Dura condena a un expolicía metropolitano por balear en la cara a un joven, que quedó parapléjico
Sentado en una silla de ruedas, presionando sin cesar una pelota terapéutica de goma, Lucas Cabello no podía ocultar la tensión. Esperaba una sentencia ejemplar, un fallo que, de alguna manera, le devolviera algo de todo lo que perdió hace cuatro años, en el pasillo de un conventillo de la Boca. De pronto escuchó el fallo y estalló de júbilo. Saltaban a su lado sus familiares, gente humilde. Dieciséis años. Esa fue la condena que recibió Ricardo Luis Gabriel Ayala, el expolicía metropolitano que, sin ningún motivo plausible, le disparó tres tiros, a quemarropa, uno de los cuales todavía tiene encapsulado en el cuello y lo dejó cuadripléjico.
El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº 1 consideró probado que Ayala, hoy de 28 años, había cometido un intento de homicidio, agravado por haber sido cometido mediante un abuso de la función policial -la Policía Metropolitana, predecesora de la Policía de la Ciudad- y por el uso de arma de fuego, la pistola reglamentaria con la que le causó a la víctima un daño irreparable, permanente.
Además, le fijaron una inhabilitación de diez años para tener o portar armas y para ejercer labores de seguridad, según informó el Ministerio Público en su portal de noticias. Los fundamentos del fallo se conocerán el 7 de febrero próximo, tras la feria judicial del verano 2020.
La decisión fue unánime: los jueces Pérez Lance, Fernando Ramírez y Luis Salas rechazaron el pedido de absolución de la defensa, aunque el último lo hizo con sus propios fundamentos.
Ayala, que estuvo con prisión preventiva desde fines de 2015, pero llegó en libertad al juicio, seguirá en esa condición porque el tribunal decidió "diferir" su detención hasta tanto el fallo quede firme.
No obstante, le fijó una serie de conductas a observar mientras apela en libertad. Ayala debe presentarse ante el tribunal dentro de los primeros 10 días de cada mes y abstenerse de salir del país. Tiene prohibido portar armas y acercarse a menos de 500 metros de Cabello, según informó la agencia Télam.
En la parte dispositiva de la sentencia, el TOC Nº 1 ordenó, además, extraer testimonios y enviarlos a la Cámara del Crimen para que se sortee un juez de instrucción que investigue si durante la instrucción del sumario hubo incumplimiento de deberes o encubrimiento por parte de las fuerzas de seguridad.
La pena aplicada por el tribunal fue superior a la solicitada en los alegatos realizados el 15 de noviembre por la fiscal del juicio, Irma García Netto, quien había pedido que el efectivo fuera condenado a 13 años de prisión. En esa oportunidad, la abogada querellante por la familia Cabello, Gabriela Carpineti, había reclamado 20 años.
"La declaración de Ayala, que dijo haber disparado en defensa propia porque le había parecido que Lucas Cabello estaba armado, no se condice con las pruebas ni con los testimonios. Cabello no tenía armas: la única prueba balística encontrada fue la del arma reglamentaria del policía Ayala", remarcó la fiscal esa jornada.
El efectivo de la ex Policía Metropolitana había sostenido que el joven sacó de su cintura un "arma plateada", pero esta nunca fue hallada en el lugar del hecho.
Según la versión del imputado, disparó en dos oportunidades contra Cabello a menos de dos metros, aunque luego los peritajes determinaron que lo había hecho tres veces y que los proyectiles impactaron en la cara del joven, en su pierna derecha y en su testículo izquierdo. El primer tiro le dañó la médula, a la altura de la cuarta y la quinta vértebra, y dejó a Cabello con secuelas permanentes que lo obligan a moverse en silla de ruedas y con asistencia.
El hecho ocurrió el 9 de noviembre de 2015, a las 15.45, cuando Ayala, que hacía seis meses había entrado en servicio, estaba de consigna en la puerta del conventillo situado en Martín Rodríguez al 500; debía custodiar a una mujer que había activado un botón antipánico por una discusión con una vecina; Cabello vivía en ese inquilinato con su pareja y su hija pequeña.
Según la versión que dio Cabello en la instrucción y que fue reproducida en video durante el juicio, él volvía de comprar dos sándwiches de milanesa cuando se cruzó con el policía y mantuvieron una breve discusión.
"Cuando volvía al hogar me dijo: '¿Qué miras?'; yo le contesté y empezamos una discusión normal entre dos pibes de 20 años, pero él tenía un arma en la cintura, gran diferencia. Me dijo que era policía y podía hacer lo que quisiera, y yo le dije que si de verdad era policía tendría que estar custodiando un banco, no a dos mujeres que se pelean", recordó Cabello a LA NACION a principios de este año.
"Metete adentro", le dijo Ayala. Él enfiló por el pasillo y de repente escuchó pasos fuertes detrás de él. Se detuvo y se dio vuelta: el policía le apuntaba a la cabeza. "A menos de un metro me disparó a la cara y me desplomé. Esa primera bala entró y no salió. Después me explicaron que al ser una distancia tan corta la bala no tomó fuerza. Hasta el día de hoy la tengo encapsulada en el cuello. Los médicos no se animan a sacarla porque hay riesgo de muerte", explicó la víctima.
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