En enero de 2006, una banda tomó rehenes para llevarse el equivalente a 19 millones de dólares; escapó por un desagüe pluvial y solo se recuperó una mínima parte
Luis Mario Vitette Sellanes se bajó de su flamante cupé deportiva Hyundai e ingresó en la Dirección de Tránsito de la Municipalidad de San José de Mayo, su lugar en el mundo, el pueblo situado a 90 kilómetros de Montevideo donde había nacido en 1955, para patentar el vehículo que había comprado horas antes por 39.000 dólares en la capital de Uruguay. Terminó el trámite, se subió al auto y paseó por las calles de su infancia ante la vista de los vecinos, deslumbrados por "la máquina". Marito o el Uruguayo, como se lo conocía, estaba sonriente, llevaba puestos anteojos de sol y una gorra. Parecía una celebridad. Una estrella del jet set.
Era el 18 de enero de 2006 y solo habían pasado cinco días del robo del siglo, el audaz golpe en el Banco Río de Acassuso, en el partido bonaerense de San Isidro, donde un grupo de ladrones vació 145 cajas de seguridad y se llevó un botín millonario, estimado en 19 millones de dólares, entre dinero en efectivo y joyas. Actuaron con planificación y precisión quirúrgica, mientras en la calle la policía rodeaba la sucursal y trabajaba sobre la hipótesis de un supuesto intento de robo exprés que había derivado en una toma de rehenes. Los uniformados también fueron víctimas de un asalto guionado: ellos cubrían el perímetro cuando los ladrones escapaban en gomones motorizados, a través de un túnel que desembocó en la red del desagüe pluvial.
Pero la codicia y la impaciencia son, casi siempre, el lado frágil de un golpe extraordinario. No habían pasado 24 horas del millonario atraco y parte del dinero ya había comenzado a circular en el sistema financiero. El 14 de enero, uno de los ladrones fue a un negocio de venta de artículos del hogar y gastó parte del botín. Las compras continuaron: departamentos, terrenos, autos y camionetas 4x4, dólares regalados a amigos íntimos...
Los investigadores solo pudieron recuperar una mínima parte de lo robado: US$1.172.000, ocho kilos de joyas y cuatro vehículos que habrían comprado los sospechosos con el producto del golpe. La cupé deportiva de Marito nunca pudo ser decomisada.
Vitette Sellanes, que en ese momento tenía 50 años, fue la cara y la voz del robo del siglo, aunque no fue su ideólogo ni el único protagonista. Detrás había un plan criminal inédito: la banda tomó 23 rehenes para tener tiempo de vaciar las cajas de seguridad. Siete horas después de haber entrado en el banco los asaltantes huyeron por un túnel que comenzaba con un boquete en el sótano de la sucursal y terminaba en el desagüe pluvial que pasaba debajo de la calle Perú. Los delincuentes habían logrado burlar el operativo de 200 uniformados de la policía bonaerense y cargaron el millonario botín en gomones.
Durante las siete horas que duró el gran golpe, hubo pedidos de comida a los negociadores y hasta se le cantó el feliz cumpleaños a una de las rehenes. No hubo violencia. A la hora de emprender la huida, los ladrones dejaron una nota: "En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores". También, una trampa "cazabobos" para que los policías que entraran en el túnel tuvieran que desactivarla, lo que les daría a los asaltantes más tiempo para continuar la fuga sin contratiempos.
A Marito se lo conoció, en el momento del hecho, como "el hombre del traje gris". Fue el encargado de negociar con el especialista en situaciones con toma de rehenes de la policía bonaerense mientras sus cómplices abrían y vaciaban las cajas de seguridad. Histriónico, con "chamuyo", supo llevar adelante el plan para que los uniformados no sospecharan que, en realidad, todo era una puesta en escena para ganar tiempo. Años después reveló que había tomado clases de teatro para poder interpretar sin fisuras el guion que le habían asignado.
Ese mediodía del 13 de enero de 2006, Marito no fue el único ladrón que irrumpió en la sucursal bancaria situada en Avenida del Libertador y Perú. Sus cómplices fueron Rubén Alberto de la Torre, alias Beto, que fue el primero en ingresar, vestido como si fuese un médico, pues llevaba puesto un guardapolvos blanco y un estetoscopio al cuello, y Fernando Araujo, un artista plástico de San Isidro y señalado como el verdadero cerebro detrás del plan. Hubo otros dos delincuentes más que nunca fueron detenidos; uno de ellos sería un abogado que estudió Derecho en el CUD, el Centro Universitario que funciona en la cárcel de Villa Devoto.
Sí fueron identificados y condenados otros dos integrantes de la banda: Sebastián García Bolster, al que apodaban Marciano o el Ingeniero, y quien hizo el dique por donde navegaron con los gomones y el millonario botín, y José Julián Zalloecheverría, alias Paisa, conductor de la combi en la que escapó la banda con los bolsos repletos de dólares y joyas. Al vehículo que conducía le habían hecho un agujero que daba justo a la alcantarilla por la cual salieron a la superficie los ladrones con el botín.
La planificación del gran golpe había comenzado más de un año antes. El 18 de noviembre de 2004, Araujo y García Bolster habían sido echados de la entidad bancaria cuando un empleado de seguridad los sorprendió tomando fotos en el interior de la sucursal. Necesitaban tener los detalles para no dejar nada librado al azar, llegada la hora.
Ambos habían ido a la misma escuela técnica de San Isidro y habrían recorrido con un jet ski el desagüe pluvial desde su desembocadura en el Río de la Plata hasta varias cuadras adentro. Querían chequear cada detalle para minimizar la posibilidad de errores y que el plan no se frustrara antes de comenzar.
En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores
Aquel abogado sospechoso, que nunca fue imputado, habría sido el encargado de reunir a García Bolster y Araujo con De la Torre, Zalloecheverría y Vitette Sellanes. Su aporte habría sido fundamental durante la planificación del robo y en el momento de la ejecución.
El Paisa no solo fue el chofer de la combi. También, según consta en el expediente judicial, fue el supuesto autor de la frase: "En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores". Durante la investigación, la policía realizó un allanamiento en el local 25 de una galería situada en Lavalle al 700. En ese inmueble, que pertenecía a Zalloecheverría, hallaron talonarios de facturas, una cámara, teléfonos celulares y un anotador en cuya tapa podía leerse el texto que los asaltantes habían dejado en la bóveda del banco.
Finalmente, de a uno, después de una delación, los protagonistas del robo del siglo fueron detenidos. En 2010, después de un juicio oral y público, los jueces María Elena Márquez, Alberto Ortolani y Gonzalo Aquino, del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº1 de San Isidro, condenaron a Beto de la Torre, Araujo, Zalloecheverría y García Bolster a penas de entre 15 y nueve años de cárcel.
Al margen, en un juicio abreviado, donde se lo juzgó por el robo del Banco Río de Acassuso y por otros hechos, Marito Vitette Sellanes fue condenado a una pena única de 21 años de cárcel, pero cuando cumplió la mitad de la condena fue expulsado del país y se fue a vivir a Uruguay, donde escribió un libro y abrió una joyería.
"Soy solo un viejo ladrón retirado, ahora soy un excelente empresario", dijo a LA NACION en enero de 2007, cuando estaba preso en la cárcel de Magdalena y todavía juraba ser inocente. Tiempo después, admitió su participación en el gran golpe y llegó a editar El Ladrón del Siglo, su primer libro.
A punto de cumplirse 15 años del robo del siglo, ya no hay nadie preso por el golpe maestro. Y nada se sabe del destino de la mayor parte del millonario botín: US$17.828.000, entre dólares y joyas, que nunca aparecieron.
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