Caso Briant: surge un dato clave, a 35 años del asesinato
Oriel Briant tenía el mismo camisón y las medias que vestía la noche que fue secuestrada en su casa de City Bell. Su cuerpo presentaba más de 22 puñaladas. La autopsia reveló que algunas heridas fueron producto de torturas. A 35 años del asesinato de la profesora de inglés se conoció el detalle que posibilitó la impunidad en el homicidio que conmovió al país en julio de 1984.
Según relató a LA NACION uno de los policías que estuvo vinculado con la investigación del asesinato de la docente, de 37 años y madre de cuatro hijos, el error cometido por uno de los uniformados que confeccionó el acta de pruebas en el lugar del hallazgo del cuerpo provocó la nulidad de todas las evidencias que se incorporaron en el expediente a partir del análisis de las sustancias encontradas en esas prendas
Este detalle permaneció oculto durante 35 años y sirve para entender por qué nunca nadie fue condenado por el asesinato de Briant.
"En aquella época, no existían los protocolos para preservar la escena de un crimen. Se trabajaba de una forma más precaria. Así que muchas de las pruebas se perdieron o se contaminaron por la gran cantidad de gente que no tenía ningún vínculo con la investigación y que pisoteó la arboleda donde fue hallado el cuerpo de la víctima, a pocos metros de la ruta 2, cerca del cruce de Etcheverry", explicó el policía jubilado, quien solicitó mantener su nombre en reserva.
El cuerpo de Oriel Briant fue hallado el 13 de julio de 1984. La autopsia determinó que le asestaron 22 puñaladas. El agresor aplicó algunos de esos puntazos en las partes íntimas de la mujer.
Por entonces, la policía se encargaba de la confección del sumario y de tomarles declaraciones a los testigos. Luego, el expediente era requerido por el magistrado que desempeñaba la función de juez de Instrucción.
El juez impulsaba la investigación, mientras que el fiscal controlaba que se cumplieran las garantías constitucionales en el proceso, pedía medidas de prueba y acusaba. En esos años, los fiscales carecían del protagonismo que tienen en la actualidad.
"El cuerpo de Briant tenía el mismo camisón que vestía la noche del 9 de julio, cuando fue secuestrada. También llevaba puestas unas medias. El policía que escribió en el acta el detalle de los elementos secuestrados no consignó si eran varias medias o un par de medias. Tampoco las describió y tampoco dejó constancia en el acta de ningún elemento distintivo o característica como marca, tamaño, color o tipo de tela. El policía que confeccionó el acta no lo sabía, pero haber cometido el error resultó clave para que el homicidio nunca se esclareciera", recordó el veterano investigador.
A medida que avanzó la pesquisa, una de las pruebas que ordenó el director de proceso consistió en analizar los restos orgánicos hallados en las medias que llevaba puestas Oriel Briant. Las manchas verdes y ocres de las medias se destacaban en el celeste de esas prendas, no coincidían con la vegetación del lugar del hallazgo del cuerpo e indicaban que la víctima habría estado cautiva en otra zona.
Cuando los investigadores comenzaron a revisar la lista de sospechosos apareció, en primer lugar, Federico Pippo, el esposo de la víctima y padre de los cuatro hijos, quien recientemente se había mudado de casa por problemas conyugales. Esos inconvenientes trascendieron el ámbito del matrimonio e involucraron al resto de la familia Pippo, que vivía en Lobos, donde tenían un stud.
Los problemas en la pareja comenzaron en marzo de 1984, cuando Oriel fue a la casa de su madre a visitarla, luego de que regresó de un viaje por Inglaterra. En principio, Oriel planeaba quedarse en esa vivienda, pero debido a que discutió con su madre, decidió regresar a su casa. Cuando llegó a la vivienda que compartía con Pippo, un profesor de Literatura y docente en la escuela de oficiales de la policía bonaerense, Oriel encontró a su esposo con otro hombre: Carlos "Charly" Davis.
Con el paso de los días y después de las discusiones sobrevino el pedido de divorcio de Oriel a Pippo. Esa solicitud incluyó la obligación de que su esposo entregara el importe equivalente a la mitad del valor de la casa en la que vivían.
Esta exigencia provocó la furia de la familia de Pippo, que había aportado el dinero para comprar la casa situada en City Bell. La tormentosa relación entre Oriel y su familia política se deterioró todavía más.
Aunque siguieron compartiendo el mismo techo, Oriel y Pippo no dormían juntos. Cada uno se relacionó con otras personas. Pippo profundizó el vínculo con su discípulo Davis, mientras que Oriel comenzó una relación con José Alberto Mensi, un vidriero de la zona.
"Los peritajes en los restos orgánicos hallados en las medias de la víctima indicaron que la fitofauna correspondía a un stud. Los Pippo tenían, en Lobos, una construcción en la que criaban caballos de carrera cuya fitofauna coincidía con las muestras encontradas en las medias que llevaba puestas la víctima la noche que la secuestraron. Los técnicos indicaron que cada stud posee un particular y único rastro orgánico. Este elemento demostraba que el asesino de Oriel la tuvo secuestrada en el stud de los Pippo", explicó el veterano investigador policial. Convencido de la responsabilidad de los Pippo en el asesinato de Oriel, el juez Burlando procesó y dictó la prisión preventiva de cuatro miembros de la familia.
Sin embargo, un año después, los imputados fueron liberados luego de que los abogados que los defendían cuestionaron la principal prueba que los incriminaba: las medias con restos orgánicos que correspondían al stud de los Pippo y que concluían que Oriel fue mantenida cautiva en ese lugar.
Los letrados lograron que la Cámara Penal de La Plata decretara la nulidad del acta de secuestro de esas medias debido a que no estaban identificadas ni cuantificadas. Por principio jurídico del fruto del árbol envenenado que indica que todas las pruebas que se obtuvieron a partir de un elemento nulo no podían ser tenidas en cuenta, se derrumbó toda la imputación contra los Pippo.
Entre los integrantes del clan Pippo que figuraron como acusados aparecía la figura de uno de ellos como principal responsable del homicidio. Era policía y tenía un automóvil similar al que un testigo vio merodear por la casa de Briant, en City Bell, la noche en la que la profesora fue secuestrada.
Federico Pippo murió en 2009. Su hijo Julián dijo que su padre estuvo durmiendo en la casa en la que vivían la noche que su madre fue secuestrada.
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