Celos, odio y resentimiento profesional, los motivos detrás del ataque del peluquero asesino de Recoleta
Luis Abel Guzmán fue procesado con prisión preventiva por el homicidio de Germán Gabriel Medina, un compañero de trabajo
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“Ningún conflicto de relación amerita el despliegue de un atentado contra la vida de un ser humano. Considero que el móvil del homicidio de Germán Gabriel Medina se trataría de una cuestión de celos, odio y resentimiento profesional”.
Así, el juez en lo criminal y correccional porteño Javier Sánchez Sarmiento expuso los motivos detrás del crimen de Medina, asesinado por Luis Abel Guzmán, homicidio ocurrido el 20 de marzo pasado en la peluquería Verdini, situada en Beruti 3011, Recoleta, donde trabajan la víctima y su victimario.
Sánchez Sarmiento procesó con prisión preventiva a Guzmán por el delito de homicidio agravado por alevosía en concurso real con privación ilegal de la libertad agravada y trabó un embargo sobre sus bienes hasta cubrir la suma de 40 millones de pesos. En el expediente, el Ministerio Público está representado por el fiscal Patricio Lugones.
“El imputado tenía pleno conocimiento y voluntad de la acción homicida que sobre las 20.08 del 20 de marzo pasado iba a desplegar contra Medina, para la cual había seleccionado los medios. Efectivamente, el día del hecho, Guzmán llevó un arma de fuego entre sus pertenencias a su lugar de trabajo, la guardó en un lugar donde dejaba sus cosas personales, esperó a que no hubiera clientes, encerró a sus compañeros sin que, inicialmente, ellos se dieran cuenta y luego mató de un disparo en la cabeza a su víctima, que estaba sentada y totalmente indefensa”, afirmó el magistrado en su resolución, a la que tuvo acceso LA NACION.
Según consta en el expediente judicial, el día del crimen, víctima y victimario habían tenido una discusión por el uso indiscriminado que el acusado hacía del formol. No era su primera pelea por la misma cuestión.
A partir de la reconstrucción del hecho que hicieron los investigadores, Guzmán tenía un “particular encono” con Medina porque lo había expuesto ante el propietario de la peluquería, Facundo Verdini.
Trabajador, pero conflictivo
Al declarar como testigo, Verdini recordó que Guzmán trabajaba en la peluquería desde hacía ocho o nueve años y que “era una persona excesivamente trabajadora, que estaba todo el día en la peluquería, era el primero en ingresar y el último en retirarse y además hacía la limpieza, y que, por su forma de desempeñarse, percibía un 40 por ciento de comisión por los trabajos que realizaba, mientras que el resto cobraba entre un 27 y un 30 por ciento”.
El dueño de la peluquería contó que Guzmán “se llevaba mal con todos sus compañeros de trabajo, a quienes no les hablaba, y que el problema radicaba en que desde hacía tiempo había empezado a usar formol para los alisados, y cada vez le ponía más de ese producto a los preparados”.
Verdini contó que “el formol genera una especie de humo nauseabundo que hace picar los ojos, toser y molesta” y que Abel Guzmán “se peleaba con los empleados porque hacía los alisados con mucho formol en horario de trabajo, lo hacía a propósito y les tiraba todo el humo a sus compañeros. También se peleaban por si prendían o no el aire acondicionado y por la apertura de las ventanas”.
Y reveló que tenía programada una reunión con Guzmán y sus abogados para las 15 del 21 de marzo, es decir, al día siguiente del crimen. El imputado “no sabía eso, porque no llegó a hablar con él, y la idea era suspenderlo, no echarlo”.
Últimos pasos
El día del homicidio, Guzmán, de 43 años, llegó a las 10.15 a la peluquería donde trabajaba desde hacía más de ocho años. Atendió a dos clientas que ya lo estaban esperando. A las 13 tomó su mochila y se fue sin decir nada. Volvió una hora después.
Después de atender a una última clienta, se fue a la cocina del local sin hablar con ninguno de sus compañeros, “con quienes tenía conflicto, principalmente, por sus trabajos de alisado con formol, sustancia prohibida por sus efectos tóxicos, que el nombrado no dejaba de utilizar, pese a las advertencias de sus pares, ocasionando malestar en el ambiente laboral”.
A la tarde, cerca de las 17, Guzmán invitó a tomar un café a Carlos Alberto Azorín, el encargado de la peluquería. Fueron a un local situado en Austria y Juncal. “Estoy cansado, necesito paz mental, ya me da todo lo mismo, necesito terminar el tema hoy, voy a hablar con el dueño”, espetó el asesino.
Según los testimonios incorporados a la causa, Guzmán iba a ser despedido en forma inminente de la peluquería Verdini, “circunstancia conocida por el acusado, que quería resolver el ‘problema’ ese mismo día”.
El peluquero y el encargado del local regresaron a la peluquería a las 18. “Guzmán se sentó en una de las sillas que da a la calle y le pidió a Azorín que le cortara el cabello. Si bien inicialmente le cortó el pelo a los costados, el imputado le pidió que lo rapara; ‘así quedo más loquito’, dijo”, según la reconstrucción plasmada en el expediente judicial.
A las 20, Guzmán comenzó con su faena criminal. Fue hasta el exhibidor de productos, ubicado en la parte delantera de la peluquería, tomó las llaves del local, bajó la persiana, cerró la puerta de ingreso y se guardó las llaves.
Sus compañeros de trabajo, entre los que estaban Medina, Azorín, Verdini y Noelia Palazzo, charlaban y tomaban cerveza.
Guzmán se acercó a Verdini y le preguntó: “¿Vos tenés algo para decirme?”. El dueño del local respondió: “No, mañana vamos a hablar”. Fue en ese momento que el peluquero asesino sacó el arma que tenía oculta en la cintura, debajo de la ropa, y espetó: “Quédense quietos porque les vuelo la cabeza a los cuatro”. Luego, visualizó a Medina, que estaba quieto, sentado en un sillón, le apuntó directo a la cabeza y le disparó. “La víctima quedó tendida sobre uno de los apoyabrazos del sillón, moribunda”, recordó el juez Sánchez Sarmiento.
Verdini se fue a encerrar en el baño. Palazzo se levantó para apartarse y Guzmán le espetó: “No tengas miedo que a vos no te va a pasar nada”.
Azorín subió la persiana de una de las ventanas, Guzmán saltó y se dio a la fuga por Beruti, en dirección a la calle Austria.
El peluquero asesino de Recoleta estuvo 70 días prófugo. Fue detenido la semana pasada por la Policía de la Ciudad en el partido de Moreno, después de que un testigo de identidad reservada llamó a línea de denuncias 134 del Ministerio de Seguridad de la Nación y aportó información precisa de dónde estaba Guzmán.
“El acusado premeditó todos y cada uno de los movimientos necesarios para llevar adelante su plan criminal, obtuvo un arma de fuego, escogió el día en que sabía que sus compañeros iban a quedarse en reunión en el local, los encerró a todos los presentes en la peluquería y, sobre seguro, mató a su indefenso compañero Medina, con quien tenía particular recelo. Luego, huyó saltando por la ventana del local y permaneció prófugo 70 días prófugo”, afirmó el juez Sánchez Sarmiento a la hora de procesar a Guzmán.
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