Caso García Belsunce: “Nunca tuve una discusión con María Marta”, Nicolás Pachelo, el último sospechoso, rompió el silencio en el juicio
El exvecino de la víctima, acusado por el Ministerio Público Fiscal de ser el asesino, pidió declarar en el juicio por el homicidio ocurrido hace casi 20 años
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Pasadas las 11.30, Nicolás Pachelo se sentó frente a los jueces Federico Ecke, Osvaldo Rossi y Esteban Andrejin, integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de San Isidro, y afirmó: “Soy totalmente ajeno a las imputaciones. Nunca tuve una discusión con María Marta Nunca tuve un diálogo, no la conocía”. Se refería a María Marta García Belsunce, la socióloga asesinada en el country Carmel, de Pilar, el 27 de octubre de 2002.
Pachelo y dos exvigiladores de Carmel, José Ortiz y Norberto Glennon, son juzgados por el homicidio ocurrido hace casi 20 años. El debate comenzó el 13 de este mes.
El exvecino de Carmel no respondió preguntas de los fiscales Patricio Ferrari, Andrés Quintana y Federico González, representantes del Ministerio Público en el juicio. Tampoco de los abogados Gustavo Hechem y Sebastián Maison, letrados que en el debate representan a Carlos Carrascosa y María Laura García Belsunce, esposo y hermana de la víctima, respectivamente.
En un reciente entrevista con LA NACION, después de las dos primeras audiencias del juicio, Pachelo, de 46 años, había sostenido: “Soy un chivo expiatorio perfecto, no maté a Belsunce”.
Pachelo, defendido por su histórico abogado Roberto Ribas y los letrados Raquel Pérez Iglesias y Marcelo Rodríguez Jordán, decidió romper el silencio en el debate después del testimonio de una serie de testigos. Su intención fue responder y refutar esas declaraciones testimoniales.
En su declaración ante el tribunal, el exvecino de Carmel, que está en prisión preventiva por una serie de robos en countries y no por el homicidio de García Belsunce, hizo referencia al testimonio de Mariano Maggi, el dueño de una concesionaria de autos de Pilar.
Anteayer, cuando declaró como testigo, Maggi había sostenido que en 2000 fue estafado por Pachelo y que cuando lo denunció sufrió amenazas y la rotura de los los vidrios de su concesionaria.
El testigo, bajo juramento de decir la verdad, afirmó que en un encuentro que tuvo con Pachelo, el ahora acusado le dijo“Si tuve los huevos de matar a mi padre imaginate que matarte a vos o a tu vieja no significa nada”.
También recordó un encuentro intimidante con Pachelo y lo graficó de la siguiente manera: “Vi al diablo a los ojos”.
Hoy, Pachelo, negó haber sido la persona que rompió los vidrios del negocio de Maggi. Y se refirió a la supuesta frase de que él había matado a su padre, Roberto Pachelo, uno de los fundadores de Carmel.
“Por la muerte de mi padre, se llamó a la policía, vino a las dos horas que lo encontramos, vino el fiscal, vinieron los peritos, se tomaron todas las pruebas y la investigación se hizo como corresponde”, afirmó el acusado de haber asesinado a García Belsunce.
Y agregó: ”Estaba yo, la mujer de mi padre y mi padrino, el hermano de mi padre. Llamamos a la policía cuando mi papá se mató. No impedimos que se llame a la policía, ni pusimos en la partida de defunción que murió en la Cumbrecita de Córdoba, no escondimos el arma [en clara alusión a la familia García Belsunce]. Lo mismo hicimos con mi madre [Silvia Ryan falleció a fines de mayo de 2003]. Acá [por la sala de audiencias] se sienta gente a decir barbaridades, pero ninguno dice ‘yo lo presencié, yo fui testigo’”, afirmó Pachelo.
Roberto Pachelo murió en 1996, de un tiro en la cabeza. Ryan, que tenía 60 años, murió tras al caer desde su departamento del piso 11 a un patio interno del segundo piso de un edificio situado en avenida del Libertador al 100, en Retiro. Fue el 29 de mayo de 2003.
Antes de que Pachelo pidiera declarar, la octava audiencia del debate había comenzado con la declaración testimonial de Florindo Cometto, un criador de perros rottweiler de la localidad de Villa Rosa, en Pilar, que ratificó hoy que Pachelo le dejó a su cuidado un labrador negro.
Antes de ser asesinada, María Marta buscó con desesperación a su perro Tom, un labrador negro, que había desaparecido de su casa. Llegó a distribuir volantes con la imagen del perro y con su número de teléfono celular para que se comunicaran con ella. Recibió una llamada, pero al teléfono de línea de su hogar y su interlocutor le exigió dinero para devolverle al labrador.
“Pachelo, meses antes de la muerte de María Marta, le sustrajo a ella su mascota, su perro Tom, el hijo que con Carrascosa no habían podido tener para exigir un rescate. El perro nunca apareció. Y, desde ese episodio, la víctima le tuvo miedo a su vecino y abogó para que lo echaran del country Carmel”, había dicho el fiscal Ferrari durante la primera audiencia al presentar los lineamientos de la acusación.
Hoy Pachelo, ante los jueces, los fiscales, los periodistas y el público, negó haberle llevado un labrador negro a Cometto.
“Nunca le llevé un labrador [a Cometto]. O está mintiendo o está confundido. Le devolví un rottweiler que le había comprado”, afirmó el imputado para desmentir al criador de perros.
Como lo había dicho en su conversación telefónica con LA NACION, Pachelo sostuvo que con Cometto tuvo problemas por la tosquera que tenía en Villa Rosa y que había heredado de su padre. Explicó que, para tranquilizar la relación tensa que tenían, le compró dos rottweiler, y que fue uno de esos perros fue el que le devolvió.
”Uno [un rottweiler] se lo regalé a mi primo y otro se lo devolví porque era bravo y agresivo. ¿Qué (cuidador de perros es, que le dicen te dejo el perro de mi hermano y lo vende? Nunca me quiso contactar”, comentó Pachelo.
El “molde” de los robos
También declaró como testigo Cristian Magnoli, un policía bonaerense retirado que, en 2002, cuando se supo que García Belsunce había sido asesinada, cumplía funciones en la Subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDI) de Pilar, dependencia que hizo varias diligencias ordenadas por Diego Molina Pico, el primer a cargo de la investigación del crimen.
La semana pasada habían declarado dos de los jefes que tuvo Magnoli en la SubDDI de Pilar, el comisario general (R) Angel Beserra y el comisario mayor (R) Alejandro Elorz, quienes habían sostenido que Molina Pico había dejado de lado la línea investigativa que conducía a Pachelo como sospechoso del homicidio.
Magnoli sostuvo que la dependencia (por la SubDDI) fue “dejada de lado” en la investigación del crimen. Y recordó que al año siguiente, en 2003, Pachelo fue acusado de una serie de robos en la ciudad de Buenos Aires y, entonces, recordó lo que habían dicho sus jefes (Beserra y Elorz) que era “el hecho [el homicidio de García Belsunce] venía por acá [la hipótesis del exvecino]”.
El testigo habló de un “molde” de conducta de Pachelo al referirse a un robo que se le imputó a Pachelo donde la víctima fue amenazada con un arma de fuego y terminó encerrada en el baño.
Como publicó LA NACION en su momento, entre agosto de 2003 y abril de 2004 se sucedieron una serie de robos en departamentos y casas en la ciudad de Buenos Aires. El punto en común fue que el autor de los atracos ingresó en los inmuebles con la llave de la puerta principal, sin la necesidad de entrar en forma violenta. Pero hubo otra coincidencia que no pasó inadvertida para los investigadores: las víctimas tenían una amistad de muchos años.
En noviembre de 2005 hubo una sentencia por esos hechos delictivos. En un juicio abreviado, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) porteño N° 15 condenó a Pachelo a la pena de tres años y tres meses de prisión a Pachelo.
En dicho expediente judicial, consta la de Gastón Auge Areco, que conocía a Pachelo desde chico. La madre del testigo sufrió un violento robo en su departamento de Recoleta (el molde del que hizo referencia Magnoli). El delincuente que ingresó en el inmueble estaba encapuchado y armado. Se apoderó de joyas, dinero y artículos electrónicos, y encerró a la víctima en el baño.
Pocos días después del robo, Pachelo llamó a Auge Areco y le dijo que necesitaba hablar con él. “Pachelo estaba con los brazos sobre las piernas, no lo miraba a la cara y le dijo que era el culpable del robo en la casa de sus padres: ‘No tengo para darles de comer a mis hijos. Soy un enfermo del juego’, espetó. Poco después le dijo que le iba a devolver el dinero y que iba a hacer un tratamiento. También reconoció ser el autor de robos en la casa de otros amigos”.
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