Caso García Belsunce: la testigo que llegó a la sala de audiencias encapuchada y custodiada

En noviembre de 2011 se había ido de los Tribunales de San Isidro absuelta. Había sido juzgada por el encubrimiento del homicidio de María Marta García Belsunce. Hoy, casi 11 años después, volvió al mismo lugar, pero para declarar como testigo del crimen ocurrido el 27 de octubre de 2002. Beatriz Michelini, la masajista de la víctima, hizo todo lo posible para evitar ser fotografiada por los reporteros gráficos: cubrió su cabeza con la capucha de una campera negra, llevaba puestos anteojos de sol y su paso fue cubierto por su abogado, Eduardo Ludueña, y su hijo Matías.

Su declaración comenzó con el relato de cómo era su trabajo de masajista y qué cursos había hecho para capacitarse. Michelini fue la primera persona que el 27 de octubre de 2002, día del crimen, ingresó en la casa de la víctima después de que Carlos Carrascosa encontrara a su esposa desvanecida en el baño.

Desde un primer momento, la testigo estuvo nerviosa, a la defensiva. Hasta llegó a decirle al fiscal Patricio Ferrari “déjeme hablar” y “me quiere confundir”.

Cuando Ferrari quiso que le explique a quiénes y dónde atendía a sus clientes en 2002, Michelini se quejó de que le faltaban las fichas de las personas a las que atendía. El representante le recordó que, entre otras, faltaban las fichas de García Belsunce, Carlos Carrascosa, Inés Dávalos, la exmujer de Nicolas Pachelo, el exvecino del country Carmel juzgado por el crimen, y de Irene Hurtig, hermana de la víctima.

“¿Dónde están mis fichas?”, se preguntó. Y poco después definió la situación “como el terrible momento que estoy viviendo”.

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