Caso Arruga: 10 años de prisión a un policía
Para la Justicia, el uniformado torturó al joven y "degradó su dignidad"
Un tribunal oral de La Matanza condenó, ayer, a diez años de prisión a un ex suboficial de la policía bonaerense por torturar en 2008 en el destacamento de la localidad bonaerense de Lomas del Mirador al adolescente Luciano Arruga, quien desapareció cuatro meses después de estar detenido y cuyo cadáver fue hallado en diciembre de 2014.
En una resolución unánime, el Tribunal Oral Criminal N° 3, integrado por los jueces Diana Volpicina, Gustavo Navarrine y Liliana Logroño, impuso al ex uniformado Diego Torales la misma pena que había solicitado en su alegato el fiscal José Luis Longobardi.
Los magistrados consideraron que quedó acreditado durante el debate oral que el 22 de septiembre de 2008, entre las 11 y las 19, Arruga estuvo alojado en el sector de la cocina del destacamento de Lomas del Mirador, tras haber sido detenido como sospechoso de un robo.
"Mientras el oficial de servicio, ejerciendo un poder real y de hecho sobre la víctima, tras omitir la implementación de los postulados de la Convención de los Derechos del Niño le infligió, intencionalmente, sufrimientos físicos, mediante golpes con un elemento duro o romo, mientras otro funcionario policial lo retenía", expresaron los jueces.
A raíz de la paliza, Luciano sufrió "un traumatismo en la región facial, en la frente y en el pómulo izquierdo, a la par que le generaron un sufrimiento psíquico al proferirle amenazas, humillaciones y menosprecios que degradaron su dignidad".
"El acusado sabía perfectamente los derechos que tenía el niño y sus familiares y se los negó. Luciano tenía el derecho de comunicarse con su familia, comunicarle el motivo de la demora, pero le fue negado, y la jerarquía de Torales le imponía conocerlos", manifestaron los magistrados en la resolución.
Los jueces valoraron varios testimonios que hubo en el juicio y consideraron que "Arruga habló a través de los relatos de Mónica Alegre, madre del adolescente; Vanesa Orieta, la hermana; Juan Gabriel Apud, su amigo, y Rocío Gallegos, amiga de la hermana".
"Tenía mucho miedo por mi hermano y sabía que lo que hiciera lo iba a perjudicar. Tenía mucha rabia pero no podía hacer nada, con esas personas que estaban ahí con contextura física mayor y armados, no me quedaba otra que entrar y salir, bancarme las verdugueadas, hacia mí y a mi madre, que me hacían sentir el poder que tenían", había declarado la joven.
"El menosprecio y humillación hirientes de la dignidad de ese niño que estaba demorado son relevantes y notorias. Cómo sostener que la víctima no fue torturada, como lo arguyó la defensa. No más comentarios desde que afirmar tal tesis roza con la falta de respeto ante la contundente evidencia contraria", concluyeron los jueces en los fundamentos de la resolución.