Caso Dalmasso. Cinco meses después del crimen, un exagente del FBI recomendó investigar al pulidor que ahora es el nuevo sospechoso
Contratado por el viudo en abril de 2007, un equipo comandado por Stephen Walker, director de una consultora internacional, analizó las constancias del expediente y sugirió profundizar la hipótesis de la violación seguida de muerte con Roberto Bárzola y su jefe como eventuales partícipes
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La revisión del expediente del asesinato de Nora Raquel Dalmasso develó, 18 años después, el nombre del dueño de los rastros orgánicos que solo el presunto homicida podría haber dejado en la escena del crimen. El ADN señaló a Roberto Marcos Bárzola, pulidor de pisos de madera que había trabajado en la casa del Villa Golf Club de Río Cuarto en forma contemporánea al hecho. Aunque esa situación bastaba para colocarlo en la lista de personas a investigar, la Justicia cordobesa lo dejó de lado, sobre todo después del estrépito que había provocado la detención del pintor Gastón Zárate –el primer acusado, luego sobreseído por falta de pruebas–, al que la sociedad riocuartense que seguía con avidez y conmoción consideró “un perejil” con el que la policía y la fiscalía pretendía cerrar rápido la causa.
En 2007 Marcelo Macarrón, en representación de sus hijos Facundo y Valentina, pidió incluir a Bárzola en un listado de personas cuyas coartadas debían ser revisadas y a las que, eventualmente, se les debería realizar exámenes comparativos de ADN con respecto a los rastros hallados en el cinto de la bata y en el cuerpo desnudo de la víctima. La Justicia, en esa oportunidad, denegó la solicitud de los querellantes. Poco después, el hijo varón de Dalmasso sería acusado por la muerte de su madre y, años después, el propio viudo debería enfrentar un juicio oral, acusado de haber contratado a sicarios para que mataran a su mujer.
Lo que se sabe ahora es que en abril de aquel año, es decir, cinco meses después del crimen, Macarrón encargó a IFPC International Group, una empresa norteamericana de servicios de consultoría de seguridad con oficina de representación en Buenos Aires, una revisión de las actuaciones labradas hasta ese momento en la investigación. Y en su informe el propio presidente de la compañía con sede en Washington, el agente del FBI retirado Stephen Paul Walker, sugirió explorar la hipótesis de que Nora Dalmasso había sido víctima de una violación seguida de muerte y que se debía indagar sobre la posible participación de Bárzola –empleado del carpintero Walter Ángel González, que realizaba el pulido del parquet de la casa de la víctima–, dado que podía haber tenido “la oportunidad, motivo y capacidad” para cometerlo.
Se basó en las contradicciones de su declaración como testigo y, especialmente, en que fue hasta la casa de la víctima la mañana del sábado 25 de noviembre, cuando no debía trabajar y sabiendo que ella estaría sola porque su marido se había ido de viaje a Punta del Este para participar de un torneo de golf.
El periodista Carlos Pagni publicó en su columna de análisis en LA NACION que “al cabo de un lapso tan extenso, aparece un sospechoso no considerado por la investigación”, y que ”la escandalosa impericia de la Justicia en este crimen no se debe solo a que hubo pruebas que no se consideraron”, sino a que Walker y la abogada Mariana Azar –directora de la oficina argentina– “expusieron sus razonamientos y conclusiones delante de Darío Vezzaro, quien en febrero de 2007 había sido designado por José Manuel de la Sota fiscal general de Córdoba para desentrañar el asesinato de Dalmasso”, pero esa hipótesis fue despreciada porque “al parecer, hubo una orden política de no fijar la atención en ‘perejiles’ como el ayudante de parquetero”.
Un equipo multidisciplinario de siete especialistas supervisado y dirigido por Walker y Azar analizó, con el conocimiento del fiscal Javier Di Santo, que en ese momento dirigía la investigación del crimen del country, las constancias del expediente. Siguiendo el protocolo típico de los llamados cold cases (”casos fríos”, sujetos a revisiones) Repasó las distintas hipótesis en curso y listó sus eventuales debilidades. La principal, en boga en aquella etapa de la pesquisa, la del mal llamado “crimen pasional”, que enfocaba la presunción de que el asesino era un amante de Nora Dalmasso. También, la del supuesto “crimen por encargo”, presuntamente relacionado con un eventual divorcio problemático, dinero “negro”, supuestos testaferros y relaciones con el poder.
Los investigadores de IFPC contratados por Macarrón en 2007 también abordaron la situación de Gastón Zárate. Analizaron sus antecedentes y, también, la supuesta confesión que le habría hecho, en una conversación telefónica, a su compañero de trabajo Carlos Mauricio Curiotto, quien al declarar como testigo dijo que el pintor le había contado cómo había sometido sexualmente a Dalmasso y la había ahorcado con el cinto de la bata, con detalles que se ceñían, como en un guion, a lo que constaba entonces en la causa. Sobre Zárate, el informe privado no descartó que hubiese sustraído un celular de la casa mientras trabajaba allí, pero se consideró que eso no era necesariamente una consecuencia del crimen, sino, quizás, un hurto previo y de oportunidad.
Ahora, bien: el equipo de Walker y Azar dedicó prácticamente la mitad de su informe a desarrollar lo que consideraron una “hipótesis no contemplada en la causa”. Se enfocó en Walter Ángel González, el carpintero contratado por Macarrón para el pulido y plastificado del piso del living de su casa, y en su empleado, Roberto Barzola, al que conocía desde que era un adolescente.
“La atención se dirigió en principio a Bárzola en razón de que este se ubicó, de acuerdo a su propio testimonio, en la escena del crimen y en un tiempo compatible a las estimaciones realizadas por los médicos forenses respecto del rango horario en que acaeció la muerte de la víctima”, sostuvieron los investigadores privados.
Analizaron las declaraciones de González y Bárzola del 27 de noviembre de 2006 (el día posterior al descubrimiento del crimen), la del carpintero del 1° de diciembre de ese año, y la ampliación de testimonial que ambos prestaron el 9 de febrero de 2007.
Certificaron que ambos habían comenzado el trabajo de pulido y plastificado del piso del living de la casa del matrimonio Macarrón-Dalmasso el martes 21 de noviembre de 2006. Regresaron al domicilio el jueves 23, cuando estuvieron pasando la máquina entre las 8.30 y las 19.30, con una pausa al mediodía. González dijo que esa tarde vio a Nora, con quien dialogó “mientras ella trabajaba en el jardín de la casa”.
Bárzola declaró que el viernes 24 trabajó en la casa de Dalmasso “hasta alrededor de las 12.30, oportunidad en la cual se retiró para ir a trabajar a un domicilio del Country San Esteban”, a la casa del cliente Daniel Roberto Stankevicius. Ese mismo día, a las tres de la tarde, Nora le envió un mensaje a su marido en el que le expresó textualmente: “Las cuatro pileta. Por suerte no viene nadie a labvar. Estoy sola”.
Curiosamente, González declaró que había ido a la tarde a la casa y había llamado, pero nadie lo atendió. Eso se contrapone con aquel mensaje que Dalmasso le mandó a Macarrón, “circunstancia que siembra una duda importante respecto a la veracidad e intención de los dichos de González”, según evaluaron los especialistas de IFPC.
El día del crimen
Lo central es lo que Bárzola y González dicen que hicieron el sábado 25, que es cuando a Nora Dalmasso, efectivamente, la asesinaron en un ataque sexual, según la hipótesis más plausible después de 18 años.
Bárzola dijo que “fue hasta el domicilio del Dr. Macarrón, llovía muy mucho, no estaba su patrón, llamó a la casa tocando el timbre dos veces, como nadie atendía ingresó abriendo el pasador de la puerta de rejas que da acceso hacia la puerta principal de la casa, llamando en la puerta dos veces, sin ser atendido. Que permaneció unos diez minutos esperando por su patrón, como llovía mucho y estaba muy mojado se volvió en su moto hacia su casa previo pasar por la casa del Sr. González, donde lo encontró y este desistió de venir hacer el trabajo, por lo que quién declara se marchó hacia su domicilio”.
González, en tanto, dijo que “siendo alrededor de las 09.30, y cuando estaba a punto de partir, llegó Marcos Bárzola en su moto, completamente empapado, ya que llovía mucho, cubriéndose con una capa de color verde (no recuerda que otra vestimenta usaba), sin casco protector y le comentó al declarante que había ido hasta lo de Stankevicius, donde fue atendido por una de las mujeres, no sabe decir si fue la dueña de casa o la hija, pero le señaló una en particular, que le permitió ingresar a la casa, con el objeto de culminar el pulido, pero no trabajó porque según el, al abrir las ventanas entraba agua por la lluvia que impedía realizar dicho pulido”, y que desde allí “fue hasta la casa de Macarrón, para ayudar al deponente, donde al llegar tocó timbre, pasó la reja y se metió abajo del alero por la lluvia con la moto a su lado, que llamó a la puerta. Que como nadie lo atendió, se volvió hacia la casa del declarante. Que dicha conversación la tuvieron en la calle y cerca de su vehículo, pero inmediatamente terminada la charla le indicó a Bárzola que se fuera a cambiar y que regresara para ir de nuevo ‘a lo del Dr. Macarrón’”.
Sin embargo, tanto Stankevicius como los guardias del country San Esteban afirmaron que ese lluvioso sábado ni González ni ninguno de sus empleados (entre ellos, obviamente Bárzola) fueron a trabajar.
Hay otro detalle que pone en situación precaria a los parquetistas. El propio González admitió, en su testimonial del 27 de noviembre de 2006, que Macarrón le había dicho por teléfono que iba a viajar. En la declaración del 9 de febrero de 2007 reconoció que la gente a su cargo sabía que el médico traumatólogo estaba de viaje “porque se la veía a la señora sola en la vivienda”.
No era un tema menor: María Delia “Nené” Grassi, la madre de la víctima, dijo que Nora estaba “muy nerviosa por el tema de los albañiles en la casa”. También refirió que su hija “tuvo una discusión con un carpintero, cree que en realidad se trataba del colocador de pisos” y que, en su opinión, “la muerte puede haber sido por alguna venganza del carpintero”.
En la previa de su viaje a Punta del Este, se refiere en el informe, Macarrón y su esposa discutieron por el tema del trabajo de refacción en la casa. Ella le dijo que quería disfrutar de la pileta sin la presencia de los obreros, que no quería quedarse sola y que tenía miedo.
Todas esas declaraciones, según el equipo dirigido por Walker y Azar, “recrean un entorno en el que parece poco probable que la victima hubiera acordado con Gonzalez la realización de algún trabajo el día sábado a primera hora de la mañana”.
Por tal motivo, los especialistas concluyeron: “Se sugiere desarrollar información respecto de la hipótesis no contemplada en la causa, en virtud de su pertinencia, teniendo en cuenta las características del crimen, así como la oportunidad, motivo y capacidad para cometerlo de los sujetos mencionados. Esto no implica una imputación personal, ya que las constancias revisadas, pueden no reflejar todos los aspectos abordados en la investigación y, habida cuenta de que no se ha desarrollado información al respecto, resulta prematuro abrir juicios concluyentes. Todo ello, sin perjuicio de lo que se pudiera profundizar, a fin de descartar o ratificar las restantes hipótesis ya trabajadas y en curso de investigación”.
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