Caso cerrado: el fiscal no acusó, el jurado absolvió al viudo y el crimen del Nora Dalmasso quedó impune
Julio Rivero dijo que no hay elementos para imputarle a Marcelo Macarrón la instigación del asesinato de su esposa; sin impulso del Ministerio Público, al jurado popular no puede dar un veredicto condenatorio
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CÓRDOBA.- El jurado popular absolvió a Marcelo Macarrón, el viudo de Nora Dalmasso. La Justicia reconoció a la mujer como “víctima de violencia de género”, pero el crimen quedó impune. El dictamen no podía ser otro después de que, cerca del mediodía, el fiscal Julio Rivero dijo que no había elementos para acusar a Macarrón, único imputado como supuesto instigador del homicidio cometido en 2006.
Acompañado de sus hijos, Facundo y Valentina, Macarrón se retiró después de escuchar el veredicto. Ya había tenido el anticipo de esa decisión cuando Rivero, a dos horas de comenzar su alegato, confirmó que no podía llevar adelante la acusación contra el viudo; en ese momento, el fiscal pidió la absolución. Sin acusación, los ocho ciudadanos que integran el jurado popular y los tres jueces técnicos que dirigen el debate no podían dictar una sentencia condenatoria.
El viudo era la última pieza del caso: no hay asesino identificado, y si hoy diera la cara y confesara, la Justicia no podría acusarlo, porque la causa ya prescribió. Así, a casi 16 años del homicidio, el caso será cerrado y quedará impune. Pasará a integrar la larga lista del misterios del crimen de la historia argentina.
“No puedo sostener que la mató un sicario, no porque no haya prueba, sino porque hay prueba de que hubo un acto sexual consentido. El acto sexual consentido echa por tierra un acuerdo criminal”, sostuvo Rivero.
“Como soy un fiscal íntegro, y no dañino, voy a pedir la absolución. Sería irresponsable, oportunista y cobarde si acusara”, dijo el fiscal.
Al escuchar esas palabras, Macarrón estalló en llanto. Saldrá de los tribunales de Río Cuarto como un hombre totalmente libre de culpa y cargo.
A lo largo de su alegato, que se extendió tres horas, Rivero criticó la investigación de los fiscales que lo precedieron, de la Policía, de los médicos y de los peritos forenses. “La acusación de [Luis] Pizarro (el que elevó la causa a juicio] nadie la controló”, dijo y planteó que está llena “de hechos neutros que no me dicen nada”.
"Sería un acto de irresponsabilidad acusar a Macarrón de homicidio por promesa o pago remuneratorio. No puedo torcer la voluntad de la prueba, soy el abogado de la sociedad y siento orgullo, pero eso no me autoriza a acusar por acusar. La prueba me dejó solo"
Julio Rivero (Fiscal de Cámara)
“Sería un acto de irresponsabilidad acusar a Macarrón de homicidio por promesa o pago remuneratorio”, sintentizó. “No puedo torcer la voluntad de la prueba, soy el abogado de la sociedad y siento orgullo, pero eso no me autoriza a acusar por acusar. La prueba me dejó solo”, concluyó.
Fue el epílogo de una mañana cargada de tensión. Ante una sala de audiencias llena, con Juan Dalmasso, hermano de la víctima, entre el público, el fiscal Rivero comenzó su alocución repasando algunos de los procesos con jurados populares –como este– y también habló de cómo el caso, que comenzó el último fin de semana de noviembre de 2006, impactó en la opinión pública de Río Cuarto y de todo el país.
Críticas y lamentos
Antes de admitir que no acusaría, el fiscal criticó las declaraciones de Daniel Zabala, el bioquímico que develó de quién era el semen hallado en la víctima y que, ayer dijo a LA NACION que no entiende por qué se desestimó esa prueba. “Ni Zabala encontró semen, ni el FBI le dio la razón”, afirmó el fiscal. Sus cuestionamientos son similares a los que realiza sobre esas pruebas la defensa de Macarrón, encabezada por el abogado y exfiscal general de Córdoba Marcelo Brito.
Rivero sostuvo que los hijos Facundo y Valentina vivieron un calvario y aseguró que Nora Dalmasso “fue, es y será, después de su muerte, una víctima de la violencia de género”. Añadió que “se la convirtió en una mala víctima” y que se la empezó a culpabilizar luego del crimen, en referencia a su vida privada y su intimidad, que fue ventilada obscenamente durante los primeros tramos de la investigación del homicidio.
Refirió también que “no hay un testigo que haya declarado en este debate que no diga que el matrimonio entre Nora y Marcelo era normal. Sin embargo, la propia Nora, el círculo íntimo y la autopsia psicológica, que va apareciendo como la mejor prueba de todas, dicen lo contrario”.
En este proceso no hay querellantes. La única fue la madre de Dalmasso, Nene Grassi, que renunció poco antes de empezar el juicio. Los hijos nunca se presentaron como particulares damnificados, aun cuando habían asegurado que lo harían después de que Facundo (que llegó a estar imputado cuando se develó que el semen hallado en la víctima tenía ADN de “linaje Macarrón”, aunque la precisión posterior lo sacó de escena) quedara afuera de la causa.
El fiscal lamentó: “La tendría que haber defendido la familia, por eso dije que Nené Grassi me dejó solo”.
Macarrón, que llegó al debate acusado de ser el instigador del crimen, está con sus abogados. Se espera que el alegato de Brito sea un mero trámite ante los ocho jurados populares y los jueces técnicos, Daniel Vaudagna, Natacha García y Gustavo Echenique Esteve. Comenzó a hablar pasadas las 14, y enfocó sus primeras diatribas en el Poder Judicial.
Caminos agotados
Como la Fiscalía no acusó, el tribunal no puede condenar, a menos que el pedido de absolución sea manifiestamente infundado (aun cuando los jueces no compartan los fundamentos). Un exfiscal de Cámara explicó a LA NACION que es así desde los precedentes “Tarifeño” (1989) y más recientemente “Mostachio” (2006), de la Corte Suprema de la Nación, y “Laglaive” (de la misma época) del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba. Si fuere infundado, la Cámara puede anularlo, e invitar al fiscal a que lo reformule (pasó una vez en la Cámara 10ª del Crimen).
Lo cierto es que el desarrollo del juicio, que comenzó a mediados de marzo pasado, permitió entrever este final. Ningún testigo aportó ninguna declaración directa de la presunta implicación del viudo en el homicidio de su mujer. Nadie señaló a ningún asesino verosímil (los hijos de Macarrón apuntaron contra Miguel Rohrer, alias El Francés, pero para el fiscal estuvo completamente fuera de su radar) y tampoco aparecieron pruebas documentales o técnicas del supuesto contubernio entre Macarrón y un sicario para que matara a Nora en el momento en que él estaba de viaje en Punta del Este.
El desistimiento de cientos de testigos -incluidos los amantes reconocidos de la víctima y de su esposo- y el adelanto en más de medio año de la etapa de alegatos y cierre también fueron un fuerte indicio de que el caso no daba para más.
Con su pedido de hoy, Rivero, al cabo, no hizo más que admitir que nunca pudo conseguir, a lo largo del debate, acercarse a estar en condiciones de probar la teoría del último de los fiscales que instruyó el caso, que formuló la acusación contra el viudo e imaginó un móvil vinculado a una disputa económica en el seno de una pareja que se resquebrajaba.
La hipótesis con que se elevó a juicio
El fiscal Pizarro, acusó a Macarrón de haber contratado a sicarios para asesinar a su esposa. Por la sala de audiencia pasaron 71 testigos; ninguno aportó nada nuevo al expediente que acumuló 34 cuerpos, anexos y 10.000 fojas.
La elevación al juicio sostenía que mientras Macarrón “se encontraba en Uruguay entre las 20 del día 24 de noviembre de 2006 y antes de las 3.15 del 25 de noviembre, al menos una persona se hizo presente en el domicilio de calle 5 número 627 de Villa Golf, ingresó con una de las llaves de acceso y se escondió en el interior a la espera de que llegue” Dalmasso.
Ella había salido a cenar con un grupo de amigas –”las congresistas”, se autodenominaban–, después se quedaron un rato más en la casa de una de ellas y regresó a su vivienda.
Para Pizarro, el asesinato pretendía esconder motivos económicos que provocaban diferencias en la pareja. “Tanto la personalidad del imputado –avaro y pijotero– como de la víctima, aguerrida frente a sus pretensiones, permiten inferir que el conflicto personal y económico fue el motivo del hecho que investigamos”, señala el texto de la acusación.
Durante todo el juicio –que comenzó el 14 de marzo pasado–, solo Mario Gagna, un golfista que estaba Macarrón en Punta del Este jugando el torneo que el viudo ganó, habló de dinero. Mencionó un “sobre con dinero que le dieron de parte” de Daniel Lacase –abogado y “vocero” de Macarrón tras el crimen– para que le entregara a su suegro. Nadie profundizó esa pista.
Al respecto, el hermano de la víctima, Juan Dalmasso, echó sospechas sobre Lacase. Sin nombrarlo, pero aludiendo al episodio del dinero, sostuvo que “el culpable” del crimen “paso por el tribunal”.
Sin asesino, sin móvil, sin más plazos, sin acusación fiscal contra el viudo –el último acusado posible en el caso–, el crimen de Nora Dalmasso se hundirá, ahora, en la impunidad.
Inicio demorado
Al inicio de la jornada, la antepenúltima del juicio por el asesinato, hubo una inesperada demora. Es que uno de los ocho jurados populares que deberán resolver si el viudo, Marcelo Macarrón, es “culpable o no culpable”, sufrió un ataque de pánico y debió ser reemplazado por uno de los suplentes. Una vez concluido ese cambio, el fiscal de Cámara comenzó con su presentación.
Es la segunda vez que esto ocurre: en las primeras semanas de debate, uno de los jurados fue objetado por las partes cuando se lo vio conversando con Facundo Macarrón, hijo del acusado de haber pagado a sicarios para que maten a la víctima cuando estaba sola en su casa del barrio cerrado Villa Golf, de Río Cuarto, el último fin de semana de noviembre de 2006. Ese jurado debió ser reemplazado por un suplente.
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