: “Cuando hicieron los rastrillajes los policías y bomberos se olvidaron un perro”. La mujer señala hacia el monte donde desapareció Loan. Aparece un ovejero alemán de gran porte. “Le doy de comer, porque a veces me come alguna gallina”.
Otras cosas extrañas rondan este caso. A la par de la causa principal, la jueza Pozzer Penzo avanzó contra otros personajes extravagantes. La semana pasada la magistrada ordenó la detención de diez personas por obstruir la investigación de la desaparición de Loan. Están presos abogados y psicólogos vinculados a la Fundación Lucio Dupuy y figuras misteriosas como Nicolás Soria, alias “El Americano” o “Yankee”, que aseguraba “ser de Interpol” y de la DEA. Su verdadero origen se remonta a Wilde, y su oficio no tenía nada que ver con Interpol, sino que es despachante de aduanas. El Yankee estuvo con la abuela de Loan. “Era raro ese tipo, pero vino tanta gente rara que no me sorprendió”, apuntó.
A 100 días de la desaparición de Loan nadie puede responder a la pregunta: ¿Qué pasó con un niño de cinco años que fue a una comida familiar, en la que había personas que no se conocían, y fue a buscar naranjas con su tío y desapareció? La atención de los medios se desvaneció y así la bronca social que existía al principio. A las marchas para reclamar la aparición de Loan no va casi nadie. Porque parte de la familia del niño genera desconfianza, entre ellos, los hermanos mayores de Loan, que tuvieron ingresos de dinero en cuentas de Mercado Pago que no pudieron justificar. No trabajan y nadie sabe de qué viven, apuntan en el pueblo. La desaparición de Loan también se transformó en un modo de supervivencia en un pequeño pueblo como 9 de Julio, donde los Peña siempre padecieron los vaivenes económicos por los trabajos temporarios, las changas, que servían para sostener una familia numerosa.
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