Buscan drogas, explosivos y personas: así viven los perros de las fuerzas federales
El maltrato es un mito. Los perros especiales de las fuerzas federales de seguridad –entrenados con métodos sofisticados en la búsqueda de explosivos, drogas y personas– corren ágiles y felices por los parques inmensos de los cuarteles de Campo de Mayo. Sobre las copas de los árboles, muy cerca, varios helicópteros Bell UH-1H vuelan rápido, pero los animales no mueven el hocico ni siquiera para observar de reojo las aspas que hacen vibrar el cielo. Están demasiado ocupados, jugando: los instructores y los canes viven el adiestramiento, esencialmente, como una sucesión permanente de actividades de estimulación lúdica.
En el Centro de Capacitación Veterinaria de Gendarmería Nacional, un equipo multidisciplinario de especialistas universitarios cría y entrena a al menos treinta perros cada año. Son de las razas labrador retriever y pastor belga malinois. Allí, el objetivo es desarrollar al máximo todas las habilidades de los animales, que nacen de hembras y machos que han sido cuidadosamente analizados por equipos científicos. "La selección genética es muy importante", explica a LA NACIÓN, Yasmín Elías, veterinaria y primer alférez.
Durante toda su vida, estos perros tendrán un cuidador personalizado que se ocupará, por ejemplo, de bañarlo y realizar un control sanitario cada día. También de tareas más rudimentarias, como controlar durante cuánto tiempo los perros reciben luz solar, limpiar los grandes habitáculos en los que duermen o revisar constantemente el bebedero de agua potable para que nunca esté sucio ni contaminado con tierra o pasto.
El adiestramiento de los cachorros esta dividido por etapas, que comienzan tres días después del parto con distintos tipos de estimulación temprana, musical o térmica, por ejemplo. Luego, entre los tres y los ochos meses de vida, comienza una fase de intensa convivencia entre los perros y los humanos, en la que se desarrolla una gran cantidad de actividades de entrenamiento y habituación, mediante las cuales –según explican oficiales de Gendarmería– los instructores trabajan para eliminar cualquier tipo de miedo o fobia, y transmitir al animal algunas reglas de obediencia básicas.
Finalmente, cuando cumplen ocho meses, comienza la tercera parte del entrenamiento. Para definir esta fase, los instructores explican: "Cualquier perro puede aprender a sentarse, a saltar. Pero en esta etapa se trabaja sobre el instinto, sobre los impulsos; se corrigen conductas; así, los perros se vuelvan aliados irreemplazables, con capacidades especiales que ni siquiera los humanos poseen".
Cuando el entrenamiento termina, los perros son enviados a diferentes puntos del país, donde cumplirán misiones como guiar rescatistas hacia personas extraviadas, rastrear explosivos en escuelas o edificios públicos ante cualquier alarma, o identificar cargamentos de drogas en controles de rutas. En los cuarteles del interior, los canes serán recibidos por otros equipos de veterinarios y gendarmes guías. "Es muy duro cuando se van. Yo entreno perros hace 25 años, y no puedo evitar sentir tristeza en ese momento", dice a LA NACIÓN el sargento ayudante Fabián Frede, un veterano adiestrador graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
En el Centro de Capacitación Veterinaria de Campo de Mayo no solo se crían y adiestran perros, sino que también se forman agentes federales especializados en el trabajo con canes, que luego -también- son destinados a distintas unidades del interior del país. "Con los gendarmes, trabajamos mucho en la concientización. Me interesa que sepan que la vida del perro depende del guía. Ellos aprenden, por ejemplo, cómo prepararse para asistir a un perro que en el monte es atacado por una víbora", explica la veterinaria Yasmín Elías.
Existen cientos de mitos infundados alrededor del entrenamiento de perros de las fuerzas federales. Mitos que señalan que los canes son expuestos al contacto con sustancias tóxicas como drogas o pólvora, para que luego puedan reconocerlas. Falso. Pocos días después de que nacen, los instructores utilizan algunos juguetes determinados, como pelotas o pequeños rollos de tela de gasa que emulan un hueso. Es en ese momento donde los perros conocen el juguete. Luego, esos mismos juguetes son guardados con cuidado en cajas herméticas donde anteriormente hubo, por ejemplo, drogas. Así, el olor –imperceptible para los humanos– se impregna en la pelota o la tela.
Pero ni el juguete ni el perro entran en contacto con las sustancias. No es necesario. Ellos pueden detectar cocaína al oler un objeto que simplemente estuvo cerca de la droga. "La clave del entrenamiento es el olfato. Ellos pueden detectar ínfimas cantidades. Hay perros que detectan bajas glucemias en personas diabéticas a través del olor del sudor. Perciben concentraciones que jamás podríamos detectar nosotros", explican las veterinarias.
Este equipo de trabajo está integrado por personas muy competentes que, por sobre todas las cosas, aman a los perros
De esta forma, ellos encuentran sustancias, personas, explosivos. Pero en realidad buscan un juguete: "Asocian el olor con el juego. Quieren divertirse, no tienen en cuenta las situaciones de contexto, el ambiente. Si un perro no participa de un operativo durante tres años, aunque haya pasado tanto tiempo, aún reconocerá el olor de las drogas".
Por último, consultada sobre qué diría a las personas que creen que estos animales sufren maltratos o son violentados, la veterinaria Yasmín Elías asegura: "Les recomiendo que conozcan a nuestros perros. Pueden acercarse, preguntar. Nosotros siempre accedemos a responder las consultas de la comunidad. Queremos desmitificar mediante el conocimiento. Los veterinarios, al egresar de la universidad, realizamos un juramento, nos comprometemos a ayudar y salvar animales. Este equipo de trabajo está integrado por personas muy competentes que, por sobre todas las cosas, aman a los perros".
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